Políticas

2/10/2008|1057

Carta Abierta ni se merece un laberinto

Laberinto Argentino es el cuarto de los documentos de los intelectuales kirchneristas de Carta Abierta, y el más repetitivo.

El ‘laberinto’ se refiere a la dificultad de “comunicación” del gobierno, a “la ausencia – dice-  de recursos de movilización cultural efectivos”. Parece un reclamo de empleo. Enumera, por ejemplo, los casos de la estatización de Aerolíneas, el pago al Club de París y el proyecto de movilidad jubilatoria. Pero cuando se escarba un poco se ve que el problema no es de comunicación, porque el gobierno no tiene condiciones, en el caso de AA, de “crear certezas mayores sobre su destino de empresa pública”, ni mostrar que “el pago de la deuda al Club de París” pueda servir a cancelar “las deudas sociales internas”, ni menos que se pueda lograr que, en las jubilaciones, se “eviten alquimias matemáticas”, cuando esas alquimias son necesarias para impedir que las jubilaciones acompañen a los salarios. La que tiene un problema ‘comunicacional’ es la Carta Abierta, que simplemente no sabe lo que quiere.

El problema cultural, comunicacional y simbólico que los intelectuales K le adjudican al gobierno, hizo crisis, según los autores, con “los incidentes ferroviarios”, donde “lo previo hubiera sido reconocer de inmediato las condiciones inaceptables en que viajan millones de personas, víctimas de una grave injusticia social”, “antes de incurrir en un lenguaje de imputaciones que recuerdan tramos oscuros de la historia inmediata”. Pero el macartismo oficial no es de hoy, ya se manifestó contra el movimiento piquetero, el Cuerpo de Delegados del Subte o los trabajadores del Hospital Francés. Los ‘cartistas’ evitan, sin embargo, pronunciar la palabra que empieza con C y la que empieza con O: Cirigliano y Othacehé. Es decir que por omisión de palabra, los comunicadores resultan cómplices de un saqueador capitalista y de un intendente ligado a ‘tramos oscuros’. ¿Cómo se resuelve el problema comunicacional de los comunicadores de Carta Abierta? Los mencionados no se privan tampoco de “repudiar la destrucción de bienes públicos” sin identificar a quiénes se refieren -en la misma línea macartista del inhábil comunicador Aníbal Fernández.

Los intelectuales de las “cartas abiertas” se repiten una y otra vez en la defensa del gobierno frente “a los golpes del complejo agromediático” (siguen sin comprender que el gobierno es parte de la patria sojera). Para demostrar que “los activistas agrarios se dejaron barnizar por lenguajes de izquierda”, mencionan al intrascendente Castells, pero ni mencionan el hecho de que tanto los sojeros como el gobierno y la propia Carta Abierta han conspirado para que no emerja como fuerza el proletariado rural y los trabajadores de los pueblos rurales.

Los intelectuales se refieren a un “gobierno en disputa”, pero no dice entre quiénes, porque los que se disputan el gobierno son los distintos grupos capitalistas; otros, como los piquetruchos o la propia Carta están pintados.

El párrafo más audaz de esta Carta desesperada está dedicado a “la movilización de todos los recursos políticos, culturales y reflexivos para acompañar al gobierno de Evo Morales”, lo cual es mentira: los centroizquierdistas regionales toleraron los atropellos de la derecha y solamente se reunieron a deliberar para frenar la movilización indígena al Oriente boliviano.

La quinta carta que ya imaginamos buscará explicar el déficit comunicacional del arreglo con los fondos de inversión y los ladrones del Citi y el Deutsche Bank, que en su momento violaron los contratos de seguro de los depósitos bancarios en Argentina, y provocaron el defol de 2001.

No se puede decir siquiera que los intelectuales de Carta Abierta se encuentren en un laberinto, y no el gobierno, porque el laberinto o la encrucijada solamente se aplica al que busca dificultosamente una salida. Los ‘cartistas’ sólo buscan lamer el oído del poder. La impotencia del nacionalismo burgués arrastra sin concesiones a sus exégetas intelectuales.