Políticas

6/10/1994|429

Cavallo “rompe” con el FMI

Los charlatanes del oficialismo se jactan, y aún lo siguen haciendo, de que Cavallo presenta los proyectos de presupuesto en tiempo y forma, a diferencia de lo que ocurría en el pasado. Pero desmintiendo a estos impostores, Cavallo tuvo que presentar, adentrados ya nueve meses en el ’94, una versión reformada del proyecto que le habían aprobado a fines del año pasado, por la simple razón de que se había quedado con un faltante de 900 millones de dólares, que no tienen financiación prevista. Este hecho no sólo ha servido para confirmar que el ministro es un impostor, sino que también sirvió para que se sepa que el gobierno no puede cumplir con las metas fiscales pactadas con el FMI, ni tampoco con el programa de endeudamiento previsto. El gobierno no tiene los recursos para pagar los intereses de la deuda externa, lo cual lo obliga a tomar nueva deuda,  además de la que ya necesitaba para renovar los vencimientos del capital. Durante un tiempo el gobierno pudo reducir el monto de la deuda externa por medio de las privatizaciones, aunque nunca en el mismo valor; luego sólo estuvo en condiciones de pagar los intereses gracias a nuevas privatizaciones y a renovar los vencimientos con el ingreso de nuevo capital; ahora ya no tiene para pagar los intereses, con lo que entra en el ciclo ya conocido desde 1981, de incremento geométrico de la deuda externa. De acuerdo al ex ministro Sourrouille, en tales condiciones la deuda externa deberá crecer de aquí al año 2.000 entre 50.000 y 55.000 millones de dólares (Clarín, 30/9);  si a esto se agregara el endeudamiento necesario para financiar el déficit comercial, la deuda externa podría crecer, a esa fecha, en 75.000 millones de dólares. Se llegaría así, en poco más de un quinquenio, a una deuda externa de 150.000 millones de dólares, aunque esta cifra podría ser fácilmente superada.


En un contexto más inmediato, el gobierno, según estima el estudio Broda, necesita endeudarse por dos mil millones de dólares de aquí a fin de año, para hacer frente a obligaciones fiscales, y en otros cuatro mil a seis mil millones, en 1995, por motivos similares. Como esto no está previsto en el proyecto de presupuesto enviado para el próximo ejercicio, ya se puede adelantar que es trucho.


Todo lo anterior demuestra que el gobierno menemista nunca tuvo equilibrio fiscal, ya que siempre tuvo que recurrir a privatizaciones y nuevos capitales para, por lo menos, amortizar la deuda que vencía. Excluidos estos rubros financieros, como realmente corresponde, el déficit fiscal fue regularmente del orden de los 30.000 millones de dólares, algo así como el 80 por ciento de los ingresos previstos en concepto de impuestos y tarifas. El desbalance fiscal, incluso después de gastar las privatizaciones y de contraer nuevos empréstitos, significó una ruptura de los compromisos con el FMI. Como el asunto no tiene arreglo, Cavallo y el FMI se pusieron de acuerdo para que el primero rompa con el segundo y para que el faltante fiscal fuera cubierto con nuevas deudas, sin que importe para ello el fabuloso crecimiento de los intereses que los préstamos internacionales conocieron en el último año.


Una muestra de las dificultades del gobierno se pudo observar cuando fracasó en  colocar “letras de tesorería” a una tasa de interés inferior a la reclamada por los especuladores. Este incremento virtual de la tasa de interés deberá afectar a los préstamos a la industria y al nivel de incobrabilidad que ya se está manifestando. Se estiman en tres mil millones de pesos los cheques que fueron librados sin fondos y en 12.000 millones de pesos la morosidad de la cartera de créditos de los bancos.


Cavallo decidió ponerle buena cara al mal tiempo, por lo que declaró que ya no precisa del FMI. Para salir del paso agenció a un conjunto de bancos internacionales, encabezados por el First Boston, dispuestos a conseguir la plata que necesita Cavallo al precio de cobrar mayores intereses, mayores comisiones y , por sobre todo, quedarse con la privatización de las restantes empresas estatales. Todo esto depende, claro, de que la insolvencia fiscal de Argentina y la creciente complicación financiera internacional no lleven a una fuga de capitales, la que daría por tierra con el ministro y con sus bancos salvavidas. La disminución de las reservas del Banco Central en 600 millones de dólares, en setiembre, y la creciente dolarización de la circulación de moneda, están poniendo en evidencia un principio de fuga de capitales, en términos de divisas.


“Complica” la situación y ayuda, claro, a entenderla mejor, la circunstancia de que acaba de ocurrir algo similar en Brasil, cuyo gobierno también acaba de romper por acuerdo mutuo con el FMI. La permisividad de éste con los desequilibrios fiscales obedece a que los bancos están interesados en que países como Argentina y Brasil salgan a pedir plata afuera, ya que existen fondos ociosos que no tienen oportunidad de colocarse lucrativamente. Solamente los “fondos de cobertura financieros” manejan una cifra de 30 billones de dólares, que necesitan ser colocados de una u otra manera en el mercado internacional.


Sin embargo, una reciente decisión del principal banco especializado  en préstamos internacionales, el Chemical Banking, delata hasta qué punto estamos en presencia de un verdadero aventurerismo financiero. La entidad, primera en el ranking de préstamos sindicados con otros bancos, ha decidido retirarse del negocio debido al grado de deterioro de la posición de quienes solicitan los préstamos, lo que podría llevar a una bancarrota como la que tuvo que enfrentar con la crisis que se desató a partir de 1982 (The Financial Times, 29/9). El Chemical denuncia a los otros bancos, y en especial al First Boston, como los principales responsables de ese aventurerismo financiero, que es el producto, dice, de la caída de beneficios que está experimentando la especulación internacional, incluidas algunas bancarrotas absolutamente extraordinarias.


En definitiva, detrás de la ruptura con el FMI se oculta la bancarrota de la política oficial y el intento de salir para adelante con un incremento oneroso y extraordinario de la deuda externa.