Cuando Fidel Castro fue ‘gorila’ y Batista ‘peroncho’

Alternativa Socialista, el periódico del MST, advirtió que se acercaba el 50 aniversario de la Revolución Cubana y decidió curarse en salud -aunque con muy mala fortuna. En su edición del 22 de octubre pasado, en un artículo dedicado al 70 aniversario de la IV Internacional, tuvo que reconocer que la posición de su corriente, hace medio siglo, fue francamente contrarrevolucionaria. En resumen, que se alinearon con Batista contra la guerrilla de Sierra Maestra y contra la revolución cubana.

“Los primeros días de 1959 -dice ahora este morenismo repitente- habían conmovido al mundo. Fidel entró triunfante a La Habana, y esto generó confusión en las filas trotskistas (sic). En un principio, el partido argentino tuvo una visión sectaria, denunciando al régimen, pero no tardaría en rectificarla”. Sin embargo, los únicos ‘trotskistas’ con esa ‘visión’ fueron los morenistas, que para esa época no eran trotskistas sino peronistas.

En el párrafo citado todo está dispuesto y acomodado para ocultar una mentira. La más notoria es cuando caracterizan que su ‘error’ fue haber ‘denunciado al régimen’ cuando lo que hicieron fue denunciar a la revolución (castrista) y defender al régimen (batistiano). Hasta finales del ‘60, la revolución cubana no se había convertido aún en un ‘régimen’.

La mentira más grande de esta ‘autocrítica’ es, sin embargo, cuando ubica la ‘confusión’ en “los primeros días de 1959”. Ocho meses antes, a mediados de abril de 1958, el periódico morenista Palabra Obrera (17/4/58) celebraba “dos hechos no decisivos pero sí interesantes (sic): el fracaso del gorila Fidel en lograr la huelga general en Cuba, y la resolución de Trujillo de conceder permiso de residencia al líder” (sic) -esto en referencia al exilio de Perón. El fracaso de la huelga general declarada por el ‘gorila’ Fidel Castro, que festejaba el morenismo que tenía a Perón como ‘líder’, había desatado una represión salvaje: Batista dio la orden de que no se tomaran prisioneros; cientos de militantes del MR26 y simples trabajadores fueron asesinados por la policía y los servicios de Batista y enterrados en fosas comunes. En materia de ‘errores’, el morenismo nunca operó, como se ve, al por menor (que lo diga, si no, su caracterización de la dictadura videliana como una “dictablanda” y su reclamo de una autoamnistía para los milicos argentinos en 1981).

Otra mentira más del párrafo citado aparece cuando dicen que “no tardarían” en rectificar el ‘error’; sólo lo hicieron a fines de 1959: o sea que, durante dos años, el morenismo abordó a la revolución cubana desde la contrarrevolución. Esta posición fue uno de los numerosos resultados reaccionarios de lo que se dio en llamar el “entrismo” en el peronismo, que llevó al morenismo a apoyar a todos los dictadores reaccionarios y proyanquis que eran amigos de Perón -por ejemplo Batista. El ‘entrismo’, en realidad, no fue tal, ya que éste supone la independencia política y organizativa de quienes hacen el entrismo -aquí se trató, en cambio, de una simple conversión al peronismo en su versión más obsecuente. Un documento de debate del IV Congreso del Nuevo Mas reconoce, sin el menor empacho: “Siempre cometimos errores y de magnitud” (sic), una jactancia por lo menos curiosa. Pero no solamente de tamaño sino de tiempo, pues agrega: “Durante la revolución cubana estuvimos casi un año antes de reconocer que era una revolución y que había surgido una nueva dirección; creíamos que era una contrarrevolución como la que había habido en la Argentina con la llamada ‘Revolución Libertadora’ de Lonardi, Aramburu y Rojas”.

No se puede pretender, como hace ahora una de las corrientes morenistas, que identificar a Castro con los yanquis y la Libertadora haya sido, simplemente, una “equivocada definición inicial (sic) de la revolución cubana” (El Socialista, 28/2/07). Es que no se trata de una cuestión de “definiciones” sino de alineamiento político -en este caso se alinearon internacionalmente con la contrarrevolución para que la revolución fracasara o fuera derrotada.

Diego Diéguez