Políticas

20/7/2016

Ángel Mahler: de un privatizador a otro

El compositor y productor teatral reemplazará a Darío Lopérfido. 
 
 
 


El nombramiento de Ángel Mahler al frente del Ministerio de Cultura porteño en reemplazo de Darío Lopérfido persigue dos objetivos: por un lado, bajar el perfil del cargo, tras la incineración política de Lopérfido por sus declaraciones sobre los desaparecidos, que le valieron el repudio de gran parte del ambiente artístico; por otro, Mahler llega para reforzar la política de “producciones asociadas” con los empresarios del espectáculo y, por lo tanto, el vaciamiento del Complejo Teatral de Buenos Aires y del Teatro Colón.


Mahler fue socio artístico de Pepito Cibrián durante más de treinta años. Ambos exploraron la “alianza” con el Estado, que les proveyó sala y sufragó buena parte de los gastos, con sus puestas de El jorobado de Notre Dame y Mireya en el Teatro Presidente Alvear. Por esto, en el acto de designación del nuevo ministro, Rodríguez Larreta ponderó su esfuerzo “por la recuperación de la calle Corrientes”. Mahler viene a profundizar esta línea (“Todo lo que se hizo hasta ahora está bien, vengo a sumar”), apuntada a convertir las salas del CTBA (Complejo Teatral de Buenos Aires) y el Colón en salas de alquiler y desmantelar los talleres de producción propia.


Mahler no es un recién llegado al ámbito del macrismo: “En 2009, cuando el cuestionado intendente de Lanús, Néstor Grindetti, estaba al frente del Ministerio de Hacienda porteño, el compositor y productor había participado en la presentación del Programa de Entrenamiento Ejecutivo, en la cual brindó un discurso sobre liderazgo institucional. Además, también estuvo presente en la presentación, en marzo de este año, del gabinete de Mauricio Macri, que se celebró en Tecnópolis” (Página/12, 19/7).


El flamante ministro cerró la polémica sobre las reaccionarias declaraciones de Lopérfido (ministro saliente) con una frase encubridora: “son particulares, son de él”.


El nuevo funcionario tendrá bajo su órbita al Teatro Colón —en cuya dirección artística se mantiene Lopérfido—; el Complejo Teatral de Buenos Aires, que abarca los teatros San Martí­n, Alvear, De la Ribera, Sarmiento y Regio, el Centro Cultural San Martí­n, la Usina del Arte, y las orquestas Filarmónica de Buenos Aires y Estable del Teatro Colón, varios elencos estables y toda la educación artística en la Ciudad.


Nacido en 1960, y sin experiencia en el terreno político, la obra de Mahler incluye la producción discográfica, la composición de piezas para películas y telenovelas y la producción teatral. Junto a Cibrián compusieron Drácula, uno de los mayores éxitos del teatro musical argentino.


Mahler asume en un cuadro de crisis muy aguda del ministerio. La producción propia del CTBA viene en declive desde hace varios años, agravado por el cierre por refacciones interminables de buena parte de sus salas (el San Martín y el Alvear). Una franja representativa de los artistas jóvenes —y no tan jóvenes— de la Ciudad de Buenos Aires protagonizaron el “Informe SM”, la conferencia performática organizada por la escritora Lola Arias, en la que denunciaron el vaciamiento y la privatización de las salas públicas porteñas, que precedió la ola de repudios contra Lopérfido.


El ministro enfrentará el reclamo de los artistas precarizados; el de los que luchan contra la privatización de los teatros estatales, contra el desmantelamiento de los elencos estables y los talleres de escenografía y vestuario; el de los estudiantes de arte a los que se les caen los techos encima o sufren climas antárticos sin calefacción. Mahler debería explicar cómo promoverá actividades artísticas en los barrios cuando la política oficial condujo al cierre de centros culturales y pequeñas salas y no hay subsidios a los artistas para que puedan desarrollar sus obras.


El nombramiento de Mahler recuerda la designación, en los últimos años del kirchnerismo, de Teresa Parodi al frente del Ministerio de Cultura de la Nación. Aquella designación de una artista popular como Parodi buscaba reforzar la política de cooptación K de artistas y tapar los hechos de corrupción al interior del organismo en crisis. Mahler, ahora, viene a ocupar un lugar cosmético —una lavada de cara después de la crisis por Lopérfido— mientras, de fondo, se sostiene toda la política gubernamental de privatización cultural.