Políticas

15/5/1997|539

Del crimen político a la crisis política

La innumerable sucesión de llamadas telefónicas del oficial Prellezo al jefe de la seguridad de Yabrán amenaza con llevar al patrón de Oca al banquillo de los acusados como autor intelectual del asesinato de José Luis Cabezas.


El descubrimiento de las relaciones comprometedoras entre Prellezo y Yabrán coincide con la publicidad de la alianza entre Duhalde y Cavallo y el agravamiento de los choques entre ambos y Menem.


Al mismo tiempo, la ‘hipótesis Yabrán’ quita presión sobre la banda de policías de la costa y toda la cadena de complicidades y encubrimientos que involucra a toda la plana mayor de la fuerza. Esto ocurre pocas horas después del desplazamiento de Eduardo de Lázari de la Secretaría de Seguridad de la provincia, unánimemente interpretada como una señal de ‘tregua’ de Duhalde al alto mando policial, luego ‘lubricada’ por un sustancioso aumento salarial.


¿Con el descubrimiento de las relaciones entre Prellezo y Yabrán comienza la etapa del definitivo esclarecimiento del ‘caso Cabezas’?


Esta es la tesis que difunde la gobernación bonaerense; pero lo cierto es que la investigación —en la que el propio Duhalde ha actuado directamente— está muy lejos de querer establecer fehacientemente quiénes son los autores materiales del crimen del fotógrafo. Pretende dar la impresión de un crimen resuelto, pero dejar la responsabilidad de su esclarecimiento y del castigo a los culpables, en un remoto juicio oral y público.


El móvil del crimen parece emerger, pero no mucho. El misterio del arma sigue sin resolverse. No hay pruebas materiales que confirmen las declaraciones auto-acusatorias de los miembros de la banda de Los Hornos ni, tampoco, sus acusaciones contra los policías Prellezo y Cameratta. “Sigue sin aparecer ningún elemento concreto, ni las armas que supuestamente usaron ni la cámara de Cabezas ni la billetera y tampoco hay nada que termine de vincular a los albañiles con la cava y el crimen (…) Sigue flotando la sospecha de que cuando estuvieron detenidos por tenencia de cocaína, dos semanas después del asesinato, pudieron haber arreglado autoincriminarse” (Página 12, 7/5).


Tan oscura es la situación, que los elementos reunidos hasta el momento no alcanzarían para condenar a Prellezo (La Nación, 3/5). Las contradicciones entre los detenidos son groseras; como los cuatro tienen los mismos abogados, las contradicciones sugieren que se trata de declaraciones ‘armadas’. Sigue sin esclarecerse la participación del informante devenido acusado, Carlos Redruello, al punto que “el expediente sigue habitado por dos historias contrapuestas: una con Redruello y otra sin él” (Clarín, 4/5). Contra la apariencia de esclarecimiento, la oscuridad es muy profunda: ¿Yabrán paga los carísimos abogados de los acusados?; ¿Yabrán financió la tentativa de Redruello de incriminar a los ‘pepitos’? Si esto último fuera cierto, quedarían involucrados la mitad de los servicios de inteligencia.


En realidad, no hay una investigación sino dos: una la de Duhalde; la otra la del juez. Es evidente que la del gobernador es la más importante: fue Duhalde —y no el juez— el que descubrió a la banda de Los Hornos y el que negoció con ellos sus detenciones y sus declaraciones. Fue Duhalde —y no el juez— el que llevó a los albañiles a denunciar a Prellezo y luego negoció directamente con éste las condiciones de su detención. Los acusados, sin excepción, hicieron declaraciones ante la policía que luego no repitieron ante la justicia. El juez ha debido contentarse con los fragmentos de información que Duhalde —y los autoincriminados que negociaron con él sus declaraciones— se avinieron a suministrarle.


La fuente de todas las contradicciones, pistas falsas y declaraciones ‘armadas’ es, precisamente, la ‘investigación’ de Duhalde. Detrás de la apariencia del esclarecimiento del asesinato, Duhalde ha sentado las bases para la impunidad de los asesinos y la ha reforzado con la promesa de conmutación de penas, incluida la del propio Prellezo.


Duhalde, Yabrán y la mano del imperialismo


La catarata de comunicaciones telefónicas entre Prellezo y Gregorio Ríos, el oficial militar retirado que oficia de jefe de seguridad de Yabrán, comprometen seriamente al patrón de Oca. Según algunas versiones (Página/12, 10/5), el móvil del crimen sería el seguimiento de la amante de Yabrán en Pinamar por el fotógrafo asesinado. Otras indican que Cabezas habría obtenido fotos que revelaban inclinaciones todavía menos ‘santas’ de Yabrán.


Joaquín Morales Solá, en La Nación (11/5), informa que “las conversaciones telefónicas entre el empresario y el presunto policía asesino, Prellezo, no sólo están registradas en su existencia; también se sabe (en algún lugar de la administración) el contenido mismo de esas charlas. Las conversaciones entre el policía y el empresario sucedieron antes de la trágica muerte de Cabezas; si realmente se grabó su contenido (…) es porque Yabrán —y no Prellezo— estaba siendo seguido de cerca por alguna investigación no determinada aún. Fuentes seguras afirman que tales seguimientos habrían estado a cargo de servicios de inteligencia extranjeros, que continuarían ahora en la Argentina colaborando con la pesquisa del caso Cabezas”.


Nadie en su sano juicio, sin embargo, puede sostener que los servicios de inteligencia norteamericanos que operan en la Argentina hayan entregado las grabaciones de las conversaciones entre Yabrán y Prellezo a Duhalde (súbitamente aliado con Cavallo) movidos por su preocupación por esclarecer el asesinato de Cabezas.


Como se sabe, en los enfrentamientos entre Yabrán y Cavallo, el ‘mediterráneo’ actuaba como agente de la norteamericana Federal Express y de otros pulpos imperialistas, que veían vedado su ingreso a los jugosos negocios del correo y de los depósitos fiscales de los aeropuertos por el virtual monopolio establecido por el amigo de Menem. Así, la investigación del asesinato de Cabezas puede convertirse en el escenario elegido por los servicios de inteligencia norteamericanos para dirimir la batalla entre Yabrán y los pulpos yanquis por el monopolio del correo, los aeropuertos y el contrabando.


Aunque el prometido castigo a los responsables materiales e intelectuales del asesinato de Cabezas esté todavía muy lejano, ya no se puede ocultar que fue asesinado por la policía duhaldista actuando bajo la instigación directa de Yabrán. Como lo denunciamos desde el primer momento, el asesinato de Cabezas es “el crimen del régimen Menem-Duhalde” (Prensa Obrera, n° 528, 20/2).


Así, la investigación por el asesinato de José Luis Cabezas parece moverse al ritmo de las necesidades político – electorales de Duhalde.