Políticas

4/8/2008|892

Caracterización de la economía de Kirchner


Para los nacionalistas que viven de los sueldos oficiales, el gobierno actual sería el equivalente a una resurrección (con perdón de Baseotto) de la independencia argentina. El canje de la deuda lo describen como una confiscación en perjuicio del capital financiero internacional, para defender el ingreso de los argentinos. La semana pasada, sin embargo, un burócrata de Economía, Sebastián Palla, reconoció ante radio Mitre que el canje pudo funcionar porque, a diferencia del default de 1990, los acreedores no eran los bancos sino los bonistas, sea de adentro o de afuera.


 


Todo esto viene a cuenta de unas declaraciones imperdibles del economista oficial Miguel Bein, en Clarín Económico (20/3). Bein explica la necesidad de darle “sustentabilidad (al) crédito público y (al) sistema financiero, ya que los bancos tienen la mitad de sus activos en préstamos del gobierno y títulos públicos”. Esa ‘sustentabilidad’ la ofrece el superávit fiscal, que garantiza el pago de la deuda y que se obtiene “con las retenciones a las exportaciones, que explican las dos terceras partes del superávit”. Es decir que cuando a los maestros o a los empleados estatales, en general, el gobierno les dice que no tiene plata para aumentarles sus básicos de 269 pesos, ellos deben saber que se están sacrificando para que el superávit fiscal pueda ir al sistema bancario.


 


Si se observa bien, entonces, la confiscación de la renta de la devaluación a los exportadores se vuelca al beneficio de los banqueros. ¿Pero se trata sólo de esto? De ninguna manera, porque no son los exportadores sino los productores los que son privados de la renta de la devaluación. Pero, además, los exportadores invierten sus ingresos o beneficios de exportación en los mismos títulos públicos que han comprado los bancos, de modo que la renta que hubieran perdido por las retenciones la recuperan por el rendimiento financiero de la deuda. Entre 2002 y 2005, la deuda pos-defol se ha valorizado en un 150%. Los nacionalistas oficiales se creen unos piolas bárbaros, pero toda su ciencia se limita a un circuito que lleva la renta extraordinaria que deja la devaluación a las cajas o tesoros de los pulpos, sean bancarios, industriales, agrarios o comerciales, un circuito que tiene al superávit fiscal como intermediario.


 


La política de morderse la cola (o sea transferir un modo de renta a otro) no concluye, sin embargo, aquí. La subvaluación del peso significa también importar la inflación que pudiera estar desarrollándose en el mercado mundial, concretamente por intermedio de la devaluación del dólar y del crecimiento de los precios internacionales en dólares o, lo que es lo mismo, no incorporar la deflación que pudiera haber en ese mismo mercado, por ejemplo a raíz de la revalorización del euro, la libra inglesa o el real brasileño. En todo caso, los precios internos aumentan en lugar de mantenerse estables o no bajan cuando deberían hacerlo. Pero como los títulos y deudas públicos que tienen los bancos y los que no son bancos se ajustan por inflación, la subvaluación del peso incrementa la renta financiera de los poseedores de bonos. Se necesita, entonces, mayor superávit fiscal y más ingresos fiscales por el comercio exterior. Lo cual es inviable.


 


La renta extraordinaria de la devaluación no se limita, sin embargo, al diferencial que deja para los que lucran con el comercio de exportación. La devaluación ha reducido el salario internacional medio en Argentina de 700 pesos –dólares a 700 pesos– pesos, lo que significa una enorme renta por devaluación para la industria y el conjunto de la burguesía. Esta renta, en lo que hace a los capitalistas privados, no ha sido capturada por el fisco, el cual se apoya en los impuestos al consumo, pero el Estado se apropió por entero de la desvalorización de los salarios de sus trabajadores. De otro lado, se han incrementado las facilidades fiscales para inversión, con lo que se puede decir que los subsidios del Estado superan lo que se debería pagar por impuesto a las ganancias. Esto mismo ocurre en la mayor parte de los países; un informe reciente destacó que el capital inglés es receptor neto del fisco británico. Ni hablemos de la descomunal evasión impositiva.


 


A la luz de todo esto, una crisis fiscal y financiera es de nuevo inevitable. Sus plazos dependen del ritmo con que se desarrolle la crisis financiera internacional, que tiene por protagonista al dólar.