Políticas

25/8/1994|426

Del Papa a la AMIA

Así como el daltonismo es una enfermedad que afecta la vista, el morenismo es una enfermedad que afecta particularmente a las neuronas, la cual lo lleva a confundir los fenómenos políticos. Sin embargo, mientras los daltónicos pueden corregir su mal con ciertas lentes, los últimos no tienen cura.


Esto se pone de relieve en el periódico Palabra Obrera, la flamante nueva escisión del Mas denominada Partido de la Revolución Socialista (Prs), que integran aquéllos que “repudian las elecciones” y llevaron al Mas en los comicios del 10/4 a su desaparición política: “El contenido de la marcha (de repudio al atentado a la AMIA), dice, fue claro. El sionismo silbó a Menem porque para ellos no pone ‘mano dura’” (Nº 1, 27/7). Es decir que fue una movilización “fascista”  El “fuera” que se le gritó en la Plaza a Menem (e incluso a los “judíos” del gobierno —Corach, Iconikoff—), parece que estaban dirigidos a promover ¡¡el retorno de Camps (QEPD)!!


A excepción del Mas que, aunque no con muchas ganas “rechaza la concepción antisemita” (Solidaridad, Nº 479), esto porque dice “es el precio de tener un gobierno mercenario”, ninguna de todas las organizaciones morenistas caracteriza que el atentado constituye una acción de características antisemitas. Entre otras cosas, por esto el PO lo caracterizó  de “un ataque contra los trabajadores, el pueblo argentino y la causa del movimiento obrero mundial”.


Las “palmas” del antisemitismo se las llevó el “novel” Prs, quien llega a afirmar que “no es provocando la muerte de inocentes como la docena de albañiles que se encontraban trabajando en la mutual…”. Como se sabe, los albañiles que trabajaban en la AMIA eran… bolivianos ¿los queno son bolivianos no son inocentes? Esta distinción racista de la peor especie, califica perfectamente la bancarrota de todas las corrientes morenistas, que se equivalen a la hora de hacer esta discriminación, pero al mismo tiempo desvirtúa todas las posiciones de los discípulos de Moreno, ya que demuestra el carácter reaccionario del atentado, incluso para los parámetros antisemitas de estas corrientes, ya que las víctimas del hecho incluyen a adherentes tan “insospechados” de sionismo como lo pueden ser esos compañeros descendientes del Incario.


Pero para el Mas “el tono político de la concentración… no estuvo dado porque algunos de los que silbaban expresaran así su repudio a Menem”, sino “por los discursos… que reprocharon al gobierno su incapacidad para garantizar ‘seguridad’ y evitar las acciones ‘terroristas’” (ídem ant.). Qué queda entonces del “repudio” al atentado por parte del Mas, si (adviértase bien la barbaridad) ¡hay que defender la impunidad de sus autores!


El reclamo de “seguridad” en boca del judío atacado por judío, es decir, injustamente, es legítimo, y corresponde darle una respuesta, no policial sino democrática. La movilización de masas abre el terreno más proclive a la acción de los partidos de izquierda; el antisemitismo será “pasto” mañana para acusar seguramente a las organizaciones revolucionarias como “cuevas de judíos».  (El morenismo hace frente único con los sionistas que no quieren la movilización de las masas, y que en cambio hacen “bunkers” frente a escuelas y sinagogas, fomentando la segregación).


El Mas tiene un acierto (¡lo que no es poco!) cuando caracteriza que “el sionismo (se)… identificó falsamente con la comunidad judía”, pero lamentablemente de esto no saca ninguna conclusión práctica. El sionismo, contradictoriamente, tuvo que convocar a un acto para controlarlo, en un cuadro de crisis dictado, por un lado, por la ausencia de todo planteo o iniciativa (a excepción del PO) proveniente del campo de la izquierda, de los sindicatos o los llamados partidos “democráticos”, y por el otro, por la rebelión de la comunidad judía que no iba a tolerar la conducta de sus autoridades sionistas (y progubernamentales) (qué son sino las marchas semanales que reúnen a miles de jóvenes judíos indignados, mientras las autoridades de la DAIA y la AMIA, junto al embajador israelí, concurren a la Catedral. Para conocimiento de los morenistas, estas autoridades fueron acusadas sistemáticamente por la “izquierda” sionista de haber llevado a la comunidad “judeo-sionista” (ahora sí, decimos deliberadamente judeo-sionista) a su peor situación desde la guerra: según informó el 19/5/93 la publicación Nueva Sión, representante de esa “izquierda”, en las últimas elecciones de la AMIA votaron solamente 4411 personas, el 20% del padrón.


Quiere decir que aunque hubiesen ido a la movilización todos los judíos que votan en la AMIA, fueron además otros 180.000 ciudadanos de las siguientes categorías: judíos que no votan en la AMIA, judíos que no están afiliados a ella; y probablemente otros (más de la mitad) que nada tienen de judíos —y mucho menos de sionistas. “Pavada” de cuestión.


El morenismo, incapaz de defenderse sin caer en contradicciones, en el antisemitismo, o en el apoyo o encubrimiento de los “acuerdos de paz”, apela a la patraña. En el ’82, dice por enésima vez el mentiroso, el PO “capituló” ante el Papa y ahora lo hace… ante los rabinos sionistas, aunque —en honor a la verdad— Moreno ya nos había acusado de capitular ante el mismo “ogro” (esto, porque Jorge Altamira, en 1983, hizo lo que ningún dirigente de la izquierda argentina osó antes o después, que es defender públicamente el punto de vista de una República única de Palestina en las páginas de una publicación sionista de “izquierda”, ¡en el que colaboraban regularmente tres dirigentes del Mas!)


Lo cierto es que el morenismo no fue a las movilizaciones que recibieron al Papa en 1982 porque no quería enfrentar la tarea de organizar la resistencia a la inminente capitulación de Galtieri. El PO fue a volantear las multitudinarias manifestaciones de recepción al Papa, bajo la dictadura, planteando: “Si quieres la paz, aplastemos al imperialismo agresor” (y fue el protagonista central de la primer gran movilización que reunió a más de 10 mil jóvenes que quemaron en las barbas de los milicos una bandera americana frente a la embajada yanki). El morenismo no fue porque defendió a Galtieri durante toda la guerra y fue a reunirse con el Comando del IIº Cuerpo del Ejército, con sede en Rosario (mandó a Rubén Visconti). A fines de 1982, el morenismo volvió a darle la espalda a las masas y renunció a participar de la más grande movilización de masas en la fase final de la dictadura, argumentando que ella servía a la “institucionalización” que el Mas apoyaba, y el PO no.


Para un reagrupamiento genuino de la izquierda revolucionaria, basta de patrañas de parte de los que apoyan los acuerdos imperialistas en Medio Oriente, alegando que constituyen un “triunfo parcial”.