Políticas

7/6/2007|995

De repente, Kirchner re-convirtió a ‘Mauricio' en 'Macri'

Balance de las elecciones del 3 de junio

Elaboración de la Comisión política y del Comité Ejecutivo del Partido Obrero

De repente, el kirchnerismo se acordó de “quién es Macri”. Durante dos meses sólo se acordaba de Telerman: le hizo una guerra tan brutal que favoreció la victoria de Macri por más de 20 puntos. Ahora que el triunfo del macrismo en la segunda vuelta es casi un hecho advierte que no votar a su ‘pollo’ Filmus implicaría ‘hacerle el juego’ a los ’90 — precisamente lo que Kirchner y Alberto Fernández estuvieron haciendo hasta ahora sin el menor escrúpulo. En realidad, al kirchnerismo le importa un bledo que Macri llegue a jefe de Gobierno; lo que pretende ahora es monopolizar la oposición en la Ciudad de Buenos Aires y realizar su objetivo de consagrar una polarización ‘centroizquierda’ versus ‘centroderecha’, es decir eliminar por completo a la izquierda como una posibilidad de desarrollo en el plano político y a partir de las luchas obreras y sociales. No hay una pizca de exageración en decir que Kirchner inventó a Macri para que el centroderecha pueda tener un referente político del que carecía por completo. De paso le dio un empujón al costado a Lavagna. Ahora, sin ponerse un poquito colorados, los ‘progresistas’ le advierten al país que si no votan al verdugo de los maestros, o sea Filmus, podría ganar la derecha y que caeríamos bajo el imperio de la ‘patria empresarial’. En forma simultánea, Kirchner le acaba de entregar a su amigo Cristóbal López la mayoría accionaria del Casino flotante, o sea el lavado de dinero en la Ciudad, y ha ordenado la represión sin tregua contra sus trabajadores. El súbito ‘descubrimiento’ del apellido Macri pone en evidencia que de haber pasado Telerman a la segunda vuelta los kirchneristas hubieran llamado a votar por ‘Mauricio’. La condena más dura contra esta gente es que luego de una década de gobiernos ‘progres’ el 46% del electorado ha preferido votar por un contrabandista de autos y de jugadores y por un estafador del fisco.


Hay un aspecto de esta política que no puede ser dejado de lado y tiene que ver con la descomunal derrota que sufrió la fracción kirchnerista en particular, pues en definitiva la lista encabezada por Ginés González García, que armaron los punteros del PJ y Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, solamente obtuvo el diez por ciento de los votos, o sea apenas el 40% de los votos de Filmus. Lo que pretende Kirchner con la segunda vuelta es soldar la atadura de los ‘progres’ de Ibarra y de los ‘comunistas’ de Heller al carro oficial, con vistas a octubre. Todavía quedará por ver si esta maniobra no acabará abriendo nuevas grietas en el oficialismo nacional en lugar de cerrarlas.


Los favores del ‘progresismo’ porteño hacia Macri en la primera vuelta fueron mucho más allá de las peleas entre ellos: tomaron la agenda social de la derecha, o sea el apoyo a la especulación inmobiliaria y el verso de que es necesaria una ‘gestión’ mejor —en primer lugar, en materia de ‘seguridad’ y de ‘orden’. En esta línea, el kirchnerismo fue mucho más allá de la retórica, como se demostró con el envío de la Gendarmería a las escuelas de Santa Cruz; solamente después de esto Sobisch se decidió a balear maestros para ofrecer ‘tranquilidad’ y ‘negocios’ en un fin de semana largo. En la misma línea, Carrió dedicaba sus últimos días de campaña a decir que “le paraban la Ciudad”, en referencia a los reclamos del subte, del casino o de los colegios preuniversitarios, que ella vivía como un complot contra su persona.


