¿Aumento salarial o adelanto de sueldo?

El Presidente alertó contra paritarias “desmedidas”

La burocracia sindical ata al movimiento obrero al repago de la deuda mediante la descarga de la crisis sobre las masas

El Presidente prometió “empezar por los últimos”. Lo que es seguro es que los salarios quedaron para lo último. Como sabemos, empezó por los jubilados, que en lugar de recibir un aumento con la plata de las Leliq, terminarán pagando las Leliq con la movilidad. Ahora alertó contra “pedidos desmedidos en paritarias”, lo que es un preanuncio de topes explícitos o implícitos.


La decisión salarial -demorada y contra la expectativa previa- terminó en dos exiguas cuotas de $3000 en febrero y $1000 en marzo, que al ser descontables de paritarias, se tratarían en realidad de un adelanto de sueldo. El ministro Moroni dijo que sería sólo un mínimo, para que se negocie sector por sector “de acuerdo a las posibilidades”. Y ya sabemos que buena parte de las empresas más chicas financiarán los adelantos mediante descargas de la seguridad social, de modo que lo pagamos los que lo recibimos por la vía de los impuestos, la inflación, la caída de las jubilaciones y otras exacciones al bolsillo popular. La absorción de paritarias sería tanto de las futuras planillas, como de las cuotas ya pactadas para el año 2020.


Conviene examinar dónde estamos parados en materia salarial. En la era Macri los salarios han perdido en promedio, según el insospechable Estudio Broda, un descomunal 19,5% de poder adquisitivo. Quien ganaba $100, gana $80,5 en términos reales.


Pero esto es apenas un promedio. En la punta los textiles han perdido un 38,7%, los metalúrgicos un 22%, la alimentación un 20,5%, los empleados de comercio un 21,2%, los camioneros un 18,7%, los docentes de la provincia de Buenos Aires un 19,7%, entre los gremios más importantes. Smata cayó un 5,2%. 



Resaltan Aceiteros que empató con la inflación, y el Sutna que le ganó a la inflación por 10 puntos, tomando desde julio de 2016, la primera paritaria que discutió el clasismo tras ganar las elecciones a fines de abril de ese año. En el caso del neumático, distintas mejoras fabriles en premios y adicionales estiran la mejora en varios puntos.


Más impuesto al salario


A este deterioro hay que agregar que el impuesto a las ganancias sobre los salarios fue afectando cada vez a más trabajadores. Y lo seguirá haciendo, porque la actualización por Ripte (evolución de salarios) sobre octubre último y hasta octubre del año que viene, ha sido de un 44,2%, cuando la inflación del 2019 se estima en más del 55%.


El dólar aumentó en 2019 un 63,2% contra un aumento nominal de salarios de 20 puntos menos. Significa que las empresas tienen un salario en dólares infinitamente menor, por eso el salario mínimo argentino ha pasado a ser uno de los más bajos de la región. Se ha incrementado la tasa de explotación patronal de los trabajadores por la vía absoluta y brutal de una caída de los salarios.


La consolidación de esta “conquista” antisalarial del macrismo contra la clase obrera argentina es una meta estratégica de la burguesía. Cristiano Ratazzi de Fiat, el más macrista de la UIA, saludó la megaley de emergencias y el resto de los decretos porque “van en el sentido correcto…ahora la cuestión será mejorar la productividad”. Por lo pronto han logrado llevar el precio de la fuerza de trabajo muy por debajo de su valor, que no es otro que de una canasta familiar que hoy no baja de los $60000, aunque ya nadie la calcula. El salario promedio en blanco está en $39000, que es el importe proyectado de la línea de pobreza según el INDEC al 31 de diciembre.


Si miramos el cuadro recesivo de la economía y la caída de las exportaciones manufactureras, algo que se prolongaría con seguridad este año 2020, es claro que la “competitividad” de la burguesía argentina no ha mejorado por esta caída enorme de los salarios reales. Por eso pretenden flexibilizar los convenios colectivos para conseguir por esa vía una mayor explotación.


El perro se muerde la cola


La suspensión de tarifazos y aumentos de combustibles por 180 días está atada con alambre como se vio en el episodio YPF. Por otro lado, reponen el IVA electoral que rebajó Macri después de las PASO. Los topes de hasta el 10,5% de aumento son teóricos. No hubo control para aplicar la rebaja, las empresas hicieron su “colchón” libremente antes del 10 de diciembre y no hay control ahora. En cambio se pretende desindexar la economía relacionando salarios y jubilaciones con la “inflación futura”, consolidando el robo de la era Macri y hasta el derecho adquirido de los jubilados.


El perro se muerde la cola porque el deterioro de salarios y jubilaciones (que cayeron un 20,4% durante Macri) deprime el mercado interno que constituye el destino del 70% de la producción argentina. Esto no se arregla con bonos de verano.


El eje del gobierno no es ni la reactivación, ni la mejora de los salarios y jubilaciones reales, sino el repago de la deuda y así ha quedado establecido en el texto que la burocracia sindical firmó días pasados, preparatorio de su integración al Consejo Económico y Social. La política de los Daer, los Moyano, los Yasky y Godoy, ata al movimiento obrero al carro del repago de la deuda mediante la descarga de la crisis capitalista sobre las masas.


Será motivo de lucha el respeto de las cláusulas gatillo que rigen en varias provincias y para los docentes universitarios en marzo, que puede redondear un aumento a los básicos cercano al 20%, puesto que abarca cinco meses, desde octubre hasta febrero.


Pero de conjunto, el movimiento obrero necesita recuperar integralmente lo perdido en la era Macri en todos los gremios y luchar por un salario equivalente a la canasta familiar. Que ello sea el punto de partida de una reorganización económica y no al revés: que la “macroeconomía” del negociado de la deuda dicte la salida a la crisis.


Para ello impulsemos asambleas en todos los gremios por paritarias libres, con pliegos y paritarios electos por los trabajadores.