Políticas

10/11/2020

Bariloche: racismo y discriminación con amparo estatal

Tres manifestantes con el uniforme de Ku Kux Klan se hicieron presentes en el banderazo. El estado rionegrino no ha salido a repudiar lo sucedido.

Foto y video: Facundo Pardo

El domingo 8,  en el marco del “banderazo” y en una nueva escalada de violencia y provocación, tres de los manifestantes que se concentraban en el Centro Cívico decidieron expresar su repudio al plan de vacunación contra el Covid-19 con el uniforme del Ku Klux Klan, la organización norteamericana de blancos supremacistas. Cabe recordar que Ku Klux Klan (KKK) es el término adoptado por varias organizaciones de extrema derecha que promueven principalmente la supremacía de la raza blanca y, por tanto, el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, así como la homofobia, el anticatolicismo y el anticomunismo.

Como señalamos en Prensa Obrera, esto viene de la mano de un recrudecimiento de los sectores más derechizados de la sociedad barilochense, el cual ha tenido amparo estatal.

Desde el Partido Obrero repudiamos esta nueva provocación

Hace tiempo se ha construido en el imaginario de estos manifestantes, de la mayoría de los medios locales, del partido gobernante Juntos Somos Río Negro y la “oposición”, dos grupos antagónicos: los “vecinos” de Bariloche y los otros. Los segundos son los mapuche, los del Alto, los chilenos, los del barrio Virgen Misionera; son los que ocupan tierras o habitan barrios obreros. La escalada fascistoide contra los mapuche se evidencia desde hace meses atrás y tuvo como detonante la recuperación del territorio ancestral de la Lof Lafken Winkul Mapu, en Villa Mascardi.

La gobernadora Arabela Carreras pasó de apoyar implícitamente a los manifestantes a bloquear su marcha vehicular hacia al territorio recuperado y sugerir que se concentren en el Centro Cívico cuando en las redes sociales circularon imágenes de los mismos con armas de fuego y proyectiles caseros.

El Estado provincial ha marcado un claro posicionamiento en favor de los “vecinos” y rechaza cualquier reivindicación de sus derechos por parte de las comunidades mapuche, quienes han iniciado un proceso de recuperación de su identidad. En este escenario, el gobierno pretende alimentar la tradicional lógica del “mapuche amigo” y el “mapuche enemigo”. El primero es el que acepta que la normalidad está en desarraigarse de su bagaje cultural o remitirlo solo a su faceta folklórica y vive bajo la lógica de un sistema que los excluye y los condena a la pobreza. El segundo, en cambio, es el que reivindica sus derechos, pone en debate el régimen actual e intenta romper con el sometimiento impuesto.

Por su parte, las tomas de tierra en Bariloche son cada vez más habituales y recrudecen en períodos de crisis económica como el actual. En lo que va del año hubo más de 20 tomas, lo que evidencia el grave problema habitacional. En el Instituto Municipal de Tierra y Vivienda hay registro de 10.000 personas para acceder a una vivienda. El titular de este organismo manifestó que hay “una cuestión cultural que viene desde hace muchos años, sobre todo de un sector de la sociedad barilochense que está en la zona sur de la ciudad. Lo escucho cada vez que hablo con la gente que tiene necesidades, que no tenés otra forma de tener un lote en Bariloche si no es a través de las tomas, porque la mayoría de la gente que tiene viviendas en toda esa zona, la mayoría es toma.” (Río Negro, 28/10/20)

En sus declaraciones no solo reconoce el sistema informal de acceso a la vivienda que funciona hace décadas con el aval de los distintos partidos políticos del régimen para extender su red clientelar, sino que lo circunscribe a un sector específico de la población: la clase trabajadora. Esta es una estrategia para ocultar que muchos “vecinos” y empresarios inmobiliarios acceden a la posesión de la tierra de forma irregular, amparados en el desorden administrativo en el que confluyen tres jurisdicciones gubernamentales dentro del mismo espacio: municipio, provincia y nación (a través de Parques Nacionales).

El racismo sobre el que se construyó la identidad nacional en la Argentina es fundado en la idea de que sus habitantes “descienden de los barcos” y que se dieron a la “conquista del desierto”, al sur del territorio. En este contexto de descomposición del régimen y crisis de representación del sistema político, el racismo vuelve a aflorar por su vertiente más putrefacta, llegando al punto de emular las ideas supremacistas norteamericanas.

La tarea de los partidos revolucionarios será seguir construyendo una alternativa socialista para los excluidos del régimen, porque si algo se observa en la historia del capitalismo es que el racismo y la explotación de aquellos sectores alterizados es inherente al propio modelo de explotación.