En la cuestión de la ‘seguridad’ asistimos a una ‘unión sagrada’: Telerman urdió un referéndum para crear una segunda policía; Filmus prometió traspasar una Federal “reequipada” y “modernizada”; Macri, propuso incrementar del 3 al 15% los recursos presupuestarios para el ‘área’. En vez de denunciar los vínculos entre el aparato policial y el delito, los ‘progresistas’ contribuyeron a difundir el libreto de Blumberg.


Qué aprovechó Macri


Macri no se privó, sin embargo, de realizar una cierta demagogia social, explotando el agravamiento de la crisis social que se expresa en el desquicio de hospitales y escuelas, o en el colapso habitacional. En este sentido intenta representar a una derecha ‘populista’, lo que explica la magnitud del voto que recibió y, por lo tanto, su carácter contradictorio. Ese derrumbe social es el resultado de varias bancarrotas capitalistas a lo largo de veinte años y es la consecuencia de diez años de administraciones ‘progresistas’ al servicio del capital financiero. Los De la Rúa, Ibarra y Telerman fueron los artífices de la autogestión hospitalaria exigida por el Banco Mundial; del derrumbe de la infraestructura escolar y de los favores a la educación privada; de la entrega del suelo y del presupuesto para megaproyectos suntuarios; de la captura de los aparatos de inspección y habilitación a manos de las “industrias” turísticas y culturales, o sea, los Chabán. La política de sometimiento a la patria contratista y al capital financiero, por parte del ‘progresismo’, fracasó, ¿por qué le va a ir mejor ‘gestionada’, sea por ‘Mauricio’, sea por ‘Macri’? ¿Los superbeneficios que genera la exportación de soja le darán al capitalismo en Argentina mejores posibilidades que la que le ofreció el financiamiento internacional de los ’90?


Durante la campaña, el macrismo disimuló su orientación social y, en general, eludió cualquier definición de fondo; incluso está mintiendo cuando promete que no habrá mayor presión impositiva. Cuando se refiere a la ‘urbanización’ de villas sólo menciona la apertura de calles y la instalación de cloacas; el ingreso de las ambulancias y de la policía. Son los prerrequisitos de una erradicación, no de una ‘urbanización’. Por eso, el gobierno macrista enfrentará choques y luchas sociales mayores, y además porque la Ciudad seguirá siendo, muy a pesar de él, el centro de las movilizaciones políticas y sociales del conurbano y nacionales. El éxito de un planteo político y de una corriente política no se prueba en las urnas —se prueba en el gobierno. Pues bien, desde que cayó Perón en el ’55 ningún ganador de los días domingo, ni tampoco los cuarteleros, perduraron en el tiempo de gobierno que tenían previsto.


Contradicciones


El mayor interés político del resultado de las elecciones del 3 de junio es la victoria de los partidos denunciados por la corrupción política, pero por sobre todo por haber reprimido las luchas sociales; esto se manifestó igualmente en las elecciones de Neuquén. El electorado no se ha subido al carro de la rebelión popular, sino a los que defienden la restauración del 'orden'. La rebelión popular no se ha convertido en una tendencia política. En la agenda sobre la ‘seguridad’ y el ‘orden’, el ‘delito’ quedó relegado a un segundo lugar con relación a los ‘cortes’ que protagonizan todos los movimientos y clases que van a una lucha. El electorado ha votado a favor de los que tienen credenciales de defensores de la restauración del orden económico y político. Esto refleja que las luchas no tienen todavía un carácter de conjunto, salvo en las excepciones extraordinarias que hemos conocido desde principios de año, y las minorías que luchan no han sacado todavía conclusiones políticas de su experiencia. En el caso de la rebelión docente falta que se saquen conclusiones políticas de la completa bancarrota educativa y social provocada por una política capitalista conciente que fue común a todos los gobiernos de las últimas cuatro décadas.


