Políticas

15/6/2020

Bahía Blanca: “el coronavirus nos afecta a todos por igual” y otras fábulas

El diario local, de Bahía Blanca, “La Nueva”, acaba de publicar una entrevista a María Emma Santos, investigadora del Departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur y del Conicet, titulada “Alrededor de 19.000 bahienses pobres son más vulnerables al riesgo de contagio de Covid-19” (La Nueva 14/6). El eje que atraviesa la nota es la realidad de miles de personas que, al vivir en la indigencia, sufren privaciones elementales que las vuelven un blanco fácil para el virus.


Santos menciona la falta de acceso al agua potable, cloacas, gas natural y las condiciones de hacinamiento en las viviendas como las condiciones que aumentan considerablemente las chances de contraer Covid-19. A nivel nacional, solo basta ver lo sucedido en villas como la 1-11-14 o Villa Azul para entender que los contextos en los que mejor se mueve el virus son aquellos que reúnen dichas carencias, complementadas por la falta de una política sanitaria por parte del Estado que priorice los testeos a todos los contactos estrechos de casos positivos, entre otras medidas imprescindibles. La no realización de dichos testeos, que vienen formando parte del programa del Frente de Izquierda desde que comenzó la pandemia, se está traduciendo en contagios evitables, tal como lo tuvo que reconocer el ministro de Salud Ginés González en una reciente charla virtual.


Según los últimos datos disponibles (segundo semestre de 2019), en Bahía Blanca “hay 88.120 personas bajo la línea de pobreza, entre quienes están los 19.000 especialmente vulnerables al Covid. Este grupo incluye a 13.888 indigentes (4,4% del total)” (Idem). En una ciudad que cuenta con algo menos de 300.000 habitantes, estos datos son concluyentes para desmontar la idea errónea, propia del sentido común del capital, de que el coronavirus no distinguiría clases sociales, afectando a todos por igual.


En ese mismo sentido, hace unos días, Bahía Blanca fue noticia nacional por la explosión de contagios en geriátricos clandestinos. Mientras existen solo 11 habilitados, y otros 90 funcionan con conocimiento del Estado aunque no cumplan con todos los requisitos exigidos, se estima que hay unos 200 que operan en la clandestinidad. La realidad de los jubilados que cobran la mínima, mientras la Canasta Básica de Jubilados más que duplica ese ingreso, indica que en caso de necesitar alojarse en un geriátrico estarán obligados a hacerlo en alguno de los clandestinos, debiendo resignar cuidados médicos, higiene, espacio, esparcimiento y demás aspectos que hacen a la calidad de vida.


Otro elemento que destaca la investigación, y que desde hace años es señalado constantemente en las páginas de Prensa Obrera, es que “en Argentina no sólo tenemos pobres desempleados, sino pobres con un mal empleo, la mayor parte de las veces, informal”. Es decir que el contar con un empleo no garantiza la superación de la pobreza, debido al gran porcentaje de trabajo informal, de precarización laboral y de salarios muy por debajo de la Canasta Básica, que hoy se ubica en $42.594.


Los datos aportados por la investigación constituyen un insumo contundente para demostrar que la crisis capitalista actual, profundizada por la pandemia, no puede encontrar una salida real para las masas en los estrechos marcos de este régimen social. El coronavirus encontró tierra arrasada y sobrevive a costa de la pobreza, la desocupación, el déficit habitacional y un sistema de salud vaciado por los sucesivos gobiernos. La consigna “Con hambre no hay cuarentena”, levantada por el Polo Obrero en cada rincón del país, está al servicio de denunciar este cuadro de miseria que solo podrá de ser superado cuando los trabajadores tomen en sus manos los destinos del país. La cuarentena debe ser puesta bajo control obrero y popular, para salir de esta crisis.