Políticas

22/1/2009|1070

Cincuenta aniversario de la Revolución Cubana (IX)

De la entrada en La Habana a Playa Girón

El Estado batistiano había quedado desmantelado como consecuencia de la revolución. El Ejército Rebelde se convirtió en la fuerza armada de la nación, pero las masas no fueron armadas. La policía -depurada- fue puesta bajo el mando de comandantes que habían combatido en la Sierra. Los altos funcionarios del gobierno batistiano fugaron al exilio; los que no lo hicieron, fueron detenidos. Los jueces de la Corte Suprema fueron destituidos.

El gobierno estaba encabezado por conocidas figuras de la burguesía opositora a Batista: Manuel Urrutía (presidente), José Miró Cardona (primer ministro), Roberto Agramonte (canciller), Rufo López Fresquet (finanzas); Felipe Pazos (presidente del Banco Nacional).

El gabinete fue una tentativa de compromiso político con la burguesía cubana e incluso con el imperialismo. La revolución se había hecho en nombre de la vigencia de la Constitución de 1940, derogada por el golpe de Batista en 1952.

El imperialismo norteamericano, sin embargo, hostilizó al nuevo gobierno desde el primer día. Los norteamericanos iniciaron su campaña hostil con motivo de los primeros decretos del nuevo gobierno.

El 6 de enero, el gobierno decretó la disolución de los partidos políticos con el propósito de depurarlos de las camarillas que habían colaborado con Batista y reorganizarlos con vistas a las futuras elecciones, anunciadas para mediados de 1960. Otro decreto, de la misma fecha, estableció la pena de muerte para los responsables de crímenes de guerra. Comenzaron a funcionar tribunales revolucionarios para juzgar a los torturadores y asesinos del régimen caído. Estos juicios fueron denunciados en Estados Unidos por la revista Time y prominentes miembros del Senado.

El establecimiento de los tribunales provocó la renuncia del presidente Urrutía y del primer ministro Miró Cardona. Urrutía la retiró; Miró Cardona la hizo efectiva a comienzos de febrero. Fidel Castro -que hasta entonces no formaba parte del gobierno- lo reemplazó como primer ministro. Así, la presión del imperialismo condicionó a todos los actores políticos y comenzó a definir los campos.

En marzo, el gobierno decretó la rebaja de los alquileres, la intervención de la compañía telefónica (norteamericana) y la expropiación de las propiedades de los altos funcionarios de Batista. En mayo decretó una reforma agraria dentro de marcados cánones capitalistas. Establecía un límite máximo de 400 hectáreas para las explotaciones agrícolas, excepto para las azucareras y arroceras (1.342 hectáreas). Las compañías extranjeras podían superar esos límites si el gobierno consideraba su explotación de “interés nacional”. Los propietarios recibirían una compensación equivalente a la valuación fiscal de la tierra, pagadera con un bono a 20 años y un interés del 4,5% anual. La tasa era superior y el plazo inferior a otras experiencias de reforma agraria (como las de Japón o Taiwán). Las tierras confiscadas serían repartidas entre los campesinos o explotadas por cooperativas. La reforma incluía una vieja reivindicación nacionalista: prohibió a los ingenios azucareros extranjeros (casi todos norteamericanos) poseer plantaciones de caña (que a partir de la promulgación de la ley debían pasar a manos de propietarios cubanos).

Ninguna de estas medidas era socialista. Ostensiblemente, la reforma agraria quedó por atrás del proyecto aprobado en 1958 en el Congreso de Campesinos en Armas celebrado en la Sierra Maestra.

Desde Miami comenzaron vuelos sobre Cuba para arrojar, indistintamente, bombas o propaganda contrarrevolucionaria; ante las protestas cubanas, el gobierno norteamericano declaró no tener medios para impedirlos. El vicepresidente Richard Nixon reclamaba la preparación de una fuerza armada para invadir la isla; la CIA trabajaba activamente con los exiliados en Miami. Dentro de Cuba, los ganaderos de Camagüey se convirtieron en el centro de la agitación contrarrevolucionaria.