Los resultados electorales a favor de la derecha y negativos para la izquierda expresan, por lo tanto, una contradicción entre la realidad social, que es una tendencia de fondo, y su percepción política popular, que es un fenómeno coyuntural. Repetimos: la vigencia de un programa o de una corriente no la determinan las urnas sino la realidad histórica y social. Las cartas están todas servidas.


Nuestro balance empezó hace un año


Los problemas y contradicciones que se manifestaron en las elecciones fueron discutidos anticipadamente por nuestro partido en sus dos últimos congresos; el reciente, en abril pasado, fue adelantado precisamente para reforzar un debate sobre este desarrollo contradictorio de la realidad política. Se resume en la necesidad de alcanzar una inserción social aún más profunda y darle a la actividad cotidiana una dirección estratégica. La crítica más fuerte a nuestro desarrollo político tiene que ver con el hecho de que, concretamente en la Ciudad, la clase obrera no es un sujeto político que se reconozca como tal y que pueda servir de apoyo y de desarrollo de una alternativa política popular. Esta cuestión explica la circunstancia incontrovertible que, entre diecinueve partidos que se presentaron a elecciones, nueve de los cuales eran de izquierda, el Partido Obrero fue el único que presentó la crisis urbana como un fenómeno social y clasista, en oposición al planteo municipalista y territorial. Hay que destacar, asimismo, que el PO es presentado en los medios circunscrito al llamado campo de la izquierda, la cual en Argentina es una realidad policlasista y tiene una concepción política democratizante. Nuestra política es dirigirnos al proletariado y a los explotados y tratar de ganarlos; en cambio con la izquierda que no es obrera, ni participa en las luchas sociales y tiene una postura reclamativa, nuestra posición es confrontativa.


Aunque la izquierda elevó su votación respecto de 2005, estuvo sin embargo un 30% por debajo de los registros de 2000 y de 2001, es decir anteriores al Argentinazo. O sea que el voto a la izquierda anticipó la crisis de diciembre de 2001, pero no capitalizó los resultados. Es un hecho que, fuera del Partido Obrero, la izquierda ha crecido desde entonces en la cantidad de escisiones e incluso de disolución política. El Argentinazo no la reforzó sino que la hizo explotar -es lo que hacen las crisis con las fuerzas políticas según su grado de debilidad. En el campo de los partidos capitalistas el resultado fue aún más demoledor, como lo prueban las ‘tres’ candidaturas de la última elección —que no respondían a ningún programa ni organización. Lo que algunos podrían interpretar como la superación de los programas socialmente divisionistas y antagónicos y de las luchas de clases, no es otra cosa que la política burguesa convertida en un puro espectáculo.


Dentro de la izquierda, la corriente que consiguió el objetivo de elegir una legisladora, el MST, se caracterizó por presentar a candidatos que declaraban ser ajenos a sus filas, para mejor afirmar su disponibilidad a cualquier política y hasta para disimular la responsabilidad que los medios le adjudican en las luchas populares. Durante toda la campaña, el Partido Obrero fue objeto, en cambio, de un feroz ataque macartista, vinculado a nuestra presencia en las luchas obreras, e incluso el Presidente denunció que esa participación oficiaba como medio de campaña electoral. ¿Es casual acaso que como lo describe un lector en esta edición de Prensa Obrera, Silvestre y Lanata nos hubieran dedicado para el balance electoral todo el tiempo que no tuvieron para permitirnos expresarnos durante su desarrollo, destacando que nuestro bajo porcentaje electoral demostraba la impopularidad e inautenticidad de las luchas que nos encontraban como protagonistas? Pero al tiempo que se nos imputaba de los destrozos que un insano, como se acaba de demostrar, realizaba en el centro de Río Gallegos, tuvimos escasas oportunidades de concurrir a esos mismos medios para defender políticamente esas luchas y nuestro rol en ellas, en especial a cargo de nuestros candidatos. Es uno de los rasgos fundamentales de las elecciones que los medios se sigan esforzando por presentar nuestros bajos resultados como una “condena popular”, incluso plebiscitaria, a quienes están luchando (Este mismo operativo se encuentra en marcha contra nuestros representantes populares en Salta, luego de la reciente huelga docente, y contra el FUT-PO de Santa Cruz a partir de la asunción de Peralta). En la campaña, el PO no abandonó jamás la trinchera de las huelgas, las movilizaciones docentes y estudiantiles. En medio del municipalismo vacío de los candidatos, el PO presentó a la Ciudad como un gran escenario de la lucha de clases, y desarrolló una crítica socialista de ese proceso social, a través de un programa y de la acción. Esta seguirá siendo la vía fundamental de nuestro desarrollo político; hay que incrementar la dosis y la eficacia. El proceso social capitalista, tomado en su conjunto, trabaja a nuestro favor.


