Políticas

18/3/2004|842

Dictadura y democracia

En torno al debate sobre la vigencia histórica de la dictadura del proletariado en la tarea revolucionaria de suplantar el poder de los opresores por el de los oprimidos, debemos señalar que ninguna transición histórica de importancia tuvo como eje una simple concientización ética de los primeros, reconociendo la injusticia de su opresión en perjuicio de los segundos. Más aún, todos los ejemplos conocidos demuestran que el traspaso no fue pacífico y requirió alguna forma de dominio de una clase sobre otra, por elementales razones de supervivencia. Ningún presidente renunciante arrojó las llaves del palacio a la turba, a los rebeldes ni a los intelectuales, ávidos de cambios simplemente éticos. Al contrario: su solución fue entregarlo a los mismos opositores… para cambiar roles, pero mantener la misma estructura económica de dominio. En el marco de la democracia formal, declamativa y burguesa, se proclaman derechos inexistentes del conjunto de la sociedad, dividida en clases con diferentes obligaciones de producción y consecuentemente menores derechos en la distribución de bienes de la sociedad. Recuerdo que, tras la asunción al poder del Dr. Alfonsín, mi patrón lo celebró como el triunfo de la democracia y el derecho, y la derrota de la dictadura. Mi respuesta fue simple: “En tanto mi sueldo es variante de la economía, no permitiéndoseme discutir con usted un sueldo digno…, para mí sigue siendo dictadura ‘democrática’ no distinta de la anterior”.


Eran tiempos de enmascarar el dominio violento de los opresores por una “democrática y patriótica reconstrucción” del Estado capitalista, que simplemente recambiaba roles y negociaba impunidades, dejando intacto el sistema del dominio violento por otros parlamentarios no menos violentos de opresión. A quienes pretenden reemplazar el sistema de dominio existente, esperanzados en una salida “democrática” de simple discusión parlamentaria, debemos recordarles que existen los sobornos para votar leyes de dominio y desmantelamiento de los derechos arrancados por el reclamo de los oprimidos: sus propias conquistas sociales con la excusa de la “flexibilización laboral” para solucionar una crisis desatada por los opresores, para abaratar la mano de obra. Y paralelamente mantener intacta la estructura violenta de dominio entrenando a los próximos dictadores, tan pronto fallen los mecanismos “democráticos”.


En consecuencia, retirar la consigna proletaria de la revolución: el poder de los oprimidos, inseparable de la dictadura del proletariado como vanguardia transformadora de la sociedad… es simplemente una inconsecuencia lógica. No existe siquiera una justificación semántica, por impopular que sea, asociar la dictadura como concepto político absoluto frente al concepto político absoluto de democracia sin especificar el marco histórico del análisis. Hay democracias que son dictaduras como el ejemplo anterior y hay dictaduras que son todo un ejemplo democrático… aplicándose correctamente el contexto donde se desarrollaron políticamente como consecuencia de las relaciones económicas dependientes del grado de desarrollo de las fuerzas productivas.


Un ejemplo de dictadura progresista en el contexto político y económico de la época colonial sudamericana lo tenemos en la República del Paraguay, proclamada Primera República sudamericana en mayo de 1811… cinco años antes de la proclamación argentina, que reclama la paternidad “revolucionaria” de las ideas de Mayo gobernando en nombre del Estado monárquico de España.


Entre 1811/20, Paraguay declara su independencia bajo la férrea decisión política de la población rural y urbana con una Asamblea de 1.000 congresales impulsada por el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia para hacer frente al continuismo de los beneficiarios del sistema de monopolio comercial de la monarquía, cuyos representantes compartían con él un triunvirato en el poder… discutiendo sus privilegios de clase frente a las necesidades de la población y la reorganización del Estado quebrado e insolvente. La crisis política que lo enfrenta a los miembros del triunvirato desemboca con su retiro a su chacra y la exigencia del pueblo para solicitar un gobierno dictatorial ejercido vitaliciamente por el Dr. Francia en medio del caos económico que había heredado de la monarquía española. Cuando muere, sus sucesores tardan tres días para el arqueo del Tesoro nacional en forma de monedas de oro y plata acumuladas durante dos décadas de gobierno.


