Políticas

18/9/2008|1055

Cromañon: La filosofía de la cobardía

“No sé por qué estoy acá. No sé si soy escuchado. El doctor Ibarra tendría que estar acá. No sé por qué no está acá”, manifestó Chabán en su declaración ante el Tribunal Oral 24. También habló de la ausencia en el juicio del dueño del boliche, Levy, sobreseído unos días antes del comienzo del juicio oral el 19 de agosto. Y, finalmente, recusó a los jueces del tribunal.

Tres años y nueve meses pasaron para que Chabán recordara, a medias, que su proceder contó con la necesaria complicidad estatal a cargo del destituido jefe de Estado Aníbal Ibarra.

Esta responsabilidad es señalada por familiares, amigos, sobrevivientes, por la juventud, por esta organización desde el primer día, pero Chabán dice no saber por qué su ex amigo, el joven ex PC, el progre y transgresor Ibarra no está ahora a su lado… Hasta ahora había hecho uso y abuso de los medios de comunicación y su objetivo principal fue la culpabilización de los chicos que le dieron de comer durante toda su vida.

Parece que el extravagante Chabán, capaz de citar a poetas, intelectuales, filósofos y demás referentes de la historia, ve nublado su entendimiento a la hora de relacionar su proceder con sus cómplices estatales y políticos. Sistemáticamente eligió como centro de su acusación al “bengalero”. Pretendió burlar a toda una sociedad colocando la responsabilidad de la seguridad de miles de personas en manos de un joven embriagado de pasión por su banda favorita.

Chabán miente cuando asegura no saber por qué Ibarra no está sentado en el banquillo de los acusados, y simplemente recuerda su ausencia después de tres años y nueve meses de la masacre de al menos 195 jóvenes, niños y adultos, acorralado, por la incontrastable realidad de ser apenas él, un eslabón de la cadena, el único sentado en el estrado de los responsables de que aún hoy siga siendo Buenos Aires la ciudad Cromañón.

“No hay chabanes sin ibarras”, señaló el movimiento de familiares de las Víctimas de Cromañón a poco de andar. Los “iletrados” familiares, amigos y sobrevivientes de la masacre pudieron, de formas diferentes, comprender que el sistema, la Justicia que sobreseyó a Ibarra sin imputarlo, la Legislatura que le permitió volver al ruedo político, los macristas, telermistas, aristas, kirchneristas y demás cómplices de su clase política proceden encubriendo a uno de los suyos.

Unos cuantos años tras las rejas quizá le permitan leer a Chabán los informes que llegaron a manos de Ibarra sobre el estado de los boliches en la ciudad que gestionaba, conocer el mecanismo de inspecciones montado por el decreto ibarrista que tenía como finalidad no inspeccionar boliches como el de él, recordar los códigos de habilitaciones que él no cumplía y que su amigo Ibarra le dejaba violar, o rememorar cada coima que pagaba a la comisaría séptima para preservar los ingresos que le permitieron tener lecturas para poder hoy citar a filósofos en su “declaración”. Quizás así pueda desasnarse y comprender por qué Ibarra no está sentado en el tribunal. Chabán no declaró sino que pretendió distraer la atención, señalar pero no desenmascar, estirar los tiempos, embarrar la cancha cuando ya es irrefutable el manto de impunidad que se montó sobre la clase política que gobierna para los Cirigliano que lucran con los trenes, para los Chabán que lucra en los boliches. Actúa despechado contra quienes salvaron el pellejo a instancias de una parte del de él.

La juventud usada como carne de cañón del Estado y los empresarios tendrá la última palabra. A los Chabán les está reservada la cobardía de los de su especie; para nuestra juventud el ímpetu de lucha y la pasión contra los asesinos, especuladores, privatistas macro-ibarristas.