Políticas

28/9/2017|1476

[Editorial] Abajo el pacto Macri-CGT


El pacto Macri-CGT ocupa un lugar estratégico en la política de la burguesía para la etapa, antes y sobre todo después de octubre. La contención del movimiento obrero adquiere esa importancia por la magnitud de los ataques previstos al conjunto de la población trabajadora por la vía de los tarifazos y ajustes previstos en el Presupuesto que ya está en discusión. Un adelanto de ello lo tenemos con la liberación del precio de los combustibles, con el “conveniente” acuerdo con las petroleras para que lo impongan después de octubre. Recordemos que ya había un acuerdo para postergar el ajuste trimestral según el precio del dólar para octubre, pero los pulpos petroleros se han llevado más: la liberación de los precios de la savia de la economía y el transporte, que constituyen los combustibles.


 


El “gradualismo” macrista de la segunda fase de la ofensiva capitalista para descargar los fuertes desequilibrios económicos sobre el pueblo trabajador es festejado con sordina por el pejotismo de los gobernadores, cuyos diputados, al igual que el massista Marco Lavagna, consideran “razonable” el Presupuesto 2018. La “ley de leyes” apunta a otro recorte salarial a la baja al cual Macri le puso cifras: 9/12% como pauta de paritarias futuras. La rebaja de subsidios prevista se traducirá en nuevos tarifazos entre los que ocupa un lugar muy importante el transporte, con un 21% previsto desde el 1º de enero.


 


Mientras tanto, sigue el baile del endeudamiento explosivo que aumentaría la deuda del Tesoro en otros 46.500 millones de dólares. De allí que el rubro estrella de aumento en el Presupuesto es el de los intereses de la deuda, que ascenderán a la friolera de 406.000 millones de pesos, entre la deuda externa y la mal llamada “intraestatal”. No contamos aquí el billón de pesos de las Lebacs que continúan a tasas siderales, renovando una bicicleta que tarde o temprano recaerá sobre las espaldas de los contribuyentes por vía de inflación o de más endeudamiento del Tesoro.


 


A las violentas contradicciones del cuadro económico hay que sumarle un déficit comercial récord por la avalancha de importaciones con su secuela de cierres de fábricas y despidos. Los llamados “brotes verdes” basados en gasto de cierta obra pública, tienen patas cortas a mediano plazo por su dependencia del endeudamiento. Por eso, aunque no se habla ahora, iremos de cabeza también, a una reforma jubilatoria basada fundamentalmente en la extensión de la edad para jubilarse y la “armonización” de las cajas provinciales y los regímenes especiales para terminar con lo que queda de algunas conquistas jubilatorias y oxigenar el gasto público. Cinco años de disminución drástica de nuevos jubilados por el aumento de edad para acogerse al retiro, bloquearía el ingreso anual de centenares de miles de jóvenes al mercado laboral, agravando la desocupación.


 


El pacto en marcha


 


Es a partir de estas consideraciones que tenemos que evaluar el alcance del pacto en marcha entre la CGT y el gobierno de Macri y Triaca, su ministro operador. La reforma laboral, ahora llamada “modernización laboral” por Frigerio, especialista en el lenguaje de ocultamiento del ajuste, apunta a una caída histórica en el valor de la fuerza de trabajo. Un incremento en los ritmos y tasas de explotación de los trabajadores, para incrementar por esa vía la rentabilidad afectada por los altos costos capitalistas y por una competencia internacional basada en esas premisas.


 


Las reformas de países como Brasil y Francia que retrotraen al siglo XIX, son un factor de extorsión de la burguesía.


Triaca ha prometido en su visita a la CGT que la reforma no será a la brasileña. Será a la criolla. Mediante un acuerdo a varias bandas y de tipo estratégico con la dócil burocracia sindical argentina. Para mejor lubricarlo y para evitar algunos corcoveos, el régimen le muestra a los burócratas algunas resonantes causas judiciales contra el vasto entramado de los negocios de la burocracia: 300 millones en discusión en el Smata, entre 400 y 500 millones denunciados por malversación de Roberti en Petroleros, el juicio al “Caballo” Suárez, preso, y ahora la resonante detención de uno de los patoteros de la Uocra, el “Pata” Medina, ciertamente, aprovechando para despejarle el camino a otras fracciones de la mafia de Gerardo “Batallón 601” Martínez. Como en todo camino de cornisa puede haber un resbalón y fuera de libreto, una hija del mimado del sindicalismo macrista Gerónimo Venegas denunció que los testaferros se quedaron con la fortuna malhabida del papá, jefe del negocio de la Uatre y su falta de paritarias y 50% de trabajo en negro.


 


La mediática “pelea contra las mafias sindicales” es un argumento de campaña y un factor de disciplinamiento al pacto de flexibilización laboral.


