Políticas

10/11/1993|406

Distribución del ingreso e impasse popular

El Gran Buenos Aires que votó a Duhalde-Menem

“El 10% más rico de la población se apropia del 34,4% del ingreso, mientras que el 10% más pobre recibe, apenas, el 2,2%”. Los datos, que describen la distribución del ingreso en la Capital y el Gran Buenos Aires en octubre de 1992, fueron publicados en “El Economista” (16/10). Reproducen un estudio de la consultora de Miguel Angel Broda, el cual —a su vez— se basa en la “encuesta permanente de hogares” elaborada por el Indec. La filiación cavalliana de todos los nombrados aleja cualquier “riesgo” o sospecha de “populismo” en las cifras, que son un perfecto retrato de la “justicia social” menemista.


Desde 1975, ese “10% más rico” multiplicó sus ingresos en un 25%, pasando a capturar del 28 al 34,4%; el 30% más pobre cayó del 11,4 al 9%, es decir que perdió la cuarta parte de su ingreso. Como consecuencia de la constante caída salarial, del aumento de la “productividad” (superexplotación) y del desempleo, el trabajo ajeno apropiado por los capitalistas ha crecido en forma espectacular. Si nos atenemos a los registros oficiales de un producto bruto superior a los 200.000 millones de dólares, las cifras de distribución del ingreso revelan una confiscación económica del orden de los 12.000 millones de dólares anuales … más de 200.000 millones desde 1975.


Pero como el “10% más rico” aumentó su participación en el ingreso en un 6,4%, mientras que la del “30 % más pobre” la redujo en un 2,4%, la conclusión obligada es que se ha producido una pauperización general de la población, no sólo de los asalariados, sino también de los pequeños propietarios y productores,  en beneficio de un puñado de chupasangres.


Todo esto, sin embargo, es apenas un pálido reflejo de la pauperización, esto porque las cifras de “distribución del ingreso” no registran otras expropiaciones igualmente brutales. Es que, como consecuencia de la política de destrucción de la salud y la educación públicas y del sistema de obras sociales, la calidad de la atención sanitaria ha caído estrepitosamente; lo mismo ocurre con la educación. La población laboriosa debe destinar una parte creciente de sus ingresos al pago de las cooperadoras escolares y los aranceles hospitalarios … cuando no se ve obligada a caer en manos de la educación y la salud “privatizadas”.