Políticas

20/3/2003|793

Choque de civilizaciones

La globalización ha concluido en una serie de guerras de carácter cada vez más explosivo y en una tendencia a la disolución de la relaciones políticas internacionales; el próximo paso, una dislocación de la economía mundial, no se hará esperar. La fantasía de la extensión de la modernidad a los últimos rincones del globo ha sido reemplazada por la evidencia de que el imperialismo es la etapa histórica de la barbarie del capital. Luego de la disolución de la Unión Soviética, el mundo reaprende que el límite del capital es el capital mismo. Luego de haber declarado el entierro de la revolución de Octubre, la humanidad redescubre, a un terrible costo, que la época del imperialismo es una época de guerras y, por lo tanto, de revoluciones.


Tienen razón los que dicen que la guerra inminente no es solamente por el petróleo. La guerra es la política cuando han fracasado los otros medios. Luego de una década de burbujas financieras, el capital no tiene otro medio para salir de la crisis que la guerra. El objetivo de la guerra es producir una reestructuración entre los estados y las clases que permita imponer los planes salvajes que son el último recurso para el rescate del capital. En la lista se inscriben desde el aplastamiento de las aspiraciones nacionales de los palestinos hasta la liquidación de la previsión social en las naciones desarrolladas. En el recorrido el imperialismo se llevará puesta a la Unión Europea y a las naciones ahogadas por la deuda externa.


La guerra imperialista (Balcanes, Chechenia, Afganistán, Irak….) ilumina un fenómeno crucial de la época actual, a saber, que la restauración capitalista en la ex URSS, que comenzó la burocracia stalinista hace más de 70 años, no puede ser coronada dentro de límites locales o exclusivamente económicos, sino que constituye necesariamente una empresa contrarrevolucionaria que deberá afectar a todas las naciones, mundialmente. La revolución de 1917 significó la posibilidad de un salto cualitativo en el nivel de la civilización; la restauración del capitalismo sólo es posible por medio de un retroceso del nivel histórico de la civilización mundial. Es cierto que hay un choque de civilizaciones, pero no entre la islámica y la occidental sino entre la capitalista y el socialismo.


La guerra inminente acabará con las precarias salidas que han pergeñado los Lavagna o los Lula por instrucciones del FMI. Decenas de millones de personas ya se han incorporado activamente a la política mundial, luchando contra la guerra. Entramos en un período de convulsivas crisis políticas y de rebeliones populares, donde el reclamo de que se vayan todos se hará sentir en todo el planeta.