Radicalización

La presión norteamericana provocó la primera crisis de gabinete. El 11 de junio, Estados Unidos presentó una protesta diplomática contra la reforma agraria; rechazaba el monto de las compensaciones y reclamaba su pago en efectivo. Al día siguiente de esa nota, luego de un encarnizado debate en el gabinete, Fidel Castro forzó la renuncia de los ministros que se habían opuesto a la reforma agraria. La mayoría de ellos pasó a la oposición y comenzó a conspirar con los norteamericanos. En julio estalló una nueva crisis: Castro denunció públicamente al presidente Urrutía por conspirar para “provocar la agresión extranjera”. Urrutía renunció.

La hostilidad del imperialismo puso en crisis al MR26 y al Ejército Rebelde. En junio renunció el jefe de la Fuerza Aérea, que se fugó a Miami para trabajar para la CIA. Una crisis todavía mayor estalló en julio, cuando Hubert Matos, comandante militar de Camagüey, los oficiales a su mando y la dirección local del MR26 denunciaron al gobierno y anunciaron su paso a la oposición. Fueron detenidos y juzgados.

Ante cada golpe del imperialismo, la revolución se radicalizaba. Como consecuencia de la crisis en Camagüey, fueron obligados a renunciar la mayoría de los ministros burgueses, partidarios de un entendimiento con Estados Unidos. En apenas seis meses, no quedó casi ninguno de los ministros del gabinete inicial (la excepción era el ministro de Finanzas, López Fresquet). Desapareció la “unidad nacional” de los primeros días de la revolución.

El nuevo gabinete decretó nuevas medidas contra los intereses norteamericanos. Nacionalizó los hoteles, expropió tierras de la Bethlehem Steel y de la International Harvester, y obligó a las petroleras a perforar los pozos concesionados. En respuesta, Estados Unidos amenazó con cortar la cuota azucarera cubana. El respaldo popular al gobierno revolucionario y a Fidel Castro era abrumador. El 1º de Mayo y el 26 de julio tuvieron lugar enormes concentraciones populares en La Habana.

Asfixia económica

Mientras alentaba las conspiraciones internas -fueron desmantelados grupos armados que operaban en la Sierra Maestra- y las del exilio, el imperialismo organizaba la asfixia económica de Cuba. Sus exportaciones a la isla cayeron drásticamente; las fuentes de financiamiento se cerraron. En Cuba las grandes empresas y los propietarios de tierras organizaban el desabastecimiento y promovían el desempleo. El gobierno cubano se dirigió a Europa para obtener los bienes y el financiamiento que Estados Unidos le negaba, pero, bajo la presión norteamericana, los gobiernos europeos rechazaron otorgar los préstamos que solicitaba Cuba. La isla enfrentó una crisis de productos de primera necesidad mientras crecía la desocupación.

Ante a la agresión económica, Cuba firmó un tratado económico con la URSS. El gobierno soviético se comprometió a comprar a Cuba 425.000 toneladas de azúcar y una cantidad de otros productos y a venderle petróleo y otros bienes industriales. Además, ofrecía el financiamiento que le negaban Estados Unidos y Europa. Cuba se transformaba en el centro de una crisis internacional.

El 17 de marzo, poco después de la firma del tratado con la URSS, renunció López Fresquet, el último de los ministros burgueses que permanecía en el gabinete. El mismo día, el presidente norteamericano Eisenhower autorizó a la CIA a armar y adiestrar a los exiliados cubanos.

Expropiación del capital norteamericano

El gobierno cubano, en conocimiento de los preparativos militares de la CIA, lanzó nuevas medidas contra la reacción. Intervino los diarios y los canales de TV privados (convertidos en tribunas de la contrarrevolución) y confiscó un millón de hectáreas de propiedad de grandes compañías, muchas de ellas norteamericanas. A fines de mayo, ordenó a las tres refinerías que operaban en la isla (Shell, Esso, Texaco) que procesaran el crudo importado de Rusia. Bajo presión norteamericana, las refinadoras rechazaron la orden; fueron intervenidas. The Wall Street Journal revelaba por esos días que el gobierno norteamericano preparaba la invasión de la isla.

