Comienzan el Bicentenario con una pelea para pagar la deuda externa

Los K y el Banco Central: dos harinas del mismo costal

La decisión del gobierno de pagar (por ‘necesidad y urgencia’) vencimientos de la deuda externa con reservas del Banco Central ha desatado una crisis política en regla. Es que la decisión del presidente del Banco, Martín Redrado, de rechazar la medida y hacer lo mismo con el pedido de renuncia que le hiciera el Ejecutivo deja en el aire el decreto respectivo y traslada la decisión al Congreso. Esta sola circunstancia propina un golpe severo al sistema de decretos de necesidad y urgencia, pues precisamente se trata de que entren en vigencia sin la condición del trámite en el Congreso. Para un Ejecutivo que enfrenta una Cámara de Diputados opositora, esto significa un golpe durísimo. Se recrea, de este modo, el escenario de la Resolución 125 sobre la soja, pues el decreto en cuestión sería rechazado en Diputados y podría pasar lo mismo en el Senado, donde el gobierno solamente cuenta con una mayoría escueta. ¡Hasta podría ocurrir que desempate Cobos! Ahora habrá que ver si el Congreso se autoconvoca, si lo hace la Presidenta o si todo queda en el pincel hasta marzo. Se dibuja un posible escenario de ‘doble poder’ -nada menos que con los encargados de manejar el valor de la moneda. El régimen político se convierte en lo más parecido a la Selección Nacional de Maradona. No se puede siquiera dudar de que la negativa de Redrado a renunciar -y su decisión de armar una ‘Anarquía del 20’ en el arranque del Bicentenario— tuvo en cuenta la composición del Congreso que surgió el 28 de junio pasado. Es decir que fue un golpe político articulado con las cabezas de la oposición parlamentaria. Si los K pensaron que aquel domingo se limitaron a perder ‘por un poquito’ en ‘una provincia’, ahora se han dado cuenta de que las palizas políticas no se pueden disimular con manipulación de números y que la falta de apoyo popular no se corrige con punteros.

El Banco Central de los K

La circunstancia de que el ‘conflicto de poderes’ no tenga como protagonistas inmediatos al Congreso o a la Corte Suprema sino al Banco Central, que no es formalmente un ‘poder’ pero sí el guardián del Tesoro, no es menos relevante. Pone en evidencia quién tiene la sartén por el mango en una ‘democracia’. Los bancos centrales responden, en la mayoría de los países, a los intereses de la banca privada y del capital financiero; los bancos centrales de los países menores se manejan bajo la tutela de las bancas centrales más grandes. Los vínculos de Redrado con la Reserva Federal de Estados Unidos y con el Banco de Ajustes de Basilea son hartos conocidos. ¡La Argentina de los K integra el Grupo de los 20, o sea el conjunto de Estados encargados de monitorear el salvataje de la banca capitalista! A fines de 2008, la Reserva Federal bochó un intercambio de monedas con Argentina que habría servido para respaldar al peso frente a una corrida cambiaria (lo aprobó, en cambio, con México y con Brasil, mientras Argentina tuvo que recurrir a un canje devaluado de divisas con Brasil y con China). Dio como razón su negativa a financiar el déficit fiscal de Argentina y la estatización de las AFJP. Este es el régimen de banca central que Kirchner construyó desde 2003, bajo la jeringoza ‘nacional y popular’. Ahora tiene que chocar con Redrado porque los ‘antiimperialistas’ K pretenden volver a pagar la deuda usuraria con reservas, mientras los proimperialistas se oponen. ¡Qué tal!

