“Dime con quién andas…”
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El diario La Nación, en su editorial del domingo 22 de agosto, convocó a la marcha de Juan Carlos Blumberg. Radio Mitre hizo lo propio, y ni hablar de los medios controlados por Hadad, el menemismo y la “peor derecha”, como Radio 10 y Canal 9.
En una nota publicada el 20 de agosto, el columnista de los Mitre, Femando Laborde, incitó a Blumberg a no dirigirse a la Casa de la Provincia de Buenos Aires sino a la Plaza de Mayo. Es necesario mostrar al país —dijo ese periodista— una alternativa política frente a la alternativa piquetera —a la cual no mencionó—.
La Nación había informado sobre la abrupta caída de la confianza en el gobierno (17 puntos en un mes), según una encuesta de la Universidad Di Telia. Laborde, por supuesto, atribuyó esa caída a la inseguridad “en los segmentos medios y altos” de la sociedad
La nota de Laborde indica la intención manifiesta de estructurar la oposición al gobierno —tan dispersa como el gobierno mismo— hacia la derecha, como lo había pedido Mariano Grondona un domingo antes. En tomo de los secuestros en La Horqueta, de la inseguridad de los empresarios y de loe countries, para evitar que se organice a la izquierda en la lucha contra el hambre, por pan, trabajo, salud y educación. Menos aún en la movilización contra el gatillo fácil, contra la organización mañosa compuesta por la policía, los intendentes y loe punteros políticos de todo el país.
Esa es, en todo caso, la intención del Manhattan Institute, financista de Blumberg, organismo al cual ya nos hemos referido en una edición anterior.
Las contradicciones
Hay alrededor del señor Blumberg varios personajes vistosos. Por ejemplo, Roberto Dumeu, ex funcionario de Jorge Videla, o el Foro de Estudios sobre la Administración de Justicia (Fores), cuyas caras más conocidas son las de Enrique del Carril y Horacio Lynch, militantes de la última dictadura y defensores explícitos de sus crímenes. Es decir, defensores de los secuestros y la desaparición de personas.
Junto con ellos está el camarista Femando Maroto, quien desde hace mucho intenta dar imagen de “progresista” y más de una vez se ha peleado con la Bonaerense por el juego clandestino. Maroto dice no estar de acuerdo con algunas de las medidas propuestas por Blumberg, pero empieza a poner el debate en su justo punto cuando aclara por qué trabaja con él: “La gente está harta del sistema político y quiere cambiarlo”.
De ahí que no resulta descabellado el análisis de Horacio Verbitsky cuando supone (Página/12, 22/8) que quienes rodean a Blumberg intentan que éste consiga lo que no han logrado “ni la UCR, ni Macri, ni López Murphy ni Carrió”. Esto es, “unificar las oposiciones de centro derecha” (obsérvese, además, a quiénes pone Verbitsky en el mismo frente). Para Verbitsky, claro, sería una oposición al gobierno, no a los que luchan contra el gobierno. Pero mientras la burguesía haga plata con la “recuperación” de Kirchner, la oposición capitalista seguirá dividida, no importa lo que haga Blumberg.
Por su parte, Blumberg ha tratado de definirse a sí mismo en una larga entrevista con el Buenos Aires Herald (22/8). Allí, siempre con el argumento de la “seguridad”, procura meter mano en el negocio de los DNI y del control satelital de la telefonía celular, “con un costo extra de 30 dólares por teléfono”, según dice. Pero, más importante aún, añade: “Nosotros hablamos con especialistas internacionales, con gente que trabajó con el alcalde Giuliani, con el jefe de policía de Miami… En Chile, la policía militar (Carabineros) tiene una de las mejores imágenes del país”.
Blumberg asegura que él no es hombre de extrema derecha; sólo un dueño de fábricas, “y toda mi vida he ayudado a los trabajadores…”.
Luego, entra en polémica con el movimiento piquetero: “Líderes piqueteros me llaman a me nudo y yo les digo que ellos están completamente equivocados en su modo de protesta… Yo les digo que… pinten hospitales o cosas así. De ese modo, se ganarán la simpatía popular”. Blumberg los quiere debidamente castrados.
Pero, rápidamente, se empantana en sus contradicciones al subrayar que el gobierno lleva gastados entre 600 y 700 millones de dólares en la reforma policial sin resultado alguno, y denunciar la connivencia de la Policía con la ola de secuestros en San Isidro.