Políticas

14/3/1996|485

Decenas de miles a la Plaza de Mayo

El asesinato del pibe marplatense Cristian Campos debería disipar cualquier resto de dudas.


Lo mismo debería ocurrir con la farsa del juicio oral por el crimen de María Soledad.


O con la impunidad de los jefes militares que encubrieron la muerte de Carrasco y el ocultamiento de su cadáver.


O con los asesinatos de los chicos Bru, Bulascio, Mirabete, de Ingeniero Budge y tantos otros.


El régimen capitalista que gobierna a la Argentina es enemigo de la juventud.


Y tiene sólidos motivos para ello.


Porque la juventud es la víctima principal de la desocupación, de la destrucción de la educación, de la ‘flexibilidad laboral’, de los bajos salarios y de la miseria de sus familias.


La represión tiene un contenido social: defender a los explotadores contra los explotados. Aquí o en Los Angeles; en Nigeria o en la franja de Gaza; contra los indios de Guatemala o de Chiapas; contra los docentes y estudiantes bolivianos o contra los inmigrantes asiáticos, turcos o españoles en Francia, Bélgica, Alemania, Gran Bretaña o Suiza; o contra los chechenos en la Rusia de Yeltsin.


La policía y los aparatos armados y de seguridad son los instrumentos de esta represión.


La represión de Menem, Duhalde, Sapag, Bussi, Mestre, Juárez, Estabillo, Obeid, responde a la necesidad de defender al régimen de decretos de necesidad y urgencia que los convencionales capitalistas votaron en Santa Fe hace dos años.


Pero por sobre todo, defender al régimen que debe pagar la deuda externa y para ello endeudar más al país y por lo tanto hambrearlo.


Desde 1983 pasaron muchas cosas, pero dos se mantuvieron constantes con el paso de gobiernos diferentes, de políticas distintas y de ministros sucesivos: el pago de la deuda externa y el indulto al aparato represivo. Son hermanos siameses.


Duhalde se ha vuelto a declarar inocente; no es responsable, dice, de los ‘errores’ o de los ‘excesos’ de su policía. Sin embargo, Duhalde no esconde su propósito de convertir a Buenos Aires en un estado policial. La prohibición de la circulación nocturna, a partir de las tres de la mañana, equivale a una declaración de estado de sitio cuya efectivización se entrega a la policía. Equivale a compartir el gobierno con el aparato de represión.


Duhalde ha sido responsable directo del esquema de la organización de la represión contra los estudiantes platenses, así como lo son los intendentes de la represión de los trabajadores municipales y lo fue recientemente Obeid en la represión contra los bancarios de Santa Fe.


En la mayoría de las barriadas del conurbano existe un gobierno policial, donde los capitalistas pagan protección a la policía y donde ésta obliga a hacer lo mismo a los pequeños comerciantes.


En la ‘patria’ de Duhalde rige la más completa arbitrariedad policial.


Por eso las concentraciones y manifestaciones previstas para el 23 y 24 de marzo deben levantar como consignas la lucha contra el régimen menemista y sus cómplices y por el juicio y castigo de todos los culpables de los crímenes que este régimen ha cometido y protege.


La democracia no es lo mismo que la dictadura, dicen los que no han luchado ni contra una ni contra la otra, ni quieren ver que los explotadores que gobiernan con una y que han gobernado con la otra son los mismos.


Pero tampoco son lo mismo un criminal convicto y otro que anda suelto.


A este último todavía hay que meterlo preso.


Por la independencia nacional: desconocer la deuda externa usuraria.


Contra la miseria: salario mínimo de 1.500 pesos, seguro a los desocupados, 82% móvil a los jubilados, igual salario para los jóvenes.


Por la libertad y la democracia: derogar el indulto y la obediencia debida; juicio y castigo a todos los culpables.


Fuera Menem-Cavallo.