Crisis en el MTD de Varela
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En un clima de acusaciones mutuas, reproches y recriminaciones, un sector mayoritario de la comisión directiva acaba dé destituir a Roberto Martino, quien hasta ese momento era el dirigente más reconocido del movimiento. Su destitución precipitó una división, que se plasmó en una reciente asamblea donde Martino se retiró con algunos delegados barriales, aunque en minoría.
Las acusaciones se circunscriben a cuestiones de índole personal: llueven cuestionamientos en una u otra dirección sobre el grado de entrega y dedicación en la actividad y militancia cotidiana, sobre las formas y estilos burocráticos y personalistas de conducción e inclusive sobre el manejo irregular de fondos y administración de los recursos.
La autenticidad de tales acusaciones debe ser investigada y, en caso de confirmarse, sus responsables deben ser sancionados.
¿Pero la cuestión se agota allí? ¿No hay algo más?
El pedido de ‘cabezas’ de uno y otro lado no puede ni debe ser una pantalla para evadir un debate político. Si este fuera el caso, no es suficiente sustituir a un dirigente; los problemas que originaron el estallido de la crisis volverán a reaparecer en forma más agravada.
Para nadie es un secreto la impasse en que nos encontramos. Nos vienen quitando puestos de trabajo en el marco de una lucha tenaz pero aislada. No se otorgan nuevos planes ‘Trabajar’, tampoco se renuevan los existentes y la perspectiva es que esto vaya peor.
Los bloques patronales de la Alianza y el PJ, incluidas las alas internas dentro de éste — que en su momento coquetearon y hasta dieron manija al reclamo de los desocupados — han “cerrado filas” con el imperialismo. En la plataforma aliancista ni siquiera figura el reclamo de un seguro al parado.
Programa
¿Cómo hacemos para enfrentar este cerrojo, revertir este aislamiento y avanzar?
En primer lugar, debemos tener presente que el recorte de los planes puede recrear una lucha nacional superior al pasado. Una cosa es no otorgar puestos de trabajo y otra arrancárselo a los que lo tienen y que están organizados en cuadrillas y concentrados en ciertas zonas o barrios. La acción que acaban de protagonizar los trabajadores desocupados de la FOTIA de Tucumán o los preparativos para retomar la lucha en Cutral Co, son un ejemplo.
Por otro lado, la ola de despidos y suspensiones refuerza la cuestión de la desocupación en el conjunto del movimiento obrero, dándole una renovada actualidad a la unidad de trabajadores ocupados y desocupados.
De este panorama, se desprende el programa para intervenir en la etapa que se avecina:
Que se prohíban los despidos y suspensiones. Por el reparto de las horas de trabajo disponibles sin afectar el salario. Renovación de todos los planes “Trabajar” y su ampliación a todos los anotados.
Cobertura médica y social y elevación de su monto a 500 pesos.
Salario mínimo igual a la canasta familiar. 500 pesos a todos los desocupados y jubilados
Fuera la flexibilidad laboral. Derogación de todas las cláusulas flexibilizadoras. Jomada de 8 horas. Control obrero de los ritmos de producción y de las condiciones de trabajo.
El MTD, sobre la base de este programa, debería dirigirse a todos los movimientos de desocupados y centrales sindicales para proponer una marcha nacional.
En especial, convocar a las comisiones internas, sindicatos locales y nucleamientos vecinales. La automotriz DIASA (ex Sevel Berazategui) hoy está soportando suspensiones generalizadas y la amenaza de una nueva oleada de despidos.
Independencia política
La lucha por este programa plantea, también, la necesidad de nuestra estructuración política independiente de los partidos patronales.
Sabemos que nuestras reivindicaciones más elementales chocan abiertamente con la política capitalista y el régimen político y social montado a su servicio y pone al rojo vivo la necesidad de una salida política de conjunto.
La conducción del MTD viene sosteniendo, sin embargo, una divisoria entre la actividad política y reivindicativa, cuando lo que se plantea es superarla. Es para los capitalistas que nuestras reivindicaciones no deben tener un alcance político porque cuestionan su poder.
El ‘apoliticismo’ no es más que una pantalla para continuar manteniendo el dominio ancestral de los explotadores sobre los explotados. En lugar de actuar de caja de resonancia de esos prejuicios, lo que corresponde es ayudar a vencerlos.
Esto cobra una inusitada actualidad. De una parte, debido al agotamiento del peronismo; de otra parte, porque la designación de De la Rúa ha concluido por hacer añicos la fantasía de que un grupo de carreristas políticos disfrazados de ‘progre’ iban a poner fin al bipartidismo patronal.
No basta el objetivo de la “coordinación de las luchas” (coordinación que la dirección del MTD siempre circunscribió a las organizaciones ‘sociales’ en oposición a las ‘políticas’). Lo que traba la lucha y el accionar de las organizaciones ‘sociales’ es precisamente su subordinación a los partidos patronales.
Que la lucha reivindicativa pueda ser el presupuesto para una acción política sólo es cierto cuando la acción política está establecida como objetivo y como método de acción.
No a la integración al Estado
No se entiende la necesidad de la “formación política” de los compañeros si no hay primero una estrategia política de clase y revolucionaria. Al margen de dicha estrategia, cualquier ‘politización’ no es más que charlatanerismo.
La posibilidad de que se pueda crear un sistema de distribución de medicamentos a bajo costo para las familias desocupadas, apunta a integrar nuestras organizaciones al Estado, convertirlas en parte de su engranaje.
Tenemos que luchar para que nos den esos reclamos, pero sin aceptar la integración al Estado o a los capitalistas. Esto no es siquiera mutualismo o cooperativismo obreros, porque suponen independencia de clase.
De la integración al Estado al vaciamiento del MTD como movimiento de lucha hay un paso. Se plantea el camino inverso: afirmar el carácter reivindicativo del movimiento dándole un programa y una proyección política.
Hay una salida
Es imprescindible abrir una discusión franca en el movimiento.
Hay que poner fin al divisionismo. Elijamos en asamblea general una mesa provisoria que asuma la responsabilidad de ejecutar las medidas y tareas votadas y organizar una clarificación política en las filas del movimiento.
Es necesario un replanteo general.