Chubut: mucho más que una amenaza de defol

La noticia de que Chubut no estaba en condiciones de pagar su deuda -y el anuncio de que su gobierno se proponía “reestructurarla”-  conmovió al ambiente político del país.


Este año le vencen a Chubut casi 7.000 millones de pesos de deuda, de la cual el 75% fue emitida en moneda extranjera. El déficit provincial es de 9.000 millones de pesos, equivalente al 20% de los ingresos. La gota que rebalsó el vaso fue la disparada del dólar, que elevó la deuda emitida en pesos en casi 3.000 millones.


Por más que se lo pretenda disimular, Chubut está al borde del precipicio. Una refinanciación de la deuda a tasas más bajas -a la que aspira el Ejecutivo provincial no es más que una perspectiva fantasiosa. Más que nunca, los especuladores reclaman rendimientos elevados y mayores reaseguros respecto de la capacidad de pago de la provincia. El gobernador, en ese cuadro, agitó el fantasma del defol para forzar a la Legislatura a aprobar la emergencia económica y ratificar el Pacto fiscal. Estamos en presencia de una extorsión dirigida a avanzar en un ajuste en regla.


La deuda provincial


Pero, Chubut es apenas la punta del iceberg. La deuda pública viene creciendo a ritmos vertiginosos y dentro de ella, las deudas provinciales, las cuales estarían creciendo al doble de velocidad que el stock nacional de deuda. Según el Observatorio Fiscal Federal, el conjunto de las deudas provinciales habrían superado los 36.000 millones de dólares  a fines de 2017. Una gran parte de ese volumen proviene de endeudarse con el exterior.


En este contexto, la Casa Rosada se apresuró en establecer una red de contención dando ciertas facilidades y adelantos a Chubut para hacer frente a la coyuntura inmediata, y evitar una reacción en cadena de consecuencias impredecibles.


Este cimbronazo en el sur  se da en momentos en que declinan los valores de los bonos del Tesoro estadounidense y la Reserva Federal viene aumentando la tasa de interés. Ello encarece la operación especulativa conocida como ‘carry trade’, que consiste en comprar activos financieros en los denominados países emergentes explotando la mayor tasa de interés que pagan éstos últimos. Pero, en ese contexto, reducir la tasa de interés local, como le viene reclamando el gobierno al presidente del Banco Central, Sturzenegger, cuando se desarrolla esta presión para un reflujo de los capitales “invertidos” aquí, podría desatar una estampida en el mercado de cambios de Buenos Aires.


Devaluación y carestía


Por lo pronto, la disparada que ya se produjo de la divisa empieza a golpear sobre la carestía. Las petroleras han anunciado un incremento de los combustibles y se vienen aumentos de alimentos y de productos de consumo exportables, lo que también se extiende a los insumos importados.


Esto abre un espiral inflacionario que, más temprano que tarde, vuelve a provocar un atraso cambiario y es el puntapié para una nueva escalada del dólar. Las principales víctimas son los trabajadores. El único precio que el gobierno se empeña en “estabilizar” es el salario, imponiendo un techo a las paritarias del 15%.


Déficit récord y guerra comercial


El alza del dólar se ha dado este último mes con el guiño del gobierno. El Banco Central no ha intervenido en el mercado cambiario, permitiendo que se dispare la divisa. Pero esto no está trayendo los supuestos efectos “benéficos” que pregonan sus promotores. El año 2017 arrojó un déficit comercial récord y hay coincidencia que, con devaluación y todo, esta tendencia va a continuar en el año en curso.


Este déficit proviene de un aumento significativo de las importaciones. Una de las ramas de la actividad donde este fenómeno se registra con más fuerza es en la industria automotriz. Aunque las ventas en el país han aumentado,  una parte cada vez más importante corresponde a autos importados. Esto va de la mano con una caída de la producción de las terminales radicadas en Argentina y de las autopartistas, incluidas las fábricas de neumáticos, lo cual se agrava pues una parte de su oferta local la cubren con productos importados. El Mercosur, como nunca, está en ruinas, devorado por el impacto de la crisis mundial, que alienta choques y rivalidades entre sus miembros, quebrantando todos los acuerdos de intercambio y compensaciones comerciales establecidos entre éstos. “Este fenómeno se explica principalmente por la débil actividad económica de Brasil, que volcó hacia la exportación la producción del sector automotriz ante una débil demanda interna, junto con un relajamiento en las normas de importación de nuestra economía” (Ecolatina, Clarín, 28/1). De acuerdo con trascendidos, Brasil estaría fogoneando una mayor devaluación de su moneda para mejorar su penetración comercial en otros mercados.


Esto se extiende a las exportaciones. Al bloqueo a la venta de biodiesel a Estados Unidos y la crisis de las negociaciones de comercio con la Unión Europea, se le une ahora la noticia de que la Casa Blanca estaría a punto de establecer una restricción de “las importaciones de aluminio y acero a Estados Unidos, un posible giro que ha generado preocupación en la Argentina, ya que, de concretarse, puede llegar a afectar las exportaciones del país y desatar un conflicto en el comercio global” (Clarín, 4/1). En 2017, hasta noviembre, la Argentina le vendió a Estados Unidos unos 200 millones de dólares en tubos de acero y más de 430 millones de dólares en aluminio en bruto.


Todas son evidencias claras de que el mercado mundial es un terreno de guerra entre intereses capitalistas enfrentados.


Perspectivas


El déficit de cuenta corriente acumulado en los últimos doce meses llega a casi 27 mil millones de dólares, el mayor rojo desde 1998, que equivale al 4,5% del PBI. Una parte cada vez más creciente del endeudamiento ha ido a parar al pago de intereses y amortizaciones de la deuda externa, regalías y pago de dividendos al exterior a lo que hay que agregar la fuga de capitales, que no se ha frenado en los dos años de gestión macrista. En estas circunstancias, un parate en el endeudamiento, produciría un colapso.


Esta situación es lo que explica que el gobierno está rascando la olla donde puede, con tal de hacerse con dólares. Una reciente comunicación del Banco Central de Argentina habilita al Estado a tomar parte de los dólares de depósitos para financiar al Tesoro, algo que estaba prohibido a partir de la experiencia que dejó la bancarrota de 2001 y el corralito. Por otra parte, el gobierno ha generalizado la compra-venta de dólares por parte del público con la esperanza de aumentar la oferta de divisas y descomprimir la presión existente sobre el mercado cambiario. Esto se suma al financiamiento en pesos, a través del saqueo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, luego de haber llevado a un hipotecamiento insostenible al Central.


Esto vuelve a poner de manifiesto las contradicciones y desequilibrios crecientes del armado de la política económica oficial. Una estrategia de la clase obrera debe tener como punto de partida este escenario explosivo y el carácter irreversible del período de bancarrotas capitalistas.



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