Políticas

3/6/2004|853

De Malvinas, contra los ingleses, a Haití, con los yanquis

Kirchner lo hizo

El gobierno sabe perfectamente bien que el envío del ejército a Haití no responde a un objetivo de paz. Lo demuestran los reparos que puso al proyecto y las dilaciones en que incurrió. Kirchner manda tropas a Haití para pagar un servicio; lo peor de todo es que, luego de todo lo que hizo en beneficio de capitalistas, banqueros y pulpos de la energía, hubiera debido ubicarse como cobrador y no como pagador. El servilismo de la burguesía nacional ante el imperialismo se prueba más que nada en esta conducta de retribuir con más concesiones los servicios prestados.


No estamos, obviamente, frente a una operación de ‘integración latinoamericana’, porque los militares van a Haití a defender a un gobierno y a un proceso político armado por Bush y Powell. Esto en primer lugar. En segundo lugar, los países del Caribe continúan negando el reconocimiento al gobierno de los yanquis. El operativo conspira, entonces, contra la ‘integración latinoamericana’, algo que se destaca aún más ante la evidencia de que Venezuela discrepa con ese envío de tropas, porque comprende que sienta un precedente peligroso para la patria de Bolívar, que está sufriendo una impresionante intervención diplomática y mediática del imperialismo yanqui. No es tampoco un servicio a la causa latinoamericana compartir la ocupación con las tropas canadienses y francesas, que continuarán ocupando el sector sur de la isla.


Se trata, en realidad, de una operación de auxilio al ejército norteamericano, el cual no está en condiciones de operar simultáneamente en Bosnia, Afganistán, Irak y en el tendal de bases que ha construido a lo largo de Asia Central, el Cáucaso y el Golfo Pérsico. Los especialistas militares hablan de la quiebra que este despliegue está produciendo, tanto en su sistema de reserva como en su activo. Kirchner va a Haití a socorrer a los usurpadores de Malvinas.


En Haití, por otra parte, está en desarrollo una confusa guerra civil. La llamada política neo-liberal ha diezmado socialmente al país, como consecuencia de la quiebra de la pequeña propiedad en el campo y la proletarización de los campesinos que han pasado a desbordar las villas miserables, sin infraestructura, de Puerto Príncipe y Gonaives. La pretensión de convertir a la patria de Toussaint-Louverture en una plataforma exportadora, como ocurre en el norte de México o en otros países del Caribe, por medio de ensambladoras y armadurías de piezas importadas, ha fracasado. Los capitalistas involucrados acabaron prefiriendo a China y Tailandia, pero antes dejaron al país sin su autosuficiencia alimentaria. La ‘integración latinoamericana’ que necesita Haití es una lucha común con su hermana, la República Dominicana, para impulsar una revolución social como la que Cuba, su otra hermana, inició en 1959.


El envío de tropas a Haití tiene por finalidad intervenir en la represión interna… en otro país. Lo que la legislación argentina prohíbe para nuestro país queda habilitado para Haití. Pero sigue siendo una tarea de represión internacional, no un despliegue militar motivado por un conflicto internacional de Argentina. El jefe que el Pentágono tiene para América del Sur acaba de plantear que las fuerzas armadas latinoamericanas debían involucrarse en lo que llamó “la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico”. Citó aprobatoriamente lo que Uribe hace en Colombia y Lula en las favelas de Río. El gobierno capitalista de Brasil va a Haití porque está mendigando un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU –que, por supuesto, no va a obtener. Después de todo, la ONU y el Consejo de Seguridad son ‘parte del problema’ (no la solución) para la gigantesca crisis internacional en curso.


Lula, Kirchner y Lagos (los tres izquierdistas) han convertido a la ‘integración latinoamericana’ en el ‘password’ del consulado que Estados Unidos está armando en América Latina. Estamos frente a la ‘integración latinoamericana’ en su acepción más reaccionaria, es decir contrarrevolucionaria. En una variante de la ‘defensa interamericana’ que parió a los Onganía y Videla, a los Castello Branco y Garrastazú Médeci (Brasil), a los Pinochet y al ‘Goyo’ Alvarez (Uruguay).