“Camionetazo”: el “plan Cavallo” bajo tierra
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El camionetazo del pasado 27 de julio ha puesto de manifiesto que el “plan de convertibilidad” está recontra agotado. La protesta rural englobó a todos los segmentos de los “productores”, desde la pequeño burguesía de la Federación Agraria hasta la fracción de la oligarquía que se agrupa en las Confederaciones Rurales (CRA). Pero además, incorporó integralmente a las producciones regionales (algodón, fruticultura) y hasta a un sector de la “agroindustria” golpeado por las importaciones de los productos alimenticios.
Subsidios y devaluación
El gobierno menemista no fue mezquino, sin embargo, en concesiones y prebendas a la oligarquía. Al comenzar su mandato, eliminó las retenciones (impuestos) a las exportaciones agropecuarias. A los productores rurales bonaerenses “hace dos años que no le aumentan los impuestos inmobiliarios, gracias al pacto fiscal que supo conseguir (la Carbap)” (Clarín, 30/6/92). Pero el “plan” Cavallo fue completamente impotente frente a la guerra comercial y de subsidios agrícolas desatada entre los diferentes bloques imperialistas. La crisis mundial ha “devaluado” furiosamente a los productos primarios y a las propias monedas otrora “fuertes”. La burguesía agraria argentina reclama, ahora, un “reintegro para las exportaciones equivalente a la diferencia entre costos y precios” (petitorio presentado al gobierno por entidades agropecuarias), lo que no significa otra cosa que una devaluación “particular’’ para el agro. Pero también reclamaron —y obtuvieron— términos de intercambio “especiales” los industriales papeleros, y se aprestan a arrancarlos ahora los textiles, petroquímicos y siderúrgicos. La suma de estas medidas solo puede ser el preludio de una devaluación general y del fin de la “con vertibilidad”.
Endeudamiento y concentración
Una devaluación agravaría, sin embargo, el cuadro del endeudamiento agropecuario, que asciende a 4.500 millones de dólares (esto es, al 50% del producto bruto anual del campo). El programa del camionetazo plantea, por ello, una refinanciación de pasivos y nuevos créditos a “tasas Internacionales” (que equivalen al 30% de la tasa de interés local).
El otorgamiento de “nuevas líneas de crédito” es especialmente reivindicado por CRA, entidad que agrupa a grandes productores que, en una Importante proporción, también se encuentran afiliados a la Sociedad Rural (que no apoyó la marcha, pero que también pugna por créditos subsidiados). La CRA defendió, en la marcha a Plaza de Mayo, el programa de rescate financiero que la Rural viene discutiendo con el gobierno. Los créditos en danza integran un “Plan de reconversión del agro argentino”, urdido entre la Rural y el secretario Solá. Como lo definió un técnico de la SRA, el plan está dirigido a “obtener la rentabilidad sobre la base de un aumento significativo de la productividad… lo que lleva a la necesidad de buscar escalas adecuadas”, es decir, un proceso de concentración de la tierra en grandes unidades, que exige “una actitud de flexibilidad por parte de los productores, quienes deben diferenciar el papel de propietario del gerencial, por cuanto en un proceso de reconversión se producirá… la delegación de algunos de estos roles” (La Nación, 25/6). A través del crédito subsidiado, lo que se financiará es el acaparamiento de tierras por parte de los productores más poderosos, y a expensas de los pequeños productores endeudados y en quiebra.
Por eso detrás de la bandera genérica del salvataje “del campo”, se oculta un proceso de aguda concentración y diferenciación social que será financiado y promovido desde el Estado. Este es el programa de Solá y Zavalía, pero que las CRA impusieron al resto de las “entidades”. En el camionetazo, la pequeña burguesía agraria marchó detrás de los planteos de la oligarquía (devaluación y concentración agraria), que conducen a una gigantesca confiscación de riqueza social a expensas de los trabajadores y pequeños productores.
¿Reconversión?
Los apologistas de la “eficiencia, economías de escala y productividad” en el agro pretenden omitir el brutal proceso de concentración que se viene desenvolviendo en el agro argentino, el que —por lo visto— no lo eximió de la crisis actual. Entre 1969 y 1988, el número de explotaciones rurales “se redujo en casi un 30% (de 538.000 a 378.000)” (Página 12, 7/3). En los últimos años, ha cobrado auge la formación de grupos de productores “coordinados” por pulpos cerealeros y b anear los, que tienden a eliminar las figuras del acopiador y del corredor de granos. Según datos de FIEL, el rendimiento de la siembra en trigo y maíz (en términos de kilos por hectárea) subió un 20 y 17%, respectivamente, en el último lustro. En los testimonios periodísticos del camionetazo, abundaron los casos de productores quebrados… luego de haberse “reconvertido” y obtenido “rindes” espectaculares.
La crisis del agro no obedece a sus “limitaciones productivas”, sino más bien a lo contrario. Esto es, al exceso de producción en todo el mundo por referencia a las posibilidades de comprada las masas. Esta crisis de sobreproducción ha mandado “a la lona “a una buena parte de los productores de la CEE y EE. UU., y se apresta a hacer lo mismo en Argentina. El gran capital terrateniente pretende resarcirse de esta quiebra a costa de una carestía mayor (no otra cosa provocaría una devaluación) y de la confiscación de la pequeña burguesía.
El camionetazo es un síntoma poderoso de crisis entre los explotadores. La clase obrera puede explotarla, si desenmascara la lucha de clases que pretende ocultarse detrás de las “reivindicaciones del campo”, y convoca a la pequeña burguesía agraria a romper con el gran capital y luchar por la condonación de las deudas de los pequeños productores; suspensión de toda ejecución de hipotecas sobre los mismos; confiscación del gran capital terrateniente y de los pulpos cerealeros que se quedan con el 80% del “margen” agropecuario; aumento salarial para el obrero rural e industrial, que incremente la demanda de los productores primarios y control obrero de la producción.