Políticas

7/1/1999|614

Crisis en el MTD de Varela

En un clima de acusaciones mutuas, reproches y recriminaciones, un sector mayoritario de la comisión directiva aca­ba dé destituir a Roberto Martino, quien hasta ese momento era el dirigente más reconocido del movimiento. Su destitu­ción precipitó una división, que se plasmó en una reciente asamblea donde Martino se retiró con algunos delegados barriales, aunque en minoría.


Las acusaciones se circunscriben a cuestiones de índole personal: llueven cuestionamientos en una u otra dirección sobre el grado de entrega y dedicación en la actividad y militancia cotidiana, sobre las formas y estilos burocráticos y perso­nalistas de conducción e inclusive sobre el manejo irregular de fondos y administra­ción de los recursos.


La autenticidad de tales acusaciones debe ser investigada y, en caso de confir­marse, sus responsables deben ser sancio­nados.


¿Pero la cuestión se agota allí? ¿No hay algo más?


El pedido de ‘cabezas’ de uno y otro lado no puede ni debe ser una pantalla para evadir un debate político. Si este fuera el caso, no es suficiente sustituir a un dirigente; los problemas que origina­ron el estallido de la crisis volverán a reaparecer en forma más agravada.


Para nadie es un secreto la impasse en que nos encontramos. Nos vienen quitan­do puestos de trabajo en el marco de una lucha tenaz pero aislada. No se otorgan nuevos planes ‘Trabajar’, tampoco se renuevan los existentes y la perspectiva es que esto vaya peor.


Los bloques patronales de la Alianza y el PJ, incluidas las alas internas dentro de éste — que en su momento coquetearon y hasta dieron manija al reclamo de los desocupados — han “cerrado filas” con el imperialismo. En la plataforma aliancista ni siquiera figura el reclamo de un seguro al parado.


 


Programa


¿Cómo hacemos para enfrentar este ce­rrojo, revertir este aislamiento y avanzar?


En primer lugar, debemos tener pre­sente que el recorte de los planes puede recrear una lucha nacional superior al pasado. Una cosa es no otorgar puestos de trabajo y otra arrancárselo a los que lo tienen y que están organizados en cuadri­llas y concentrados en ciertas zonas o barrios. La acción que acaban de protagonizar los trabajadores desocupados de la FOTIA de Tucumán o los preparativos para retomar la lucha en Cutral Co, son un ejemplo.


Por otro lado, la ola de despidos y suspensiones refuerza la cuestión de la desocupación en el conjunto del movi­miento obrero, dándole una renovada ac­tualidad a la unidad de trabajadores ocu­pados y desocupados.


De este panorama, se desprende el programa para intervenir en la etapa que se avecina:


Que se prohíban los despidos y suspen­siones. Por el reparto de las horas de trabajo disponibles sin afectar el salario. Renovación de todos los planes “Traba­jar” y su ampliación a todos los anotados.


Cobertura médica y social y elevación de su monto a 500 pesos.


Salario mínimo igual a la canasta fami­liar. 500 pesos a todos los desocupados y jubilados


Fuera la flexibilidad laboral. Deroga­ción de todas las cláusulas flexibilizadoras. Jomada de 8 horas. Control obrero de los ritmos de producción y de las condicio­nes de trabajo.


El MTD, sobre la base de este progra­ma, debería dirigirse a todos los movimien­tos de desocupados y centrales sindicales para proponer una marcha nacional.


En especial, convocar a las comisiones internas, sindicatos locales y nucleamientos vecinales. La automotriz DIASA (ex Sevel Berazategui) hoy está soportando suspensiones generalizadas y la amenaza de una nueva oleada de despidos.


 


Independencia política


La lucha por este programa plantea, también, la necesidad de nuestra estruc­turación política independiente de los partidos patronales.


Sabemos que nuestras reivindicacio­nes más elementales chocan abiertamen­te con la política capitalista y el régimen político y social montado a su servicio y pone al rojo vivo la necesidad de una salida política de conjunto.


La conducción del MTD viene soste­niendo, sin embargo, una divisoria entre la actividad política y reivindicativa, cuando lo que se plantea es superarla. Es para los capitalistas que nuestras reivin­dicaciones no deben tener un alcance po­lítico porque cuestionan su poder.


El ‘apoliticismo’ no es más que una pantalla para continuar manteniendo el dominio ancestral de los explotadores so­bre los explotados. En lugar de actuar de caja de resonancia de esos prejuicios, lo que corresponde es ayudar a vencerlos.


Esto cobra una inusitada actualidad. De una parte, debido al agotamiento del peronismo; de otra parte, porque la desig­nación de De la Rúa ha concluido por hacer añicos la fantasía de que un grupo de carreristas políticos disfrazados de ‘progre’ iban a poner fin al bipartidismo patronal.


No basta el objetivo de la “coordina­ción de las luchas” (coordinación que la dirección del MTD siempre circunscribió a las organizaciones ‘sociales’ en oposi­ción a las ‘políticas’). Lo que traba la lucha y el accionar de las organizaciones ‘sociales’ es precisamente su subordina­ción a los partidos patronales.


Que la lucha reivindicativa pueda ser el presupuesto para una acción política sólo es cierto cuando la acción política está establecida como objetivo y como método de acción.


 


No a la integración al Estado


No se entiende la necesidad de la “for­mación política” de los compañeros si no hay primero una estrategia política de clase y revolucionaria. Al margen de di­cha estrategia, cualquier ‘politización’ no es más que charlatanerismo.


La posibilidad de que se pueda crear un sistema de distribución de medica­mentos a bajo costo para las familias des­ocupadas, apunta a integrar nuestras or­ganizaciones al Estado, convertirlas en parte de su engranaje.


Tenemos que luchar para que nos den esos reclamos, pero sin aceptar la integra­ción al Estado o a los capitalistas. Esto no es siquiera mutualismo o cooperativismo obreros, porque suponen independencia de clase.


De la integración al Estado al vacia­miento del MTD como movimiento de lu­cha hay un paso. Se plantea el camino inverso: afirmar el carácter reivindicativo del movimiento dándole un programa y una proyección política.


 


Hay una salida


Es imprescindible abrir una discusión franca en el movimiento.


Hay que poner fin al divisionismo. Elijamos en asamblea general una mesa provisoria que asuma la responsabilidad de ejecutar las medidas y tareas votadas y organizar una clarificación política en las filas del movimiento.


Es necesario un replanteo general.