Políticas

20/2/1996|482

Chau Bordón ¿Adónde va el Frepaso?

De la crisis del Frepaso y de la renuncia de Bordón se han escrito toneladas de papel y gastado muchísimas horas de sonido y de imagen, ¿pero se ha dicho lo esencial?


Durante los dos meses de trajín del vodevil centroizquierdista, en Argentina se destruyó virtualmente la legislación laboral a través del convenio Fiat-Smata; se firmó otro ignominioso acuerdo con el FMI, que significará un colosal impuestazo y un desmesurado aumento de la desmesurada deuda pública y de la deuda externa; y el Congreso votó una suma del poder público en materia económica para Menem, que liquida literalmente a la última reforma constitucional. Desde sus carpas instaladas en la costa, los dirigentes de diestra y de siniestra del Frepaso le dieron vuelta mil veces a los entresijos de su interna, pero en ningún momento plantearon una oposición política resuelta a esta masacre contra los derechos políticos ciudadanos y los laborales de los trabajadores; en ningún momento la polémica interna giró en torno a cómo parar este ataque fundamental. Por eso, si hubiera que juzgar las posiciones respectivas de Bordón, Alvarez o La Porta a la luz de sus silencios frente a este ataque, resultaría claro que nada los diferencia, que están de espaldas a los intereses más esenciales de las masas y que son cómplices de hecho de esta ofensiva que los principales representantes capitalistas juzgan estratégica y fundamental. Una conclusión de todo esto es que el Frepaso ha dejado totalmente la iniciativa política en manos del menemismo, no por causa de su crisis, sino que esta crisis es la consecuencia de su incapacidad para ser una alternativa de las masas agredidas para luchar contra el régimen menemista.


Aunque enfrentados sobre las candidaturas para las próximas elecciones en la Capital, tampoco esto los diferencia realmente. Porque ningún ala del Frepaso plantea una movilización contra la hipoteca financiera con que es entregada la Capital a sus futuras autoridades; contra los contratos leoninos que saquean sus finanzas y a sus habitantes;  contra el régimen de sometimiento económico al que la condenan los acuerdos con el FMI en forma similar al conjunto de las provincias; o contra la liquidación del régimen de salud y de educación del distrito. En noviembre pasado, el Frepaso de Capital levantó una movilización que pretendía protestar contra la continuidad de Domínguez.


La crisis del Frepaso, es cierto, fue detonada por la intención de Bordón de rematarlo en beneficio de la candidatura de Beliz, pero al actuar de este modo, el mendocino no hizo más que aplicar el ‘espíritu del Molino’. ¿O acaso la alianza de Alvarez con Bordón no significó rematar al Frente Grande en beneficio de este último, sin importar su filiación clerical, su política privatizadora y anti-salarial, sus lazos con el cavallismo y su condición de agente de un ala del imperialismo yanqui? Alvarez llegó a aceptar una victoria de Bordón en las internas del Frepaso, sólo para no quebrar el ‘nuevo espacio social’ que se atribuía al ‘Pilo’. El Frente Grande también admitió que Beliz podía ser candidato suyo a estatuyente. ‘Ganar espacio’, no conquistar a las masas por medio de la lucha, es la posición oficial del Frente Grande que Bordón hizo suya hasta las últimas consecuencias.


La renuncia de Bordón a la presidencia de PAIS y a la banca del Senado es la consecuencia de la completa derrota que sufrió en su propia agrupación; los seguidores de Bordón, en la Capital, se aferran a la posibilidad de llegar a la estatuyente (e hipotéticamente, a la intendencia) en la lista de La Porta. Es también la consecuencia de que la candidatura de Beliz no levantó vuelo, lo cual se debe a que la crisis en el justicialismo y en el menemismo aún no ha madurado lo suficiente.


¿Dentro de qué perspectiva se encuadra esta renuncia? En principio, para los políticos patronales se presentan dos escenarios para disputar la sucesión de Menem: uno es la interna justicialista, el otro es un frente opositor. Este último salió muy  golpeado de la crisis, aunque todavía no está difunto, esto porque dentro del justicialismo no levanta cabeza todavía la candidatura opositora a Duhalde. Si el que se perfila como jefe del anti-duhaldismo, Cavallo, no avanza dentro del menemismo, la posibilidad de que los grandes capitales escojan una alternativa opositora, puede replantearse. Bordón no escondió en ningún momento que apostaba sus fichas a este bloque de los Beliz, Ortega y, en definitiva, Cavallo.


La crisis con Bordón planteó por un momento la posibilidad de que el centroizquierdismo se radicalizara. El fracaso de la política de los ‘espacios’ podía llevar al chachismo a una posición combativa que enfrentara el riesgo de perder el capital político que ha acumulado. Pero a medida que pasan los días, las señales de un viraje semejante brillan por su ausencia; los voceros del Frente Grande han mantenido hasta el límite una política apaciguadora con la derecha. El centroizquierdismo sostiene que se puede cambiar la realidad política con maquillajes en los andariveles institucionales, sin que deba intervenir para nada una lucha enérgica de las masas. Toda la experiencia histórica milita en contra de esta posición.


La crisis del Frepaso ha expuesto al centroizquierdismo tal como es: en sus miserias. Sin embargo, es precisamente ahora que una parte de la izquierda —el PC y el Ptp, entre otros— se prepara para votar al Frepaso en la Capital, aunque este planteo ya estuvo presente en las elecciones del 14 de mayo pasado. Dada su política de total compromiso con el gran capital internacional, el Frepaso, sin embargo, no representa ninguna línea de ruptura con el régimen actual, es más bien su cómplice. Por esto mismo, ni aun en la hipótesis de que llegara a ganar las elecciones, representaría un cambio en la relación de fuerzas política. La sartén por el mango la tiene el que impone la política del país, el menemismo, no el que ejecuta fuegos de artificios en elecciones parcializadas y restringidas. Sólo una movilización de masas puede cambiar la agenda de tareas políticas en el país. Es en función de esta perspectiva objetiva que se plantea formar un frente de izquierda.