Contratistas y banqueros

Los K quieren pagar deuda externa con reservas; Redrado les ha dicho que lo pueden hacer saliendo a buscar nuevos préstamos, para lo cual tienen que arreglar la deuda impaga con los llamados bonistas y con el Club de París. Los K, que ya dijeron mil veces que harían precisamente eso, ahora le responden que la nueva deuda es mucho más cara que lo que rinden las reservas, de modo que el país saldría ganando al pagar esa deuda con reservas. Redrado les retruca que pagar con reservas deja libre recursos para aumentar el gasto fiscal, lo cual desataría una inflación aún mayor a la ya existente y un aumento considerable de las tasas de interés en todos los niveles. Argumento va, argumento viene, no se trata, sin embargo, de un enfrentamiento de doctrinas: los K quieren reservar el dinero del presupuesto para socorrer a contratistas y proveedores del Estado; Redrado quiere las reservas para garantizar una nueva salida eventual de capitales de Argentina. Redrado tendría, además, la sospecha de que los K pretenden hacer otras incursiones futuras en el tesoro del Banco, si el monto de reservas crece, para hacer alguna ‘nacionalización bicentenaria’, como sería el caso de la compra hasta el 50 por ciento de las acciones de YPF-Repsol (los accionistas de la constructora SacyrVallermoso, en Repsol, están desesperados por vender para hacer frente a sus quiebras). El uso de las reservas para estos fines es vivamente apoyado por el dúo Solanas-Lozano. Como se ve, la disputa que se ha abierto tiene que ver con la dirección de los negocios capitalistas y el manejo de la crisis (¡ambos se esmeran por pagar la deuda usuraria!) —de ningún modo por atender el interés nacional. Las reservas del Banco Central que se estimen excedentes deberían integrar un Fondo Público, controlado por los trabajadores, para obras industriales y de infraestructura que aseguren el pleno empleo y el desarrollo de las fuerzas productivas.

Haz lo que yo digo

La Reserva Federal ha inyectado billones de dólares en empresas capitalistas y en la compra de títulos públicos e hipotecas -probablemente unos tres billones de dólares-, y aun deberán emitir más para enjugar las pérdidas que aún no se han contabilizado. Desde hace unos quince años existe en su seno un Equipo de Protección contra Caídas (Plunge Protection Team) destinado a comprar acciones para evitar los derrumbes en la Bolsa o apuntalar las alzas. Los alcahuetes de la Reserva Federal en Argentina no pueden presentarla como modelo o decir que no salga al socorro del Estado y de los capitalistas. Los K han demostrado ser los mejores alumnos de Bernanke y del Citibank.

La gigantesca emisión de dólares ha inflado las reservas de todos los países, que por eso quieren deshacerse de ellos a cambio de otras monedas, oro o inversiones. Desde el punto de vista de la crisis mundial, el mantenimiento de reservas elevadas financia el rescate norteamericano en perjuicio del resto del mundo.

Expropiación de jubilados y trabajadores

El enfrentamiento en torno de las reservas del Banco Central sirve de pantalla para ocultar lo realmente grave: que el 35-40% de la famosa deuda externa se ha transformado en deuda interna con la Anses y el Banco Central, principalmente. En efecto, el gobierno ‘nacional y popular’ les ha pagado a los usureros con sucesivas hipotecas sobre las jubilaciones y los ingresos fiscales futuros por cerca de 50 mil millones de dólares. El gobierno le debe al Central cerca de 30 mil millones de dólares: unos 10 mil millones por la letra colocada para pagar al FMI; 8 mil millones en adelantos transitorios; títulos públicos por 6 mil millones y el derecho de giro creado por el FMI, de 2,6 mil millones, que fue usado para pagar deuda. Esta transferencia de la deuda de los bancos extranjeros a instituciones nacionales deberá ser cancelada con mayores impuestos o recortes de gastos (o con una hiperinflación para anular la deuda en pesos). La deuda con la Anses, por su lado, es de 20 mil millones -en parte vino ‘nacionalizada’ junto con las AFJP. El nuevo manotazo al Central (y los que se suponen que vendrían en el curso del año) podría llevar la porción de la deuda ‘externa’ a cargo de jubilados y contribuyentes a un 60% del total. Hay que considerar, además, que el Banco Central ha girado al gobierno varios miles de millones de pesos en concepto de ganancias contables pero no realizadas; o sea, emitiendo moneda. El gobierno K ha realizado el mayor rescate del capital de toda la historia argentina, a expensas del pueblo, incluso en relación con la bancarrota de 2001.

Nuestra posición

Nuestra posición es que se considere caduca la deuda pública con banqueros y capitalistas y que el dinero apartado para su pago se destine a un plan de obras públicas e industrialización, bajo control de los trabajadores. Asimismo, sostenemos que debe formarse una banca única nacionalizada, bajo control y gestión de los trabajadores. En cuanto a la crisis política que se ha abierto, denunciamos el carácter capitalista de ambos bandos y la naturaleza de rapiña de su enfrentamiento.