Políticas

31/1/2019|1536

[Editorial] Argentina y Venezuela

El Frente de Izquierda se movilizó a Cancillería contra el golpe en Venezuela y el reconocimiento del gobierno argentino al derechista Juan Guaidó

La intervención imperialista yanqui en Venezuela ha servido para clarificar a qué intereses sociales y políticos responden la inmensa mayoría de los partidos de la Argentina. Macri, desde ya, es responsable directo de involucrar a nuestro país en un intervencionismo descarado contra un pueblo hermano, para apuntalar los intereses del imperialismo yanqui en la región, avalando incluso sanciones económicas y provocaciones militares. Los 5.000 soldados que Donald Trump enviará a Colombia constituyen el primer paso de lo que podría ser una intervención militar en regla, al que podría sumarse Bolsonaro y los países del Grupo Lima. Macri pretende que la acción yanqui en Venezuela, y en toda la región, le permita reconstruir a su gobierno, golpeado por la bancarrota económica. Ser la carta del imperialismo yanqui es el último recurso que le queda para tratar de sortear con éxito las próximas elecciones y evitar que se profundicen las deserciones en el seno mismo de la clase capitalista.


Pero Macri no está solo en esta cruzada imperialista contra Venezuela. Con la velocidad de un rayo, uno a uno los candidatos del llamado “peronismo federal” de los gobernadores han expresado su reconocimiento al usurpador Guaidó. Tanto Massa, Pichetto y Urtubey, quienes en el pasado posaban de chavistas, han dado su reconocimiento al falso presidente designado por Estados extranjeros, empezando por Estados Unidos y sus peones de la OEA. Mientras se llenaban la boca con frases sobre la defensa de la democracia en Venezuela, en la más cercana provincia de La Rioja consumaban un atropello institucional para habilitar una nueva reelección de su gobernador pejotista. La política represiva continental diseñada por el Pentágono tiene entre sus más fervientes defensores a los candidatos pejotistas, que se han convertido en la vanguardia de la xenofobia y la penalización de la juventud.


El alineamiento pejotista con Trump y la OEA permite poner de manifiesto que el llamado “frente único anti-macrista” que pregona el kirchnerismo no es otra cosa que una alianza descarada con los agentes del intervencionismo imperialista en América Latina. El silencio estruendoso de Cristina Kirchner desde que empezaron los aprestos golpistas muestra que ella no es ajena a esta política. El pronunciamiento del bloque de diputados de Unidad Ciudadana propuso el ‘diálogo’-o sea una negociación con los golpistas, la oligarquía que lo sostiene y el imperialismo-, que sólo puede servir para que avancen sus intereses. El rastrerismo ante el imperialismo incluye también al centroizquierdismo. Pino Solanas, por ejemplo, no tuvo empacho en proponerle una Paso común a Pichetto, Urtubey y Massa, de la que participe también Cristina Kirchner, en momentos que éstos daban su reconocimiento a Guiadó. Pino Solanas archivó para siempre sus críticas a la entrega minera y petrolera, para terminar su vida política como un lamebotas del imperio.


La política internacional y nacional está dictada por los mismos intereses. Quienes defienden el intervencionismo yanqui en Venezuela anticipan que gobernarán en Argentina aplicando los planes del FMI. Hasta cierto punto ya lo vienen haciendo, si se tiene en cuenta que le han votado a Macri más de cien leyes y aplican rigurosamente su ajuste en las provincias que les toca gobernar. Por el lado del kirchnerismo, otra vez, va a la zaga de estos intereses. Mientras Cristina Kirchner mantiene su silencio, en su lugar toma la palabra Kicillof para dar a conocer sus reuniones con los especuladores internacionales, a quienes les promete que si vuelven al gobierno no romperán con el FMI, pagarán la deuda y no afectarán el negocio bancario. Dado este panorama político se explica que el único bloque político que se pronunció y se movilizó contra la intervención imperialista y los aprestos golpistas en Venezuela sea el Frente de Izquierda.


A dónde vamos


Mientras Macri hace demagogia con Venezuela, lo cierto es que Argentina, cada vez más, marcha en la dirección de una desorganización económica y una crisis social de envergaduras similares. Muchos de los responsables de las hiperinflaciones y de las crisis de 1989 y 2001 están hoy en el gobierno. La derecha y el populismo comparten su base capitalista, que en última instancia es la causa directa de las crisis. Argentina y Venezuela tienen ese mismo punto de contacto. En noviembre pasado, por ejemplo, la actividad económica cayó un 7,5%. El salario directamente se derrumbó, como lo muestra la caída de 13,2% del índice Ripte durante el mismo mes. El consumo ha perforado el piso y no hay miras de una recuperación. Mientras eso ocurre, los especuladores ganan fortuna aprovechando un negociado de corto plazo ofrecido por el gobierno con las tasas de interés absurdas del Banco Central. Desde la asunción de la nueva cúpula del Banco Central puesta por el FMI en setiembre, los beneficios en dólares acumulados de quienes compraron títulos de deuda llegan al 37%. Semejantes beneficios son propios de un país en bancarrota. Lo acaba de alertar Domingo Cavallo, al anticipar una corrida cambiaria en medio del proceso electoral. El carry trade armado para compensar las pérdidas de los especuladores en 2018 coloca a Argentina en una situación de extrema vulnerabilidad. Bastará algún hecho nacional o internacional para un cambio de tendencias, que termine creando una nueva fuga de capitales, que esta vez con seguridad afectará también al sistema bancario.


