CRITICA DE LIBROS | "Crítica del marxismo liberal", de Juan Kornblitt

Un aporte a la descomposición de la izquierda

Razón y Revolución, el grupo de estudios de Eduardo Sartelli, ha realizado un nuevo aporte orgánico a la descomposición teórica de la izquierda: Crítica del marxismo liberal, de Juan Kornblitt.

La etapa transicional…

En plena Primera Guerra Mundial, Lenin escribía una pequeña obra llamada El imperialismo, fase superior del capitalismo. La obra de Lenin es la caracterización de toda una etapa histórica, en la cual las características centrales del capitalismo se transforman en sus contrarios, abriendo así un período revolucionario, transicional: transicional porque el desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto tal que, habiendo desarrollado la base material de su superación, se halla históricamente agotado, se sobrevive a sí mismo sobre la base de la barbarie. Se ha llegado a un punto, para Lenin, en el cual las relaciones sociales de producción, de formas de desarrollo de las fuerzas productivas se convierten en su contrario: en una traba. El imperialismo es, entonces, la fase capitalista de transición al socialismo.

Esta caracterización se expresa en primer lugar en la transformación, al interior de los mercados nacionales, de la libre competencia en monopolio, expresión más plena de la contradicción entre la producción social y la apropiación privada. En segundo lugar, en el desarrollo del capital financiero y la fusión entre las grandes empresas y los bancos, fenómeno que implica el desarrollo, a una escala nunca antes vista, de la capacidad de control consciente de las fuerzas productivas sociales, pero puesto en función de la anarquía capitalista. En tercer lugar, en el pleno desarrollo del mercado mundial capitalista, de la producción universal, pero bajo la forma de opresión imperialista sobre la mayor parte del globo, de reparto del mundo entre grandes potencias y asociaciones monopolistas, reparto inestable que lleva en última instancia a la guerra y la revolución.

El corazón de esta etapa transicional es, en efecto, la guerra, expresión de la barbarie del capitalismo, de la creciente importancia de la fuerza, del poder militar, en el reparto de la plusvalía social. Su contratara resulta la revolución social, materializada en la toma del poder por los bolcheviques en 1917.

…y la izquierda

Empujada por poderosos factores políticos, que se desarrollan a partir de la bancarrota de la Tercera Internacional, el desarrollo del stalinismo a nivel mundial, y su posterior descomposición, y, en la etapa actual, el enorme peso ideológico que ha representado la restauración capitalista en los ex países soviéticos, la izquierda, a nivel mundial, ha abandonado esta caracterización. Esto la ha llevado a abandonar de la revolución social como perspectiva política. El libro de Kornblitt es un aporte a esta tendencia, disfrazado de demostración empírica.

Para refutar esta caracterización de toda una época, Kornblitt parte de una caricatura del monopolio: sería monopolio solamente el control de la totalidad de la producción de una mercancía a nivel mundial de forma permanente. Demostrando en forma teórica la imposibilidad de un fenómeno tal, y “demostrando” su inexistencia empírica (¡a partir de dos casos en la Argentina!) Kornblitt pretende haber superado a Lenin, tachado de “liberal” por sostener una visión “neoliberal” de la competencia capitalista.

Pero ni Lenin ni ninguno de los teóricos clásicos del imperialismo plantean una situación tal. Lo que se plantea no es la anulación de la ley del valor por el monopolio: es evidente que dicha anulación implicaría la capacidad del capital de sustraerse a sus propias leyes de desarrollo. Pero como la misma investigación de Kornblitt (por citar un solo ejemplo) muestra, un grupo nacional (Techint) maneja los precios de un insumo clave de la economía (los caños sin costura) en forma totalmente monopólica por su asociación con el Estado durante ¡40 años! Entonces es claro que la ley del valor rige en forma deformada, es claro que los mecanismos de distribución de plusvalía se han alterado y que en ellos tiene un papel clave la fuerza, la alianza con el Estado; y es claro, en suma, que “la libre competencia se ha transformado en monopolio”. Sólo un necio puede negar esto, con el argumento de que sigue existiendo la competencia en el mercado mundial (cosa que Bujarin fue el primero en desarrollar como una consecuencia necesaria del monopolio en el mercado nacional). La ley del valor se impone (¡claro que se impone!), pero mientras tanto la asociación monopólica de tubos sin costura sostiene durante cinco años un sobreprecio extraordinario de ¡13,5% a nivel mundial! Son los hechos que Kornblitt cita, sin entrar a contar con los elementos que el autor no tiene en cuenta, el más poderoso de los cuales es el peso de los bancos en la concentración de la propiedad y la tendencia al monopolio.

Pretender refutar a Lenin sobre la base de esta caricatura de caracterización y “demostración empírica” se explica sólo por la voluntad política de apartarse de una caracterización revolucionaria de nuestra época, para reemplazarla por una visión contemplativa e incluso apologética. Kornblitt finaliza su libro con una loa vomitiva a la capacidad de “desarrollo de las fuerzas productivas” de Techint. No es casualidad.

Juan García