Políticas

11/4/1995|443

Comienza la respuesta obrera al derrumbe económico

Cuando se anunció, a principios de marzo pasado, el acuerdo con el FMI, la opinión de todos los que “saben” de economía fue unánime: la crisis había sido superada. Desde estas páginas pusimos énfasis en lo contrario: “la crisis comienza ahora”. El acierto incuestionable de la caracterización de Prensa Obrera significa que se mantienen en pie todas las perspectivas políticas que se desprenden de ella. La crisis política y la resistencia popular, que algunos “analistas”  admiten para después del 14 de mayo, constituyen ya una realidad del momento. Los enfrentamientos por la suerte de los bancos menores, o por el asunto de la venta de armas a Ecuador, más aún por la ley de patentes, también en la CGT, e incluso entre Menem y Duhalde frente al corte de boleta que se avizora en Buenos Aires;  todo éstos son indicios de una crisis de gobierno, que está reflejando el fraccionamiento de la burguesía como consecuencia del derrumbe del “plan” Cavallo y de la crisis económica. De otro lado, la inminencia de una huelga general en Córdoba, cuando la provincia se encuentra ya virtualmente parada, en virtud de las suspensiones y despidos, no pago de sueldos y los paros y manifestaciones, es la expresión más visible de un proceso de luchas que arranca de Tierra del Fuego y llega a Jujuy.


Es precisamente cuando se desarrollan estas condiciones pre-revolucionarias que los encuestólogos de moda reprochan a Bordón y a Massaccesi una falta de vigor en sus campañas políticas, lo que deja el terreno libre al menemismo. Pero esta pasividad está reflejando sencillamente el temor de los opositores a “hacer olas”  en una situación que asume formas cada vez más convulsivas. La campaña electoral resulta desplazada por la crisis:  la voz de los banqueros, del gobierno norteamericano y de los grandes industriales se escucha más alto que la de los políticos patronales, y la necesidad de una lucha directa ocupa la preocupación de masas crecientes de trabajadores.


La campaña “electoral” del Partido Obrero, que no es otra cosa que una campaña política de lucha de clases de un partido revolucionario, resulta claramente preparatoria de una nueva etapa política. Ya dijimos hace pocos meses atrás que el derrumbe del “plan”  Cavallo debía orientar toda la actividad de las fuerzas realmente consecuentes.


“Recién empieza”


Ahora estamos en condiciones de ponerle números a nuestra afirmación, a principios de marzo, de que la crisis entraba en su etapa más profunda. Cuando los “economistas”  la daban por superada, el Banco Central perdía reservas en efectivo, entre el 14 de marzo y el 3 de abril, por 892 millones de dólares (Broda, en El Economista, 7/4). Mientras que entre el 20 de diciembre y fines de febrero, el monto total de crédito a la industria había au-men-ta-do en 1.500 millones de dólares, durante marzo disminuyó en 3.700 millones, lo que transformó a la “corrida”  bancaria en un derrumbe industrial y comercial (ídem). Broda espera una caída ulterior del crédito, por unos 3.000 millones de dólares, hasta fines de mayo.


Esta baja espectacular del crédito debería explicar la caída de la oferta monetaria global, que pasó de 56.000 millones de dólares a 47.000 millones, desde fines de diciembre hasta fines de marzo pasados. Sin embargo, en el mismo lapso de tiempo, el Banco Central inyectó dinero por 5.800 millones de dólares para rescatar al sistema bancario. Si a los 7.400 millones que salieron de los bancos, se les resta los 3.700 millones de los préstamos que los bancos lograron recuperar, el déficit neto de 3.700 millones resulta superado en 2.100 millones por  los fondos aportados por el Banco Central. Está claro, entonces, que el gobierno ha estado financiando la fuga de capitales por medio de emisión de moneda.


