Políticas

17/4/2003|797

Altamira – Salas

Las elecciones del próximo 27 no le ponen un punto final a la bancarrota del viejo régimen que ha gobernado la Argentina, ni – por los mismos motivos – a la tendencia a la rebelión popular que debutó un diciembre del ‘93 en Santiago del Estero, culminó en el Argentinazo y se encarna todos los días en las movilizaciones piqueteras, en las empresas gestionadas por los trabajadores y en los sindicatos de donde son expulsadas las burocracias.


Estas elecciones son apenas un episodio dentro del proceso de bancarrota capitalista y de la rebelión popular.


La propia crisis argentina es solamente un aspecto de otra crisis, mucho mayor por cierto, del conjunto del orden capitalista mundial.


Así lo prueba la criminal ocupación de Irak por parte del imperialismo.


Nada más que la feroz disputa que se ha entablado entre los monopolios yanquis y su gobierno; de un lado, y los europeos y sus gobiernos, del otro (causa y consecuencia de la guerra), determinará un período de grandes conmociones políticas que pondrán en juego el poder de la clase capitalista, de sus gobiernos y de sus partidos.


Para combatir la perspectiva de barbarie que ofrecen los capitalistas y sus representantes es necesaria la acción política independiente de los trabajadores.


La barbarie significa desocupación en masa, caída por debajo de los niveles de pobreza, desnutrición y muerte prematura, guerras internacionales.


Los candidatos del sistema ofrecen una reducción sensible en el nivel de civilización alcanzado, cuando no su destrucción directa


Los tres pejotistas y los tres aliancistas prometen seguir con el subsidio a los banqueros por miles de millones de dólares y, como contrapartida, militarizar la asistencia social e imponer el “orden” que le reclaman los saqueadores.


El episodio electoral del domingo 27 dará paso a otra gran crisis política.


Votar al Partido Obrero significa hacer un recuento de las fuerzas con las que contamos para determinar su desenlace.


Significa conquistar nuevas posiciones en la opinión pública y en las próximas tribunas parlamentarias, para encarar las luchas que serán todavía más decisivas.


En el movimiento piquetero, y en las grandes fábricas, y en las barriadas trabajadoras nuestro partido recibirá el apoyo de contingentes masivos. Todavía hay tiempo de incrementar estas adhesiones.


Para que estalle una rebelión popular puede ser suficiente un gran repudio colectivo, para que esa rebelión triunfe hace falta la unidad del pueblo trabajador en un programa, en una organización, en una nueva dirección política.


Vamos a esta lucha con la agenda social y política de los explotados:


1. El reparto de las horas de trabajo, sin afectar el salario. Donde siete trabajan hoy diez horas, que diez trabajen siete horas, con el costo respectivo a cargo de la patronal.


2. Por un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, por una jornada de ocho horas.


3. Expropiación bajo control obrero de la banca.


4. Desconocimiento de la deuda externa (usuraria y saqueadora).


5. Que se vayan todos. Por una asamblea constituyente con poder, que reorganice el país sobre nuevas bases sociales.