El ballotage


Kirchner, que se adjudica el lugar de jefe del movimiento popular que abrió una nueva etapa en la historia argentina, no tiene la menor intención, sin embargo, de remontar los veinte puntos que lo dejaron a la cola de un simple Macri, que solamente conoce el goce de lo que recibe en herencia. Su objetivo es más estrecho: manejar la campaña de las elecciones a Senadores y Presidente en la Capital en octubre, mientras los opositores todavía tienen que definir incluso su ‘espacio’. Naturalmente, el pretexto de una pelea contra Macri será usado para denunciar cualquier oposición política al gobierno como funcional al macrismo, ni qué decir de las luchas que se produzcan en este período. Seguirán extorsionando a los compañeros del subte y ofreciendo pretextos a la dirección de Foetra para seguir en ‘conciliaciones’ sin salidas. El macrista vergonzante de la primera vuelta querrá convertirse en el fiscal del pueblo en la segunda; pero si se le va la mano en la violencia que le imprima a la campaña correrá el riesgo de agrandar las diferencias de puntos que lo separan del ex ‘Mauricio’ (ahora Macri). Pero apoyar a Filmus para “que no gane Macri” sería no solamente apoyar al gobierno represor de Santa Cruz, al gobierno de la Gendarmería y del encubrimiento del ‘gatillo fácil’. Este apoyo sería un golpe político contra las luchas obreras y populares. Pero sería algo más, porque Macri no es otra cosa que la versión anticipada de la orientación que el propio oficialismo está anunciando para después de octubre: liberar los precios y las tarifas, proseguir la entrega petrolera y energética, pagar la deuda al Club de París, reacomodar las relaciones con el imperialismo yanqui, profundizar la integración internacional en la estrategia del sionismo. En definitiva, la “lucha contra Macri” es la pantalla de un gobierno que se apresta a cumplir con todas exigencias… de los Macri y López Murphy. ¿No sería estúpido comprar una ropa que va a quedar fuera de moda, incluso por decisión de sus dueños?


El Partido Obrero llama a votar en blanco el próximo 24, y llama a toda la izquierda a una campaña activa y común por el voto en blanco. No importa que ya sabemos, por los resultados del primer turno, que influenciará a una cantidad menor de votantes. Lo que importa es su carácter de planteo hacia el futuro, que destaca la completa oposición a tendencias políticas que ya cumplen funciones estatales contra los trabajadores. Se trata de defender las luchas actuales y sus perspectivas contra dos variantes políticas completamente hostiles a los trabajadores. Los Filmus, que reclaman el voto del pueblo progresista o que lucha, serán los primeros en sellar un pacto con Macri contra cualquier acción popular, ni hablemos de los enjuagues que armarán desde las bancas de la legislatura. La perspectiva política de los luchadores no puede quedar en “libertad de acción”: es necesario una campaña resuelta por el voto en blanco, acrecentando las luchas actuales y llevando mayor cantidad de luchas a la victoria.


Es multiplicando estas acciones como ‘esperamos’ la llegada del macrismo, que nos han traído una década de gobiernos ‘progresistas’ y una campaña electoral diseñada para su entero beneficio.