El negociado de los especuladores, sin embargo, está creando una grieta al interior de la clase capitalista. Las altas tasas de interés y los tarifazos en la luz y el gas aceleran el derrumbe industrial; la desvalorización del salario y las jubilaciones afectan a las cadenas comerciales; los nuevos impuestos creados para cumplir con el déficit cero ha llevado a que eleve su voz de protesta hasta la re-macrista Sociedad Rural, que espera que la devaluación del peso sea mayor y que por esa vía se incrementen sus precios en pesos y se licúen las nuevas retenciones. Sin embargo, este programa choca de frente contra el carry trade que beneficia directamente a los bancos y fondos de inversión internacionales.


El “peronismo federal” y el kirchnerismo se candidatean para canalizar a estos sectores capitalistas descontentos. Por eso no abren la boca antes los despidos masivos en la industria o, como el caso del kirchnerismo, los justifica en nombre de que empresarios y trabajadores son víctimas por igual de la misma política económica. El gobierno, por su lado, busca mantener la mayor base social de apoyo mostrándose como el brazo ejecutor de una ofensiva contra los trabajadores. En la industria textil, por ejemplo, acaba de apadrinar una reforma laboral pactada por los empresarios y las burocracias sindicales de los distintos sindicatos del área para arrasar con las conquistas de los trabajadores. Así, mientras agitan la reforma laboral en el Parlamento, el gobierno, las patronales y la burocracia pejotista la aplican, de hecho, en cada vez más sectores de la industria y el comercio.


La agenda de los trabajadores


A la luz de lo expuesto, queda claro que todas las clases sociales y sectores de la burguesía toman la palabra y hacen conocer sus reclamos. Asistimos a una nueva bancarrota que vuelve a plantear la cuestión de las cuestiones: quién paga la factura de la crisis. Cada sector capitalista pugna por sobrevivir, reclamando al gobierno subsidios, medidas de apoyo o que acelere su ofensiva antiobrera. La dependencia de toda esta clase capitalista con el gran capital internacional explica, sin embargo, que nadie quiere patear el tablero y romper con el FMI y sus planes de ajuste y su economía monitoreada.


Sin embargo, la única clase social que no ha elevado su voz y su propia agenda es la clase obrera. Esto se debe a que la burocracia sindical está atada de pies y manos a las distintas variantes capitalistas y terminan dividiendo a los trabajadores en función de los intereses de sus patrones. Pero más que nunca se necesita que los trabajadores intervengan y planteen su propio programa, para que la crisis la paguen los capitalistas, que son quienes se beneficiaron largamente en todos estos años y son los responsables directos de este régimen social. Que la crisis la paguen los capitalistas significa, ni más ni menos, romper con el FMI y desconocer la deuda externa usuraria, establecer el reparto de las horas de trabajo contra los despidos, un aumento general de los salarios para recuperar lo perdido por las continuas devaluaciones e imponer la escala móvil de salarios y jubilaciones, la nacionalización de los resortes fundamentales de la economía y el control obrero. Nuestro planteo de Asamblea Constituyente soberana se inscribe en esta política, porque para que la crisis la paguen los capitalistas es necesario proceder a una reorganización general del país.


Para luchar por esta perspectiva se ha realizado una exitosa reunión, a instancias del Sutna, del Plenario Sindical Combativo, que convocó a todas las luchas del momento, que han sido dejadas en el total desamparo por la burocracia sindical. El Plenario debatió la situación política y resolvió impulsar una movilización central de Congreso a Plaza de Mayo para el próximo 14 de febrero, que será replicada en todas las provincias y grandes ciudades del interior del país. El acierto de la convocatoria y su exitoso resultado deben ahora dar lugar a una fuerte campaña de pronunciamientos en todos los lugares de trabajo, para masificar la movilización y reclamar un paro activo de 36 horas con movilización a Plaza de Mayo contra los despidos y los tarifazos.


Ante esta situación, redoblamos nuestro llamado al Frente de Izquierda no sólo a que apoye e impulse esta iniciativa, sino que asuma la iniciativa política avanzando ya mismo en un acuerdo integral político, de programa y de candidaturas para postularse como un polo político de los trabajadores ante una crisis nacional que se agrava. Mientras los partidos de la clase capitalista se revelan ante la población como agentes directos del imperialismo, y cuando los ‘nacionales y populares’ buscan una alianza con los peones de Trump, el Frente de Izquierda tiene el deber de postular una salida de los trabajadores y la izquierda.