Políticas

9/11/2017|1481

Balance de las elecciones salteñas

Vamos por la organización obrera y popular para derrotar el ajuste


El dato más importante de la elección en Salta fue la derrota de las listas de Urtubey a manos de las listas macristas que incluían al peronismo de Sáenz y Romero, a los radicales y a los derechistas Durand Cornejo y Martín Grande. Todos ellos, ex socios del gobierno provincial. Esta derrota se explica por la quiebra del partido Justicialista, que también benefició al “Oso” Leavy, que se pintó de kirchnerista “puro” a última hora y obtuvo la tercera banca en disputa. Pero esta derrota, más que nada, es una sentencia inapelable contra diez años de gobierno urtubeísta, en los que Salta estuvo al tope de la desocupación, el trabajo en negro, desnutrición y mortalidad infantil, la impunidad y la violencia de género.


 


Ajuste y crisis política


 


Urtubey fue el más macrista de los gobernadores justicialistas y lo pagó. La “ola amarilla” se impuso también contra él. El gobernador salteño se apoyó en el ajuste nacional, triplicó la deuda provincial a tasas usurarias y en dólares y llevó adelante sus propios tarifazos; cerró por decreto y a la baja la paritaria de los docentes y estatales e impulsó los despidos e impuestazos en los municipios con resultados dispares. También dejó pasar la cesantía de más de 400 obreros del Tabaco (Coprotab) y cerró filas con las patronales de los ingenios Tabacal y San Isidro en la ofensiva contra sus trabajadores. Los diez años de gobierno antiobrero de Urtubey fueron concluyentes para todo un sector de los trabajadores salteños.


 


Urtubey se puso a la cabeza de la campaña de sus candidatos convirtiendo la elección en un plebiscito a su gobierno. Con la derrota del oficialismo provincial, no sólo entró en crisis su proyecto de ser candidato a presidente en el 2019. Urtubey le pidió la renuncia a todo su gabinete y él mismo renunció a la presidencia del PJ provincial, a la vez que llamó a la “unidad y al regreso de todos los que se fueron del partido”. Romero y el “cristinista” Leavy, encabezando el PJ, saludaron ese guiño y esperan un reparto de ministerios y cargos partidarios. Así el gobernador salteño ya se está armando de una amplia mayoría en la Legislatura, para hacer aprobar una ley ómnibus que profundiza el régimen de exenciones a los capitalistas y un reforzamiento reaccionario de la capacidad de arbitraje de la secretaría de trabajo de la provincia sobre los conflictos obreros.


 


Nuestra elección y un balance necesario


 


Desde el PO salteño encaramos esta elección como parte de una lucha estratégica: planteamos la defensa de las bancadas obreras como un punto de apoyo para enfrentar el ajuste que se viene y proyectar a la clase obrera como una alternativa de poder. Bajo esta perspectiva, con Pablo López obtuvimos 53 mil votos (7,84%) a diputado nacional, superando en un 13% las Paso de agosto pasado y en un 26% las generales de 2015. Pero este crecimiento no alcanzó para retener una bancada obrera en el Congreso, quedando ésta en manos de Leavy.


 


A nivel provincial logramos retener un diputado con Claudio Del Plá y una banca en el Concejo capital con Cristina Foffani. Aunque crecemos un 16% (concejal) y un 42% (senador) con respecto a las Paso, no pudimos retener la senaduría de Gabriela Cerrano. En Orán también retuvimos la banca con Nelly Díaz; mientras en Colonia Santa Rosa, Rosario de Lerma, San Lorenzo y El Bordo, con muy buenas elecciones, quedamos en las puertas de los concejos.


 


Con estos resultados retrocedemos y perdemos bancas en relación con 2013. Nuestra victoria electoral en aquel momento abrió una verdadera crisis de poder, por el antagonismo social y político entre la agenda obrera y popular que levantamos desde el Partido Obrero y la agenda patronal y oligárquica de los Urtubey, Romero, Sáenz, Isa, los radicales y Olmedo. Con sus negocios en peligro, cerraron filas contra nuestros planteos para impedir que prosperen. Ante esta maniobra, sólo con una irrupción obrera y popular se podría haber impuesto una salida favorable a los trabajadores. Pero ésta no se produjo, primando en muchos de los que nos votaron aquella vez la ilusión de que sólo debíamos impulsar acuerdos parlamentarios con los bloques políticos patronales para hacer avanzar nuestra agenda. Esta limitación estaba presente ya en nuestro triunfo electoral, que no se había dado en un cuadro de intensificación de la lucha de clases y de la acción independiente de los trabajadores, sino que había sido el resultado de una feroz batalla política que se abrió paso ante la crisis de los partidos tradicionales. Primaba la ilusión que podíamos conquistar nuestro programa por medio de la acción parlamentaria, sin necesidad de imponerle al Estado las reivindicaciones por medio de la acción directa. Al no poder cumplirse las expectativas de progreso social que se abrieron con nuestro triunfo, se pasó rápidamente a un escenario de desilusión.


 


Este balance electoral es una oportunidad para profundizar el debate para determinar la capacidad que tuvimos en esta lucha política para exponer el antagonismo social existente y convocar sobre esta base a la organización e intervención política de la clase obrera para pelear por el poder.


 


La unidad que promueve Urtubey y que en los hechos se da entre todos ellos para viabilizar el ajuste, junto a un trabajo sistemático de oposición y delimitación política por nuestra parte, volverá a colocar en el orden del día la disyuntiva de 2013. La abordaremos reforzados con las conclusiones de esta enorme experiencia política.