Políticas

4/8/2008|890

Como desarrollamos un Frente de Izquierda y de los luchadores

Un planteo de una elección interna


Las posibilidades políticas que podía ofrecer un frente de izquierda al viejo estilo se agotaron hace bastante tiempo, de hecho a partir de la primera disolución de Izquierda Unida, en 1991. Dos años antes, en 1989, IU había protagonizado una fuerte movilización, en sus elecciones internas, y un enorme acto público en conmemoración del 1º de Mayo. Si no hubiera caído víctima de sus propias contradicciones en aquel momento, podría admitirse, a nivel de conjetura, que habría seguido un rumbo parecido al de las diferentes experiencias centroizquierdistas de América Latina, que como todo el mundo sabe han concluido como instrumentos más o menos progresistas del imperialismo. Es de este modo, al menos, como festeja esas experiencias el columnista gusano de La Nación , el argentino-maiamiense Andrés Openheimmer. Por este motivo, de lo que se trata ahora es de plantear un desarrollo de mayor alcance que el que puede ofrecer una coalición electoral de partidos de izquierda armada por arriba. Los partidos de izquierda, en Argentina, de un modo general, son minoritarios y se encuentran en algunos casos internamente escindidos o, en otro caso conocido, está aliado a los laderos del kirchnerismo en el llamado Encuentro de Rosario (varios miembros de este Encuentro participaron del festejo del canje de deuda con Kirchner y Lavagna en la Casa Rosada). Este empantanamiento se acentúa como consecuencia del fracaso de la alianza de IU y el PS, a partir de la intención de este último de procurar un acuerdo electoral con la UCR –que seguramente tampoco tendrá éxito–. En resumen, una coalición de la izquierda, que fuera el resultado de un reparto de candidaturas, no tendría capacidad para irrumpir en el escenario político-electoral de octubre próximo con proyección o como alternativa.


 


 


Alternativa de poder


 


La propuesta efectuada desde estas páginas a favor de un frente de los partidos de izquierda y los movimientos de lucha apunta a superar esos límites. El planteo frentista debe insertarse en una propuesta de desarrollo popular y de una alternativa de poder, no al revés. La efectivización de una elección interna serviría para una movilización política y una discusión programática; para la convocatoria de asambleas y mesas redondas; desarrollaría en un escenario abierto y popular un debate programático de la izquierda, es decir que se construiría con los métodos propios de una alternativa política. Los límites y contradicciones insalvables del viejo planteo frenteizquierdista (que no sale del marco democratizante), que convive con el faccionalismo, explicarían que en un distrito tan crítico, políticamente, como la Ciudad de Buenos Aires, haya surgido (y aún continúe parcialmente en pie) una candidatura como la de Luis Zamora, que ha puesto el acento en la desmovilización y desorganización popular y que se ha dado el extraño ‘lujo’ de soportar la completa disolución de sus bloques parlamentarios improvisados. La lucha política es siempre una lucha de poder, por lo tanto el frente debería ser una construcción de poder, no meramente un cálculo parlamentario.


 


 


La salida del pantano


 


La propuesta de un frente capaz de intervenir como una alternativa de conjunto debe ser insertada en una caracterización del cuadro político. En este sentido, el empantanamiento político de la izquierda refleja un empantanamiento general de los partidos políticos en todo el país. El gobierno del Estado se asienta en una neutralización de los partidos políticos que se anulan recíprocamente. El peronismo podrá decir que es el partido gobernante, pero atraviesa una crisis colosal en sus principales distritos, al punto que la gobernabilidad no aparece amenazada solamente porque los negocios capitalistas todavía se encuentran en ascenso; Lavagna tiene más poder que el PJ bonaerense y porteño juntos. El progresismo ha quedado reducido al PS de Santa Fe, la nueva meca de los ilusos políticos, después del derrumbe del ibarrismo. La UCR gana, camuflada, en provincias menores y continúa dividiéndose en todo el país. La derecha es un fenómeno mediático y porteño, que se encuentra dividida en varias fracciones y el mismo radio de acción tiene el ARI. Los partidos patronales, en general, han perdido su carácter nacional y se han transformado en federaciones de distrito. La persistencia de este cuadro político acentuaría la tendencia abstencionista electoral. La política capitalista procura superar ese derrumbe por medio de personas o caudillos con apoyo económico y mediático; el abstencionismo se puede transformar, en este caso, en votaciones plebiscitarias. En otro tipo de condiciones, Carrió, Bullrich o López Murphy no existirían. La izquierda que participa de las luchas populares (aunque no lo haga con un programa socialista), no supera este cuadro de empantanamiento de la política patronal. En definitiva, se trata de la expresión de un equilibrio inestable de fuerzas después del Argentinazo, en el marco de una reestructuración capitalista. La vía más dinámica con la que cuentan la clase capitalista y el régimen político para salir de esta situación está representada, en principio, por lo que haga Kirchner. Si Kirchner fracasara, por motivos económicos o por un gran ascenso de luchas, ingresaríamos a una nueva etapa de crisis del régimen.


 


 


Nacionalismo y socialismo


 


La propuesta de una frente de partidos de izquierda y movimientos de lucha, con elecciones internas, asambleas, debates y luchas comunes plantea una superación del inmovilismo o empantanamiento político de la izquierda y es una vía para polarizar frente a la experiencia de reagrupamiento patronal más importante, el kirchnerismo, que es a la vez el gobierno del país. Polarizar con el kirchnerismo significa oponer a la demagogia del nacionalismo burgués (que no vacila en defender a Repsol contra la nación boliviana) la política socialista de la clase obrera en lucha. La Ciudad de Buenos Aires, como consecuencia de la crisis del ibarrismo y del intento del kirchnerismo de llenar este vacío, es un terreno excepcional para desenvolver la posibilidad de una polarización política por medio de un frente de conjunto. Si el planteo avanzara en la Ciudad se lo podría aplicar en otros distritos o, de no ser posible, organizar en ellos frentes políticos que se inscribirían en la perspectiva del de la Ciudad.


 


 


Liberar la dinámica popular


 


¿Cuál es el resorte que viabilizaría esta propuesta, o sea, que permitiría ponerla en práctica y que podría superar las limitaciones y contradicciones descriptas? Ese resorte es el hecho de que para la inmensa mayoría de los militantes de izquierda y sociales, y también para una buena parte de las organizaciones, el inmovilismo político de la izquierda y su ausencia como alternativa política resultan insoportables. En un cuadro de crisis y luchas constantes, que la recuperación económica ha acentuado, la marginación de la izquierda se encuentra, de un lado, en contradicción flagrante con la situación objetiva en su conjunto y, del otro, con las aspiraciones mínimas de cualquier luchador.


 


Por esta razón es que el planteo de las elecciones internas frentistas ha conquistado apoyo con rapidez y ha sensibilizado a las direcciones políticas de la izquierda. Es necesario pasar ahora a las discusiones políticas formales y, por sobre todo (porque esta es la clave de las claves), a la deliberación política abierta y popular.


 


 


A las tareas


 


El Partido Obrero debe ofrecer sus locales para discutir, en asambleas abiertas, las posibilidades de una alternativa obrera y socialista, las proposiciones para organizar el frente y las elecciones, la modalidad de la participación de las organizaciones y movimientos de lucha, porque todos los problemas tienen una salida a partir de la convicción en el planteo de conjunto.