Políticas

18/10/2012|1244

Atilio Borón, un bolivariano de Shuberoff y Gioja

El “intelectual” Atilio Borón se ha llenado de mugre para rendirle tributo a quienes le pagan el sueldo y los viajes. Se interroga si el PO “honra la memoria de Mariano Ferreyra”, cuando defiende la libertad periodística de Lanata -y de los trabajadores que lo acompañaron, a los que Borón no menciona- en Venezuela. El punto de este ex asalariado de la Fundación Ebert -financiada por el imperialismo alemán- es, de nuevo, como lo viene haciendo un sector del kirchnerismo desde hace dos años -encabezado por CFK-, transferir la responsabilidad del crimen de nuestro compañero de la burocracia, apoyada por el gobierno nacional y por el Estado, a nuestro partido. Borón, un defensor de la democracia y enemigo de la dictadura del proletariado, defiende la detención de Lanata y de los trabajadores que lo acompañaron en Venezuela y el secuestro de su material periodístico por parte de los servicios de inteligencia del gobierno chavista. El artículo de Prensa Obrera que defiende “la libertad de expresión” parte de una denuncia implacable al carácter reaccionario de la cobertura que Lanata y su equipo hicieron de las elecciones en Venezuela. Lo que distingue a nuestra posición es precisamente eso: defender la libertad de expresión de un adversario de derecha y denunciar al aparato de represión, al Estado y al gobierno, que cercena esa libertad sin alegar ninguna amenaza material contra la independencia nacional de Venezuela. Los revolucionarios combatimos los planteos reaccionarios con argumentos revolucionarios, no con la punta de la pistola. Marx era apenas un joven militante cuando defendía, contra la censura prusiana, la libertad de prensa -incluidas la injuria y la difamación-, en tanto que esa misma libertad fue uno de los objetivos proclamados de la Revolución de Octubre. La libertad de prensa solamente puede ser justificadamente suprimida en una guerra civil, cuando la información forma parte de las operaciones militares contra los pueblos que se defienden con las armas en la mano.


Sin libertades políticas -y, por lo tanto, sin libertad de prensa- resulta imposible el desarrollo político de la conciencia de las masas. León Trotsky subrayó, en más de una ocasión, que la supresión de las libertades de expresión constituye el primer paso en la burocratización de un Estado de origen revolucionario. La regimentación de la prensa es un arma del bonapartismo pequeño burgués para someter políticamente a la clase obrera y a sus organizaciones.


El tono chicanero de Borón -que, además, fue vicerrector en la UBA del nefasto y corrupto Shuberoff- esquiva con el improperio la cuestión fundamental: ¿por qué el movimiento popular se vería beneficiado con la convalidación del espionaje de los servicios y con su acción represiva contra un crítico democratizante de la derecha? Como Borón se autodefine como un “cientista político”, sabe perfectamente bien que el reforzamiento del aparato represivo de un Estado que se reconoce a sí mismo como capitalista afecta, en última instancia, al movimiento popular. Venezuela ha firmado acuerdos de seguridad con el régimen paramilitar colombiano, y su integración al Mercosur equivale a lo mismo con los gobiernos capitalistas de este bloque. El aparato de seguridad de Venezuela, precisamente, no ha esclarecido ni uno solo de los asesinatos de militantes clasistas ejecutados por sicarios de las patronales, y ha protagonizado represiones reiteradas contra los obreros de la ex Sidor. Venezuela tienen muchos Mariano Ferreyra; el panelista de “6,7,8” no abrió la boca hasta ahora contra la condena proferida en ese programa por su conductor, Barone, contra Ana Guzzetti, la militante encarcelada y torturada por interpelar en una rueda de prensa a Perón. Ni siquiera aquí ha defendido la libertad de expresión.


A Borón lo enceguece el Partido Obrero, porque recela del avance de nuestro partido en el desarrollo de una alternativa de izquierda al bonapartismo nacionaloide. Se da cuenta de que defender la libertad de expresión para un adversario de toda la vida de nuestro partido -incluso cuando realiza una acción de contenido derechista- refuerza nuestra autoridad política, y hasta puede arrancar a una parte de la clase media de la tutela de la derecha. Cree que su crítica servirá para crear un abismo entre nosotros y los militantes populares del kirchnerismo. Ocurre precisamente lo contrario: la autoridad de nuestro partido ha crecido en forma exponencial allí donde este asunto se discute con más vivacidad: los trabajadores de prensa, de la cultura y universitarios.


A Borón le ocurre lo que a todos los alcahuetes que, con su servilismo, importunan a sus patrones. Hugo Chávez debe estar puteando por lo bajo ante el desmentido de Borón de que la Venezuela bolivariana es el paraíso de la democracia y de la libertad de expresión. ¿No serán los captores de Lanata y de su equipo un grupo de infiltrados que actuaron de ese modo para manchar las credenciales de la revolución socialista del siglo XXI -a igual título, digamos, que el ministro de Defensa de Argentina, el cual habría complotado, según Horacio Verbitsky, con los fondos buitres para secuestrar la Fragata Libertad-? La que más debe estar trinando en su despacho es, de todos modos, la ídola de Borón, la presidenta CFK, que en medio de su cruzada por la libertad de la palabra contra el monopolio Clarín se encuentra con un gorila de su palo en el bazar, que asegura que después del 7D o del 10D los opositores mediáticos del oficialismo van a ir todos en cana. Salvo que Borón sea el otro yo del doctor Merengue de la mandataria. Su apoyo a Martín Sabbatella para el AFSCA, ¿es un anticipo de que los periodistas en Argentina deberán imputar los subsuelos a su trabajo diario?


Atilio Borón, vieja “vedette” del ala democratizante del trotskismo, se ha convertido en un deshecho intelectual. Nos enteramos de que acaba de suscribir la candidatura de Martín Sabbatella para el Afsca y que anduvo por San Juan, la patria chica de “Barrick Gioja”, donde dio “fe del crecimiento de la provincia”. Hasta se mostró comprensible con la megaminería contaminante: “Si en todos lados (sic) se autoriza, uno se pregunta por qué acá voy a dejar de hacerlo”. “Todos lados”, para Borón, serían los bolivarianos de Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela, pero también Estados Unidos, Canadá, Australia y China. Por primera vez en su vida, Borón violenta su amor por la UE -donde se cuestiona el gas no convencional, la energía nuclear y hasta las semillas genéticamente modificadas. A Borón sólo le falta dar su okey al acuerdo reciente de CFK con Monsanto. El monopolio semillero otorgado a la multi yanqui es el último clavo en el ataúd de las pretensiones de “soberanía alimentaria” del kirchnerismo.


De vicerrector de la UBA de Shuberoff a defensor de la megaminería. Que nadie se sienta sorprendido si mañana agarra un puesto en el gobierno y es él quien manda los servicios contra los periodistas y contra los luchadores. Es lo que hace corrientemente la verbitskiana Garré.


¿Tomarán nota de todo esto La Mella y el Frente Darío Santillán, que buscan inspiración en este intelectual de los “servis” bolivarianos?