Políticas

19/8/2004|864

Castells y Moyano, de nuevo

Raúl Castells quizás haya logrado un buscado impacto mediático y hasta puede vanagloriarse de haber sido un protagonista de las peleas dentro del nuevo triunvirato de la CGT, pero sus abrazos con Moyano y el resto de los burócratas que lo rodeaban es una in­equívoca manifestación de confianza políti­ca en la burocracia sindical.


Es indudable que Moyano ocupa una po­sición especial dentro de esa burocracia, pe­ro esto no lo hace menos contrario a los in­tereses obreros, ni menos favorable a los in­tereses capitalistas. Así como un directorio rinde cuentas a los accionistas por medio de la ‘memoria y balance’, la dirección de los sindicatos también lo hace, aunque ella no lo quiera, a través del estado social de la cla­se obrera. Con cuatro millones de desocu­pados y el salario real más bajo de la histo­ria, si la burocracia fuera él directorio de una empresa ya habría sido cesanteada. Moyano, que en un principio apoyó a Menem, y más tarde, en otro principio, apo­yó a De la Rúa y Chacho, ha sido al final un inquebrantable sostenedor de Rodríguez Saá, Duhalde y Kirchner -los artífices de la mayor confiscación del pueblo de que se ten­ga memoria-. El mismo Moyano acaba de poner sus huellas en la ‘reforma laboral’ que no hace sino copiar a la de la Banelco, com­batida por el movimiento piquetero. La Banelco II es la piedra basal de todo el edi­ficio de superexplotación obrera y de control absoluto de los lugares y condiciones de tra­bajo por parte de la patronal. Cualquier as­censo obrero deberá barrer con esta situa­ción, en primer lugar. ¿Se puede ofrecer la confianza política a los que han colaborado con este encarcelamiento de la clase obrera o han sido sus cómplices?


Moyano representa, además, a la frac­ción de la llamada CGT disidente, en la que se destaca la burocracia de la UTA, que car­nereó hasta el final la lucha de Metrovías por las seis horas.


¿A cuento de qué, entonces, tanto abra­zo? Una cosa son los acuerdos concretos, en circunstancias concretas, con alguna frac­ción de la burocracia, con vistas a reforzar la posición de la clase obrera frente a la bu­rocracia; otra cosa son los actos políticos de confianza política en ella.


Es cierto que Moyano y sus colegas han estado enfrentados a los llamados ‘gordos’, pero lo que importa no son las roscas sino las políticas. La fracción moyanista se ha destacado por actuar como bisagra para contener a los movimientos de oposición a la burocracia de los Daer. Esta característi­ca obliga a los luchadores a diferenciarse de ella y a denunciarla con todo vigor. AI final, ha pactado previsiblemente con ella para ‘reunificar’ a la CGT. Como dice la infor­mación cotidiana, Moyano es la “vía de ac­ceso” de los ‘gordos’ a Kirchner. La ‘reunifi­cación’ apunta a ‘neutralizar’ al movimien­to piquetero. Para Moyano el movimiento piquetero “está agotado”, pero no así la bu­rocracia sindical. ¿Alguien duda, acaso, de que la ‘reunificación’ de la CGT es una par­te del pacto que han sellado Duhalde y Kirchner de cara a la completa entrega al FMI?


Uno tiene la impresión de que Castells anunció la marcha a la CGT imaginando un escenario de confrontación con el triunvi­rato. Cuando Lingieri y la Rueda anuncia­ron su boicot al evento, Castells cayó de bruces en los brazos de Moyano. Además de esta improvisación, Castells produce su abrupta confianza política en la burocracia de los sindicatos que se ha ‘reunificado’ a pedido del gobierno, luego de una maratón de declaraciones que anunciaban la ‘rebe­lión popular’ contra Kirchner. Que haya pa­sado por alto esta contradicción es un sín­toma de aventurerismo. Es cierto que en su contradictoria trayectoria política, Castells ha coqueteado con el moyanismo en el pa­sado.


Lamentablemente, Castells se ha veni­do desempeñando como un llanero solitario desde que finalizó la última Asamblea Nacional de Trabadores. Ha contribuido con esto a la teoría y a la práctica de “la fragmentación de los piqueteros” que impulsan el gobierno y el imperialismo. Es indudable que en un movimiento donde actúan las más diversas tendencias políticas deberá producirse una ‘fragmentación’ si ellas atienden a sus intereses particulares. En este caso, los intereses particulares lo han llevado a Castells a un acto de confianza po­lítica en la burocracia sindical del gobierno de Kirchner delante de los medios de co­municación masiva. La posición piquetera frente a la CGT debe ser fijada por la ANT en forma colectiva.


Llamamos a Castells y al Mijd, así co­mo a otros movimientos de luchadores que coquetean con el gobierno, a no depositar ninguna confianza en ningún sector de la burocracia sindical y a luchar dentro del movimiento piquetero por una nueva direc­ción de los sindicatos.