Esta fuga adquiere ya proporciones incontrolables. En la edición anterior de Prensa Obrera, nuestro corresponsal en Bahía Blanca, Néstor Conte, denunciaba que el Banco Provincia incitaba a sus clientes a depositar su dinero en las sucursales de Nueva York y las Islas Caimán. Ahora, Norma Nethe, en El Cronista (10/4), informa que todos los bancos están haciendo esta operatoria, para luego recibir desde esa sucursal un crédito en dólares, que luego convierte en pesos. Es decir que el retiro de los depósitos, que, repetimos, sería de aproximadamente 7.500 millones de dólares, se está convirtiendo en un brusco aumento de la deuda externa, como ocurriera cuando estalló la crisis del plan económico de la dictadura militar.


A la luz de estos datos, se entiende que la deflación de precios de marzo  refleja muy pálidamente la deflación monetaria que se produjo en ese mismo mes, así como la caída del consumo y de las ventas. Contra una deflación monetaria de casi el 20% desde principios de año, y del 10% en marzo, la caída de precios por un 0.4% en marzo constituye un verdadero azote, y no un beneficio, para los trabajadores, que han visto reducidos sus salarios, que han sido suspendidos o que han sido despedidos. Entre suspensiones y despidos, dejaron de trabajar en marzo unos 10.000 trabajadores (Crónica, 8/4), en tanto que la UOM ha informado acerca de más de cinco mil despidos desde principios de año.


Lo peor está adelante


La verdadera catástrofe económica que se ha registrado en marzo, apenas dibuja el horizonte previsible. De acuerdo a los compromisos con el FMI, el gobierno tiene que conseguir un superávit fiscal para el segundo semestre del año, de cinco mil millones de pesos, cuando para el primer semestre se prevé un déficit de más de 600 millones. Esta cifra puede aún ser mayor, ya que la caída de ingresos fiscales en el primer trimestre de 1995 ya ha sido de 750 millones de pesos. Todo esto simplemente significa que los impuestazos serán todavía más brutales —crecerá aún más el IVA y se aumentará el que grava a los combustibles. Esto provocará una mayor caída del consumo, en medio de una crisis industrial. El gobierno no se privará, por supuesto, de despedir personal y reducir salarios, como ya ocurre con el alargamiento de las fechas de pago con las jubilaciones y con los sueldos de los empleados provinciales.


¿Cómo se explica que el gobierno imponga una política de restricción del gasto público, en plena caída del consumo?  Por la necesidad de pagar el capital y los intereses de la deuda externa. Esta aparece claramente como una verdadera plaga económica. Pero incluso un superávit fiscal no alcanzaría para satisfacer a los acreedores si no se consigue simultáneamente un superávit en el comercio exterior. Con relación a esto, el semanario El Economista (31/3) señala que “para que las importaciones caigan en la proporción requerida para el ajuste externo hace falta que el producto bruto interno decline nada menos que 35.000 millones de dólares”. Y esto sería aún más si la fuga de capitales continuara.


Pero la explosión económica que las estadísticas postergan para el segundo semestre, en realidad ya ha explotado como consecuencia de los movimientos reales del capital y de la lucha entre los capitalistas. Las asociaciones de bancos nacionales y extranjeros están reclamando de todas las maneras posibles que el gobierno le corte el oxígeno a unos 140 bancos, para quedarse ellos con el monopolio financiero. Apoyan su exigencia con la amenaza de no contribuir al fondo de garantía de los depósitos, previsto en una reciente ley, lo que implica una burla a las instituciones democráticas que deja chica a lo que está ocurriendo con la ley de patentes. Esgrimen, por sobre todo, la amenaza de una mayor fuga de capitales. Pero si el gobierno accediera a este planteo no tendría más opción que provocar una sublevación de depositantes y cortar definitivamente el crédito a numerosas empresas o, de lo contrario, respaldar los depósitos con emisión de moneda. En este caso, la devaluación del peso sería instantánea.


