Economía “K”, ¿modelo productivo o “patria financiera”?

El Banco Central acaba de anunciar que emitirá 20 mil millones de pesos más de los originalmente previstos hasta fin de año. Aunque el gobierno diga que es para “sostener la recuperación económica”, el empapelamiento es para apuntalar al capital financiero a costa de trabajadores, jubilados y consumidores. En esto ha devenido el famoso “modelo productivo” kirchnerista.

Según Cristina K, la torta de nuevos pesos servirá para “acumular reservas”. Pero las reservas actuales superan en mucho a las necesidades de divisas de la economía, en materia de importaciones o de otros gastos con el exterior. El amontonamiento de reservas sirve para mantener el dólar “planchado” y, en esa medida, operar como garantía para la especulación capitalista, que ingresa dólares para hacer sus negocios y necesita asegurarse de que podrá volver al dólar cuando quiera. Esta “caja” ya permitió que se fuguen más de 50 mil millones de dólares entre 2007 y la actualidad, y otro tanto para cumplir con las “obligaciones” de la deuda. Adicionalmente, el Central paga tasas usurarias al sistema bancario para reabsorber una parte de los pesos que emite.

Se trata de una descapitalización sin precedentes, en manos de un gobierno que se ufana de construir un auténtico “capitalismo nacional”.

Quiebra del Estado

Hasta hace poco, este mecanismo se financiaba con el superávit fiscal, que servía para pagar deuda y hacer “caja” con las reservas. Pero la canilla se secó. La emisión del Banco Central, junto a la plata de la Anses, también debe bancar el déficit fiscal, que crece bajo la carga de la deuda pública, por un lado, y de los subsidios al capital por el otro. Un ex apologista del modelo, Jorge Todesca, acaba de reconocer que el desajuste fiscal “comenzó cuando retornaron las obligaciones de pago de la deuda externa” (Clarín, 5/9). O sea que el modelo del “desendeudamiento” termina apretado bajo las mismas clavijas que atornillaron a Alfonsín, Menem o Cavallo. Pero, por otra parte y en los últimos cuatro años, “los subsidios a empresas privadas (energía, transporte, agroindustrias) se sextuplicaron” (La Nación, 2/9). En el caso de las tarifas, los subsidios le aseguran a los privatizadores los mismos beneficios de la década neoliberal, aun cuando en la mayoría de esas actividades la inversión ha sido estatizada. A través de la inflación, el kirchnerismo le traspasa la factura de los subsidios y de la deuda pública a trabajadores y consumidores.

Los defensores de “vivir con lo nuestro” han armado, así, un doble patrón monetario, que dolariza los beneficios de la especulación al tiempo que pesifica, y desvaloriza, los ingresos de trabajadores y jubilados.

La oposición patronal no ve con malos ojos esta “cavallización”, sólo alerta que es incompatible, en última instancia, con la tentativa de seguir bombeando moneda para sostener el gasto. Por eso, propugna un ajuste fiscal y un enfriamiento económico. Pero, ¿a dónde van los K? Una reciente solicitada de las empresas de generación eléctrica denuncia a las tarifas, según ellas, “irrisorias”, que sólo se mantienen con subsidios. Pero fue el gobierno el que exigió “su publicación, para evaluar la reacción y abrir el camino a la eliminación de los subsidios” (La Nación, 3/9), o sea, a un tarifazo. Esta “normalización”, que exigen el FMI y el capital financiero para que Argentina vuelta a los mercados, no es ajena a los planes oficiales.

La crisis mundial y los K

Con sus reservas en alza, los bancos centrales de los países emergentes se han convertido en depósitos de muchos de los dólares emitidos en el último año y medio para salvar a los bancos quebrados. La Argentina se ha subido a ese proceso, a través del ingreso de capitales especulativos o del aumento –también especulativo– de los precios de sus materias primas. El kirchnerismo celebra el mismo “efecto riqueza” que prometía el menemismo. Pero la “plata dulce” terminó como terminan ahora Islandia o Grecia, y como seguirán España y otros países europeos.

Al parasitismo oficial, que sirve al capital financiero, le oponemos un programa de rescate de los intereses obreros y nacionales: desconocimiento de la deuda externa; con esos recursos, recapitalizar la Anses, para asegurar el 82% móvil; nacionalizar la banca y el comercio exterior, para colocar las reservas nacionales en función de un plan de industrialización bajo dirección de los trabajadores.