Políticas

19/6/2003|805

Asamblea o Sociedad de Fomento ibarrista

La división de la Asamblea de Palermo Viejo sirve objetivamente al Gobierno de la Ciudad (aliado del gobierno nacional). Aunque se planteó como el producto de problemas de incompatibilidad personal con algunos compañeros de la comisión “Darío Santillán” (comisión que encara cuestiones como la defensa de las tierras públicas y de la salud), la división esconde grandes problemas políticos.


Las asambleas barriales están sometidas al intento de cooptación por parte del gobierno. En la de Palermo Viejo los “problemas personales” comenzaron a obstaculizar cualquier decisión colectiva desde que el funcionario Sánchez planteó que hay que hacer un nuevo convenio porque el anterior ya no serviría: tendría que ser un “proyecto productivo”, a cambio de otorgar también el predio central del mercado de Bonpland 1660. Y – como el escorpión con su naturaleza – no pudo evitar plantear todo esto a cambio de un apoyo público a su gestión.


Nunca pudo discutirse colectivamente en la Asamblea qué hacer frente a este planteo. Nadie sostuvo públicamente que había que aceptar este chantaje, pero… se vino la división.


El sábado 7 de junio pasado hubo una charla-debate sobre fábricas recuperadas con la presencia de compañeros de Brukman y Sasetru. El grupo divisionista organizó simultáneamente un grupo de debate sobre “Economía solidaria”, apoyado por las Asambleas Autónomas (y vale la pena señalar algunas presencias extra-asamblearias, como la de Silvia Díaz, ex dirigente del Mas, y José Acuña, delegado oficial de la AU3). ¿Qué tipo de economía solidaria se puede montar excluyendo a las fábricas recuperadas? Algún tipo de proyecto productivo funcional al Gobierno de la Ciudad que, como ya sabemos, apoya a Jacobo Brukman contra los obreros.


Es muy probable que los divisionistas conscientes no puedan expresar claramente su apoyo al gobierno desalojador y represivo de Ibarra porque perderían una cantidad de compañeros que, confundidos, quedaron de su lado. Entonces contribuyen con la confusión. La propia división se planteó de trasnoche y con la presencia de alrededor de veinte compañeros.


Estamos en un punto crítico. La Asamblea de Palermo Viejo puede convertirse en una sociedad de fomento, “borrando hasta el olor del Argentinazo”, al decir de un asambleísta “economista solidario”. Tanto los divisionistas como los que acepten la división sin luchar contra ella (y en todo caso por la expulsión de los agentes de Ibarra) van por este camino.