De cualquier manera, la exigencia de los grandes bancos significaría igualmente que el Estado se haga cargo de los préstamos, en su mayor parte incobrables, de los bancos que caerían. Como la cuota de crédito internacional del gobierno se ha colmado, ello produciría también una emisión de moneda y una disminución fatal del respaldo en dólares a la circulación monetaria. La mejor prueba del derrumbe del “plan”  de convertibilidad  es que ya no hay dólares que respalden 1 a 1 al peso, pues un porcentaje indeterminado de las reservas está constituido ya por títulos públicos desvalorizados (que el Banco Central sigue, sin embargo, contabilizando a su valor par). Un cálculo realizado en El Cronista (24/3) establece en $1.21 por dólar el tipo de cambio de acuerdo al nivel de respaldo del peso a esa fecha. Norma Nethe, en su análisis ya citado, recuerda que buena parte de las reservas del Banco Central corresponde a dinero fugado que ha reingresado como préstamo para aprovechar las altas tasas de interés.


Crisis política y mayores luchas


Que la gran banca no quiera esperar al 14 de mayo, revela otro acierto de este periódico cuando se preguntaba en febrero si el ritmo de la crisis permitiría a Menem llegar a las elecciones o sortear la segunda vuelta. La fecunda imaginación de PO se alimenta, como puede verse, de puro realismo y, claro, de un conocimiento del capitalismo.


La división de la burguesía, resultante del derrumbe del “plan”, se ve en la creciente oposición de la UIA y aun de la burguesía agropecuaria, a quien los altos intereses la obligan a vender mal una cosecha que tiene buenos precios internacionales. Se aprecia también en la lucha interbancaria y en las fisuras que comienzan a aparecer en los grandes bancos. Una calificación reciente rebajaba de estable a negativo los certificados de depósitos del Banco Río, el gigantesco pulpo de Pérez Companc (Crónica, 8/4). En lo referente al gobierno, Cavallo acaba de pedir la renuncia de Camillión, en tanto que el ataque de Tacchi contra Bauzá no podría ser más significativo, cuando se recuerda que el primero representa a Cavallo y el segundo fue anunciado como jefe de gabinete de un eventual segundo gobierno de Menem.


El cambio de frente de la burguesía se percibe en el pasaje de varios economistas a Bordón y en la acción de un sector del aparato justicialista para cortar boleta Duhalde-Bordón en Buenos Aires. La insistencia de los voceros bordonistas, de que restringirían el ingreso de capital especulativo e incentivarían las exportaciones, nos está diciendo que el Pilo ha tomado abiertamente el planteo de la devaluación. No es casual que su principal asesor sea Vittorio Orsi, ex Pérez Companc y partidario de antiguo de la devaluación.


En cualquier escenario, victoria de Menem o segundo  turno, la crisis se transformaría en pre-revolucionaria, ya que Menem no podría descargar las responsabilidades sobre sus antecesores y, en el caso de Bordón, porque además debutaría institucionalmente y políticamente debilitado.


En marzo pasado se alcanzó un récord de  “conflictos laborales”, informa La Nación (10/4), entre los que registra siete ocupaciones de empresas. Estas luchas anuncian un enfrentamiento frontal, porque expresan la oposición de los trabajadores a pagar los platos rotos del derrumbe del “plan”  Cavallo. En el plano electoral esta tendencia no se reflejará en las urnas, debido a que las elecciones se encuentran monopolizadas por alternativas capitalistas. La intención del 40% de los votos, que se otorga al menemismo, está falseada porque no tiene en cuenta la abstención del 25-30% del electorado, lo que convierte al PJ en un minoría del 28-30% de la ciudadanía. La cuestión no es, por lo tanto, que Menem-Cavallo tengan apoyo popular, que no lo tienen y que lo pierden día a día, sino que la oposición de las masas no encuentra una vía propia e independiente de manifestarse. Este es el problema que se planteará al rojo vivo como consecuencia del derrumbe actual, en los próximos meses.


La consigna de “que la crisis la paguen ellos”  traduce perfectamente el estado de ánimo de las masas, que empiezan a sufrir la crisis en carne propia, así como de la situación política en su conjunto. Esta consigna opone las masas a la burguesía y plantea una cuestión de poder. Explicar esta perspectiva, orientar la lucha popular hacia la formación de organizaciones de acción directa y organizar a la vanguardia en lucha en un partido revolucionario —esto es lo que hay que hacer. Los “planes”  Cavallo se derrumban en todo el mundo, de modo que estamos ante una tendencia y perspectivas internacionales.