El 6 de julio, Eisenhower redujo la cuota azucarera cubana. Castro denunció la “guerra económica” contra Cuba. El 6 de agosto, el gobierno cubano expropió las refinerías, las compañías de teléfonos y electricidad y todos los ingenios de propiedad norteamericana. Estados Unidos respondió con una prohibición de las exportaciones a Cuba. En respuesta, el gobierno cubano expropió a mediados de agosto más de 500 empresas agrícolas e industriales de capital norteamericano. En enero de 1961, Estados Unidos rompió relaciones con Cuba. Los preparativos para la invasión se aceleraron.

En abril de 1961, Estados Unidos lanzó la largamente preparada invasión en Cuba. Gracias a una extraordinaria movilización popular y a la adopción de medidas represivas excepcionales contra la reacción interna, la revolución logró derrotar a los invasores en Playa Girón. Fidel Castro declaró entonces el carácter socialista de la revolución cubana. La declaración fue recibida con un silencio hostil por el gobierno soviético y fue rechazada por los partidos comunistas de América Latina. El argumento en contra era que la revolución cubana era democrático-burguesa; la oposición obedecía a que la proclamación socialista la hacía una dirección independiente del aparato internacional del stalinismo. En la crisis de los misiles, en octubre de 1962, esta independencia dará paso a un choque abierto.

Estatización de los sindicatos

Luego de adherir a la revolución a último momento (a caballo de la victoria), el PSP (el partido stalinista) jugó hasta comienzos de 1960 un papel de segundo orden en la revolución. Incluso, la prensa castrista y el propio Castro habían tenido algunos duros cruces con el PSP durante la primera mitad de 1959. El acuerdo comercial con la URSS, al que Cuba recurrió por el bloqueo comercial y financiero de Estados Unidos y Europa, cambiaría las cosas.

Actuando como ‘representante’ de la burocracia soviética en Cuba, el PSP comenzó a adquirir importancia política y a ocupar un número creciente de puestos relevantes en el aparato del Estado.

En el campo sindical, las relaciones entre los militantes del 26 de Julio y del PSP eran muy tensas; los stalinistas habían boicoteado la huelga general de abril de 1958 organizada por los castristas.

En las primeras semanas luego de la caída de Batista, se renovaron las direcciones de todos los sindicatos. Los burócratas comprometidos con la dictadura fueron destituidos y reemplazados, en la mayoría de los casos por dirigentes ligados al MR26. Al mismo tiempo, los castristas expulsaron al PSP de la dirección del Fonu (Frente Obrero Nacional Unido), el frente sindical formado en la última etapa de la lucha contra Batista.

En noviembre de 1959 se reunió el X Congreso de la CTC (la central sindical), el primer congreso que se realizaba con las direcciones sindicales renovadas. El PSP sólo tenía 260 de 3.000 delegados acreditados.

Inmediatamente después del Congreso, comenzó a funcionar una “comisión de depuración” de los sindicatos. Trabajando codo a codo con el ministro de Trabajo, Augusto Sánchez Martínez, los dirigentes del PSP forzaron la renuncia del secretario general electo (David Salvador) y de otros dirigentes. Para sus puestos fueron dirigentes designados por el ministro (no electos), muchos de ellos del PSP. El ministerio comenzó a asumir funciones propias de los sindicatos, como la firma de convenios colectivos, y los sindicatos quedaron reducidos a meros apéndices del aparato estatal.

El PSP se beneficiaba políticamente de los acuerdos económicos con la URSS. Durante 1960 y 1961, el PSP fue ocupando resortes fundamentales del poder. Las tensiones que iba creando este copamiento entre el MR26 y los viejos dirigentes stalinistas se manifestaban en un segundo plano. Después de Playa Girón, este enfrentamiento se profundizó. En 1962, Fidel Castro denunció públicamente a Aníbal Escalante, secretario general del PC, por promover “un nido de privilegios, beneficios y favores de todo tipo”. La crisis terminó con la expulsión de Escalante y del embajador soviético Kudryatsev y con el desplazamiento de la mayoría de los dirigentes del PSP de sus puestos en el gobierno.

En la próxima edición de Prensa Obrera discutiremos la naturaleza del régimen creado por la revolución.