Políticas

16/10/2008|1059

Conspiran contra el país

Los K y todos los partidos patronales

La atención al desarrollo de la crisis en las bolsas y bancos de Europa y de Estados Unidos ha provocado el descuido hacia lo que se ha convertido, en los últimos días, en uno de los focos más explosivos de esa crisis: nos referimos al derrumbe acelerado de numerosos países ‘emergentes’ (que, como se ve, quedarán incluso por debajo de esa condición por mucho más tiempo). En la mayor parte de ellos, la desestabilización pasa fundamentalmente por la fuga de capitales, la cual arrasa con las bolsas y el sistema bancario y causa una generalizada devaluación de la moneda.

Países como Pakistán e incluso la India; Turquía o los de Europa del Este; Brasil, México o Argentina han ingresado en el ojo del huracán a una velocidad inusitada. No solamente las caídas de los precios de sus exportaciones y un elevado endeudamiento internacional empujan a los capitales a buscar refugio bajo otros cielos, sino que la misma mecánica de la crisis mundial obliga a las sucursales de los pulpos internacionales a repatriar capitales para hacer frente a la bancarrota de sus propias casas matrices. Esto explica la contradicción de que la crisis norteamericana produzca una mayor valorización del dólar en detrimento de las divisas de los demás países. En algunos países, la fuga de capitales suscita de inmediato una crisis bancarias y el derrumbe del crédito, pero en todos ellos amenaza con quebrar de inmediato la estabilidad de las monedas y crear situaciones hiperinflacionarias.

En todos estos países, los gobiernos adoptan medidas destinadas a proteger a los bancos y a las principales empresas capitalistas mediante subsidios o facilidades de acceso al crédito. Lo que en realidad ocurre es que ese dinero aportado livianamente por el Estado va a parar de inmediato al mercado de cambios y produce el derrumbe monetario.

Reuniones conspirativas

En Argentina hemos asistido desde el año pasado a una implacable fuga de capitales, 23.000 millones de dólares, que fue compensada en el mercado de cambios por el superávit del comercio exterior. Esta fuga se ha acentuado ahora, como lo revela la pérdida de divisas del Banco Central y la continua devaluación del peso.

Como en otros ‘emergentes’, el gobierno promete apoyos de distintos tipos a las empresas y pymes, incluso a sabiendas de que los llevan a la compra de dólares. La fuga mayor de divisas se produce en el mercado mayorista, donde operan bancos y grandes empresas. Aun así, la semana pasada, el ministro de Economía, Carlos Fernández, y el presidente del Banco Central, Martín Redrado, mantuvieron repetidas reuniones reservadas con los grandes industriales de la UIA, los banqueros y los ruralistas de la Mesa de Enlace, para rendir cuentas de la política cambiaria y financiera oficial; volvieron a repetir esa reunión con el agregado de capitalistas brasileños y del presidente del Central de Brasil, un hombre de los bancos norteamericanos (Enrique Miralles). Era lo único que les faltaba a estas patronales para poner a buen resguardo sus capitales y operar contra el peso argentino.

En La Nación del domingo pasado, Miguel Broda, el gurú de los capitales internacionales que operan en Argentina, anunció sin pelos en la lengua que esos capitales quieren la megadevaluación del peso. Al comienzo de la semana, se había desatado una campaña en regla para devaluar el peso en un porcentaje fuerte. Sojeros, gorilas, pejotistas, cívicos de Carrió, Lozano, nacionales y populares de K, comenzaron a hacer presión por la devaluación, incluso con el argumento capcioso de que, de otro modo, “perderíamos competitividad frente a Brasil”.

Todos habían olvidado de golpe que el real brasileño se había revalorizado un ciento por ciento frente al peso argentino durante los últimos años.

La CGT y la CTA encubren a los devaluadores

La devaluación va a arrasar con la economía de los trabajadores. No es necesaria, ni mucho menos inevitable. Hay dos medidas que la prevendrían: el control de cambios y el racionamiento de la entrega de divisas, y la nacionalización de los bancos (y un control obrero del Nación y del Provincia), para impedir la devaluación del peso y el peligro de otra hiperinflación. Estas medidas sencillas de salvaguardia nacional anularían las deudas que el Banco Central ha contraído con los bancos privados y en el mercado de futuros. La plata no es de los bancos sino de los depositantes, lo único que hay que garantizar es el derecho de los depositantes y el poder adquisitivo de sus ahorros.

La CGT y la CTA, sin embargo, no ven las cosas de esta manera y dicen buscar un acuerdo social con las patronales para evitar despidos y suspensiones. Es puro encubrimiento: antes de que se hagan el tiempo para sentarse a conversar, la especulación capitalista habrá terminado con las reservas nacionales y con el peso. La CGT y la CTA deben romper con las patronales que están conspirando contra el país, o sea contra todas las clases laboriosas, y reclamar el control de cambios bajo supervisión obrera, la nacionalización de los bancos y el control obrero de los estatales, y el monopolio del comercio exterior. No deben permitir suspensiones o despidos, recurriendo a la lucha más contundente.

Los capitalistas están conspirando contra el peso con la complicidad del Banco Central y por lo tanto del gobierno. Estos han dejado salir a los capitales del país y han endeudado al Central hasta el límite. Como ya lo hemos informado desde estas páginas, ha vendido dólares a futuro, vaciando las reservas en divisas, y lo ha hecho a un tipo de cambio de 3 a 3,10 pesos por dólar, de modo que cuando deba vender los dólares a esos precios, luego de una devaluación, tendrá pérdidas multimillonarias. El gobierno nacional y popular y todos los partidos patronales conspiran contra el país. Los capitalistas reclaman la devaluación monetaria porque tienen un seguro sobre sus propias deudas con el exterior. Pero para los trabajadores la devaluación es desocupación e hiperinflación.

Los K insisten en querer pagar la deuda externa y están tomando medidas para asegurar su pago hasta finales de 2009. Esto lleva al hundimiento financiero del país. Pero resulta que la propia crisis ha desvalorizado a la misma deuda externa, que en el mercado se cotiza a menos de 40.000 millones de dólares de un valor nominal de 150.000 millones. Insistir en pagarla es ofrecer un premio del 400% a los usureros internacionales.

Campaña
Llamamos a todos los trabajadores a unirse a una campaña por la nacionalización de los bancos y el comercio exterior, el control de cambios y la prohibición de suspensiones y despidos.