Políticas

6/3/2003|791

Así fuimos reprimidos

Logré ingresar al Padelai pocos minutos después de las ocho de la mañana. Ya estaban apostados entonces más de trescientos efectivos de Infantería frente a la calle Balcarce. Junto al jefe policial, medio gabinete de Aníbal Ibarra comandaba el operativo: la secretaria de Desarrollo Social, González Gass; su subsecretaria Despervazques; el escribano mayor de Gobierno, Gaitán, y el subsecretario de Hacienda, Fernando Calvo. También estaba el director del CGP N° 1, que integra la “unidad ejecutora” del Padelai. Varios funcionarios se acercaron a mí cuando iba a ingresar: “Mejor que los convenzas de que abandonen el edificio, porque vamos a entrar sí o sí”. Les expliqué que no ingresaría al “Patro” para actuar como emisario del gobierno, sino para defender incondicionalmente la decisión que adoptaran los vecinos.


Los funcionarios proponían iniciar de inmediato “entregas de subsidios y traslados”, claro que bajo la mirada “atenta” y extorsiva de los infantes y sus perros.


Una asamblea de todo el Patro, realizada minutos después, adoptó una decisión unánime y clara: “Queremos constituir una mesa de negociación, pero sin que nos coloquen una pistola en la cabeza. Que se levante el operativo de desalojo, y nos sentamos a negociar”.


Mientras se desarrollaban estas tratativas, Ibarra y la Infantería construyeron, en un radio de seis cuadras, una verdadera “zona liberada”: a más de doscientos metros del lugar, le era impedido el ingreso a varios legisladores de la Ciudad, a Nora Cortiñas, de Madres, y a toda la prensa. Durante la mañana, entré y salí en varias oportunidades del Patronato para transmitir el planteo de los vecinos, es decir, el levantamiento del cerco policial e inicio de negociaciones. Los funcionarios no tardaron en responsabilizarme de “agitar e instigar a la resistencia”. Quienes intrigan diariamente a favor de los opresores no pueden ver en la acción de las masas más que gigantescas conspiraciones en su contra. Poco después, inventaron la especie de que “los activistas no los dejaban tomar contacto con los vecinos ‘honestos‘ del predio, para que tomaran conocimiento de los subsidios que ofrecían”. “Entren y hablen con quien quieran”, les contestaron los delegados. En una asamblea realizada con la presencia de González Gass, los vecinos se lo dijeron con todas las letras: no considerarían “ofertas” mientras permaneciera la Infantería.


Cuando comenzó a presentirse la represión inminente, el Padelai se tornó piquetero: “No vamos a regalarles lo único que, en esta vida, es nuestro”. La organización de la autodefensa involucró desde los niños hasta los ancianos.


Al irrumpir en el Patro, la Infantería arrojó gases en habitaciones precarias pobladas de mujeres y chicos. Algunos intentaban simplemente alcanzar la calle, pero la Infantería los cercaba para apalearlos. Cuando fui detenido en el interior del predio, me arrastraron por un pasillo interior hasta el patio central, donde fui golpeado durante varios minutos. “Tomá asesor, aquí tenés, Legislatura”, agregaba el civil que comandaba la paliza. A un periodista de Punto/doc que filmó mi detención le rompieron la cámara y, luego, la cara. La última golpiza la recibí antes de subir al celular que me condujo a la Comisaría 14º, y a menos de diez metros de donde se encontraban González Gass y los otros funcionarios. Mientras tanto, las compañeras de la Asamblea de Plaza Dorrego que también se quedaron con los vecinos eran detenidas al grito de “troskas hijas de puta”. Por la tarde, la represión se extendió sobre los centenares de manifestantes del Polo Obrero, del Mtl, de las asambleas y de otras organizaciones que concurrieron a solidarizarse con los desalojados.


El PO, junto con otros bloques, ha pedido la interpelación de Aníbal Ibarra en la Legislatura, para que dé cuenta de la cacería humana desatada en San Telmo, el pasado martes 26.