La dictadura perpetua del Dr. Francia tuvo características progresistas y revolucionarias en contra del dominio español en América… y su continuidad contrarrevolucionaria manteniendo en el poder a los funcionarios y comerciantes enriquecidos con el monopolio comercial anterior. Para lograrlo se apoyó en la población en el marco económico heredado de una insuficiente estructura de producción y una deficitaria superestructura de dominio incapaz de resolver los más acuciantes problemas de supervivencia de la población mayoritariamente rural. La dictadura consistió en el cierre de la frontera, la prohibición de exportar dinero amonedado, el monopolio del comercio a favor del Estado, la creación de las estancias de la patria, la instrucción gratuita y pública, la creación de un ejército popular de voluntarios, la organización de una fábrica de armamentos, la fundación de fuertes a lo largo de los ríos Paraguay, Paraná y Apa, la creación de astilleros y talleres de artesanías, la gradual recomposición de la economía atrasada en otra moderna para la época, la fundación de pueblos y el reparto gratuito de tierras a los productores agrícolas, la desaparición del latifundio anterior, junto a la liquidación de las antiguas relaciones feudales y monopólicas de la monarquía, la creación de instituciones modernas, el trazado de caminos y urbanizaciones, fábricas de ladrillos y cal, etc., etc. El Paraguay era el mal ejemplo para la democracia claudicante al dominio imperial inglés, cuya flota dominaba los mares… pero no podía penetrar aguas arriba hacia el Paraguay, cuyo gobernante resumía su poder como “dictador perpetuo”. Al morir el Dr. Francia, los López inauguraron una era democrática y de apertura económica, impulsando los logros conseguidos por su antecesor… dejando abiertas las puertas de la oposición emigrada que regresó al Paraguay bajo las banderas de los aliados de la Triple Alianza, para participar de la destrucción del Paraguay, la esclavitud de su población vendida en las plantaciones del Brasil y el recupero de sus privilegios perdidos en 1811.


Se titularon “liberales” semánticamente, porque defendían la libertad de comercio bajo bandera inglesa, dominante en América y otras latitudes.


En contraposición, la dictadura del Dr. Francia era la “mala experiencia” política y las modernas dictaduras de los militares del siglo XX las “deseables salidas democráticas” reconocidas por los gobiernos de los imperialistas horas después de los golpes de Estado…


No existen diferencias de fondo entre “colorados y liberales”, sus soluciones democráticas mantienen el estado de dominio y opresión del pueblo paraguayo, para los que los conceptos abstractos de democracia y dictadura son esquemas no absolutos sino relativos de dominio y opresión, violentas siempre donde se muere de hambre y carencias insatisfechas o más rápidamente bajo las balas asesinas. Tampoco existen diferencias de conceptos para el resto de Latinoamérica, dominada bajo dictaduras abiertas o encubiertas como democracias opresoras. Y el fenómeno se repite en otras latitudes.


La dictadura del proletariado no es la misma dictadura feroz de los opresores actuales sino una forma de transición hacia un cambio profundo de la sociedad sobre bases equitativas de participación en el reparto de los bienes de la sociedad. La primera busca la liberación, la segunda mantiene la opresión aun bajo un disfraz de “democracia”, combatiendo a los oprimidos y buscando su esclavitud perpetua. Pretender que el cambio sea un simple intercambio de ideas, suprimiendo del programa político de emancipación proletaria el impopular concepto de dictadura no es clarificar la conciencia de los oprimidos sino una excusa para una solución de compromiso postergando la revolución para no asustar a la burguesía “democrática”…


La alternativa es incluir la dictadura del proletariado en el programa de la lucha revolucionaria o renunciar a ella por comodidad e incapacidad de esclarecer la conciencia de los oprimidos. La elección es suya, amigo lector.


Contribución al debate en torno a la vigencia de la dictadura del proletariado en el programa de LCR, suprimida como objetivo político de transición entre la toma del poder y la implantación del socialismo en países anteriormente oprimidos por el capitalismo, bajo diversas formas de gobierno: algunas “democracias” burguesas u otras formas más o menos virulentas de violencia.