Políticas

27/7/1994|424

Antisemitismo y antisionismo

Es frecuente oír a los dirigentes del Estado de Israel y a los dirigentes de la comunidad judía de Argentina, en especial a los “izquierdistas” (por ejemplo, del periódico “Nueva Sion”) , decir que el antisionismo es equivalente al antisemitismo, e incluso que se trata de una forma pérfida de encubrir a este último.


La ecuación apunta casi exclusivamente contra la izquierda, en particular contra los de la IV Internacional (trotskistas). No podría estar dirigida contra los Rico o incluso los nazis locales, que siempre han distinguido entre el judío y el israelí o sionista, entendiendo a este último como una vigorosa y viril manifestación de nacionalismo, en oposición al judaísmo, entendido como apátrida.


Sin embargo, en el derechista y sionista “Jerusalem Post” (edición internacional del 18/6/94) podemos leer en su primera página que unas 100.000 personas colmaron la plaza Shabbat Mea She’arim, para recibir al Rebbe Moshe Teitelbaum, “un ferviente antisionista, en su primera visita a Israel en once años. En la plaza Shabbat, dice el diario, Teitelbaum atacó al sionismo y al Estado. ‘El Estado quiere alejar al pueblo de la Torah, dijo, urgiendo a sus seguidores a mantenerse firmes en la oposición a participar de la vida del Estado”. El vocero de Teitelbaum, “Hertz Frankel dijo que la posición con respecto a los palestinos es simplemente que ‘la vida está antes que el territorio’. Otro jassid (militante religioso) dijo que sería mejor que Israel estuviera gobernada por no judíos”.


Que semejante personaje fuera recibido por una multitud en Israel, equivalente a la que reunió la Marcha Federal, es un hecho que debería llamar poderosamente la atención, en atención precisamente a sus posiciones antisionistas. Apenas un mes más tarde, el conjunto de la derecha sionista sólo pudo juntar 20.000 personas en Jerusalem para protestar contra la presencia de Arafat en Gaza (ver Le Monde, 5/7/94).


El relato debiera servir para ilustrar hasta qué punto no existe un signo igual entre el antisionismo y el antisemitismo. El sionismo es, en su acepción más benévola, una ideología o planteo nacionalista del judaísmo que pretende construir un Estado propio en Palestina. Ya desde un punto de vista histórico concreto, el sionismo es el movimiento de expulsión forzosa de los habitantes palestinos de sus tierras y propiedades y de formación de un aparato de Estado que sólo puede progresar impidiendo el movimiento de liberación nacional en el Medio Oriente y oprimiendo y explotando al pueblo palestino.


Los acuerdos Rabin-Arafat, patrocinados por Estados Unidos, el conjunto del imperialismo y la burocracia rusa, no modifican en nada esta situación de opresión —más bien la acentúan, porque integran a los capitalistas palestinos a esta política de opresión nacional. Sin embargo, sirven para ilustrar que no existe nada “étnico” o “nacional” que impida la existencia de una Palestina única y democrática, de árabes y judíos, a ambos lados del río Jordán, es decir, poniendo fin también, junto al Estado de Israel, a la monarquía hachemita de Hussein. La barrera que se levanta para este objetivo, que sí establecería la paz y la fraternidad, es social, es decir, la necesidad capitalista de explotar inmisericordiosamente a las grandes masas de desposeídos del Medio Oriente.


¿Esta política cuartainternacionalista, que tiene su origen en el programa de los socialistas desde fines de la década de 1910, tiene algo que ver con el antisemitismo, el cual, en su expresión más benévola es “el socialismo de los imbéciles” (Engels), y en su expresión histórica contemporánea, un instrumento de la reacción y del odio capitalistas contra el proletariado, el internacionalismo y el socialismo, es decir, un instrumento del fascismo?


La pavorosa crisis económica en Israel, en la actualidad, que se expresa en la dura ofensiva contra las conquistas sociales y previsionales de los trabajadores, marca uno de los puntos más altos de la crisis del Estado sionista, y explica los “acuerdos de paz”, que apuntan a una salida más general a esta impasse, tanto para el sionismo como para el imperialismo. La crisis se manifiesta también en el detenimiento del flujo migratorio judío a Israel y en el crecimiento de la emigración. Los trabajadores de las comunidades judías del exterior no encuentran más una salida en el sionismo ni fuera de las fronteras de los países en los que viven. A ellos y en especial a la juventud, los llamamos a unirse a nuestras filas para luchar por el socialismo internacional.