 


El secreto de la reforma a la criolla es su arquitectura. Tras el debilitamiento de la burocracia por su fractura, su desprestigio, el estallido de su corruptela y su asociación a las derrotadas fracciones del peronismo, ha quedado en el pasado el viejo esquema de entrega de conquistas a cambio de la plata de las obras sociales. Ahora también entregan gran parte de esos fondos al Plan Universal de Salud (8.000 millones de pesos). Será un aporte no sólo a una salud pública que debe financiar el Estado y no los trabajadores con sus aportes para las obras sociales, sino que es, además, un salto en la mercantilización de la salud pública. El eje de ese plan es el llamado subsidio a la demanda, por el cual se da un carnet al paciente que recibirá salud por un combo mínimo establecido según los fondos que recibe el hospital. Lejos, muy lejos, de la cobertura integral de la salud pública.


 


En segundo lugar, la reforma criolla comprende la incorporación de las pasantías a los convenios colectivos en línea con el plan maestro que resiste el movimiento estudiantil y que implica el trabajo semigratuito de la juventud con la excusa de la formación, una forma de flexibilización y precarización laboral. Pero los convenios serán el gran terreno de múltiples amputaciones: de recortes de licencias y fraccionamiento de vacaciones, eliminación de cláusulas de antigüedad, de reducción de regímenes de categorías y separación de tareas para incorporar multifunción y polivalencia funcional, de eliminación de protección en materia de higiene y salubridad, y de extensiones horarias y violación del descanso hebdomadario de fines de semana mediante turnos americanos y otras variedades. También de la incorporación del salario por piezas según el caso, como ya ocurre en los convenios camioneros de la rama clearing. El modelo es Vaca Muerta, donde se han incorporado cláusulas que permitieron el despido masivo de trabajadores suplantados por los que quedan, pero también lo son Atilra y toda una serie de convenios a la baja y por empresa que ya pueblan la geografía sindical argentina desde hace 25 años.


 


No habrá como en Brasil una ley central pero sí las que hagan falta para complementar la reforma laboral. Ya están tratando una nueva vuelta de tuerca contra las cargas sociales patronales, con la excusa del blanqueo. Una línea ya aplicada por Cristina en 2014, votada por quienes hoy son gobierno, y que no ha blanqueado a nadie. El trabajo en negro hoy alcanza el récord de 33,7% y llega en algunas provincias al 45%.


 


También está en agenda la creación de una Agencia de Tratamientos Complejos, para bloquear demandas por medicamentos y tratamientos complejos y, por lo tanto, más caros. Es decir para defender la caja de las obras sociales contra sus afiliados.


 


Fuera la reforma laboral, fuera la burocracia sindical


 


La moneda de cambio de semejante entrega del movimiento obrero es el “modelo sindical”. La ley del unicato, el respaldo del Estado al fraude y la dominación despótica y propatronal de los sindicatos y cuerpos de delegados fabriles, para “no abrirle la ventana al trotskismo” (Clarín iEco, 17/9).


 


Este pacto Macri-CGT será la excusa para todas las alas del peronismo para votar las leyes que vayan al Congreso como parte de la reforma laboral a la criolla. Ya ocurrió eso con la perpetuación del impuesto al salario y con la ley de ART. El peronismo de los gobernadores negociará al mismo tiempo por sus propias cajas y sus diputados, amparados en los “acuerdos de los sindicatos”, votarán las leyes.


 


Lo mismo ocurrirá con los legisladores de la vocinglera Cristina Kirchner que ha dado garantías de unidad del peronismo y de asociación a la burocracia sindical. Lo cual no debe sorprender. Cristina gobernó con los Pedraza y los Caló hasta el último día. No es casual que en sus volteretas Héctor Daer, el triunviro que ni quiso subir al palco el 22 de agosto, ahora apoya a Cristina. Los Yasky y compañía se mandaron a guardar y se disciplinaron en la vergonzosa Plaza del 22 de agosto.


 


Ya no se trata de una tregua sindical electoral. Estamos ante un pacto de largo alcance que incluye a todas las alas del peronismo para la gobernabilidad del ajuste. El paro y el plan de lucha requerirán una maduración del movimiento obrero contra su dirección. La lucha del movimiento obrero pasa por abajo, como ha ocurrido hasta ahora. Requiere combinarla con la recuperación de los cuerpos de delegados, con la asamblea fabril, con la expulsión de la burocracia sindical, con la lucha por una nueva dirección del movimiento obrero a toda escala.


 


El Plenario Sindical en apoyo al FIT, al igual que la convocatoria del Sutna al sindicalismo clasista y combativo para una movilización el 10 de octubre, son iniciativas políticas de gran importancia para llevar las luchas a la victoria, promover la participación del activismo en la lucha política y electoral por la independencia de clase y preparar las grandes luchas del futuro contra la ofensiva capitalista. Para la defensa incondicional de los convenios colectivos y el 82% móvil. Por paritarios electos en asamblea. Por la abolición del impuesto al salario. Por un salario equivalente a la canasta familiar. Por el reparto de horas sin afectar el salario para enfrentar la desocupación. Por la ocupación de toda fábrica que cierre o despida.


 


La tradición histórica de nuestra clase obrera es enorme, tenemos que trabajar por su fusión con la izquierda obrera y socialista. Para que irrumpa en la escena el movimiento obrero, el único capaz de derrotar el ajuste.