[Editorial] El default recién comienza

El gobierno, según los comentaristas, recuperó el aliento. Una “tenue paz cambiaria”, tituló La Nación luego de la frenética carrera de la semana anterior. Pero lo cierto es que, mientras el volumen de operaciones se ha reducido por el cepo, ha empezado a tomar vuelo el mercado paralelo. Allí el dólar se cotizaba a 63 pesos, que es el precio que alcanzó al cierre de la semana negra pasada. 


Pese a que la demanda se desplazó a otros canales, el gobierno tuvo que intervenir en el mercado y hasta volvieron las ventas directas del BCRA. El método usual del “Toto” Caputo, que fuera eyectado, por ese motivo, de la presidencia del mismo. Las reservas han sido utilizadas para financiar la fuga de capitales mientras continúa el retiro de depósitos en dólares, que ya ascienden a 5.000 millones desde las Paso. 


La introducción del cepo y la postergación del pago de las Letes con vencimientos más próximos están lejos de eliminar el riesgo de un default. Están en duda los compromisos, no ya de 2020, sino de lo que resta de 2019. Junto a parte de las Letes que han quedado excluidas de la postergación, deben hacerse frente a bonos que vencen en octubre, al Bonar 24 en noviembre y el Discount a fin de año. Además, el Tesoro deberá vender parte de sus dólares para hacer frente a los compromisos en pesos que tiene de aquí a fin de año. Por otra parte, el default selectivo prepara un default generalizado, porque al patear para adelante los vencimientos añaden nuevos intereses a la deuda original que harán más inviable el repago.


Corrida bancaria 


Por lo pronto, la brecha entre el oficial y el paralelo es del 10% y posiblemente se agrande. Lejos de estabilizarse el dólar, este desfasaje ya indica un potencial devaluatorio. Esto cuestiona que los exportadores liquiden sus divisas. La existencia de dos mercados va a acentuar las maniobras patronales de sobrefacturar importaciones y subfacturar exportaciones, de modo de obtener beneficios adicionales. 


Distintas variables de la economía se referencian en la cotización del mercado negro, empezando por productos cuyo valor se guía por los precios internacionales. Esto tiene un impacto sobre los precios que llegan a los consumidores. Las previsiones que antes de las Paso hablaban de un 40% de inflación para todo 2019 ya han pasado al 55% pero probablemente se queden cortas. Hay que tener presente que las tarifas están dolarizadas y no hay ninguna restricción para su actualización. Pero incluso en lo que se refiere a la nafta, si bien el gobierno conserva el beneficio para el consumidor final, acaba de excluir del congelamiento al combustible para el agro, la industria y el transporte. Esto repercute de lleno en los costos industriales y, por supuesto, en los precios. 


El escenario de una corrida bancaria está instalado y ya asomó su cabeza con las colas en los bancos en la jornada inaugural del cepo. Este escenario es el que ha tratado de prevenir el gobierno, poniendo un límite a la compra de divisas. Pero esa restricción probablemente sea tardía e insuficiente. Hay que tener presente que todos los agregados monetarios (la suma del circulante, los depósitos a la vista, cajas de ahorro, plazo fijo tanto en moneda local como extranjera) suman unos 4 billones de pesos (más de 60.000 millones de dólares). Obviamente, no hay reservas que alcancen para satisfacer esa demanda potencial. Pero lo más grave es que los bancos comerciales tienen prestado ese dinero de los ahorristas al BCRA. Los títulos que han recibido a cambio por esta operatoria, las Leliqs, superan el 1,2 billones de pesos, Si hubiera una estampida, el BCRA debería devolver pesos a cambio de las Leliqs, obligando a una emisión sideral y una hiperinflación. La otra opción sería imponer un corralito. 


Lo cierto es que estamos ante una bomba de tiempo y el precio para financiar toda esta operatoria parasitaria se hace insostenible. Las tasas para renovar las Leliqs han alcanzado un nuevo récord, superando el 85% y, aún así, no logró renovarse la totalidad. 


Esto, por supuesto, tiene el efecto de un infarto en la economía. Ha desaparecido el crédito, parando la producción, las transacciones mayoristas y el propio consumo, donde las tasas que cobran las tarjetas de crédito son prohibitivas. El cepo, a su turno, no ha detenido la fuga de capitales, pero sí ha sido suficiente para terminar de frenar del todo al mercado inmobiliario.


Este colapso pone en jaque a todas las empresas y está en la base de esta nueva caída de la Bolsa. Muchas grandes empresas -Arcor, Siderca,Eskabe, Morvillo, etc.- ya anunciaron suspensiones masivas. YPF ha sido especialmente sacudida por este vendaval y sus acciones han llegado a su nivel más bajo desde 2001. Pero eso puede extenderse a todas las energéticas, que han sido las acciones más afectadas junto con los bancos (atención que este hecho es una señal más del potencial de una corrida bancaria que podría arrastrar a las instituciones financieras). 


El guiño de Fernández


Las medidas anunciadas, tanto el reperfilamiento como el cepo, contaron con el guiño de Alberto Fernández. “La tranquilidad cambiaria de los últimos días se respaldó también en una actitud responsable de la oposición… El silencio de Alberto Fernández fue el más decisivo a la hora de mantener la calma del dólar” (La Nación, 4/9). Hay una línea directa y fluida entre los asesores de Alberto Fernández y los funcionarios del gobierno.


Alberto Fernández pretende, sin embargo, que el trabajo sucio sea realizado por el macrismo. Viene colocando palos en la rueda para que la reprogramación de la deuda sea discutida en el Parlamento. Lo que promueve es que el gobierno lo saque por DNU, con lo cual cumple un doble propósito: no quedar pegado directamente a los anuncios oficiales pero, al mismo tiempo, evitar convertir el tema en un factor de convulsión política. En el actual cuadro, el abordaje de la deuda por parte del Parlamento podría agitar las aguas y alentar la movilización popular. Está claro que eso no está en el cálculo ni en los planes del ganador de las Paso. La tregua que vienen sosteniendo las direcciones sindicales -cuyas alas en su totalidad son tributarias de los Fernández- es el mejor testimonio de esta orientación.


El macrismo aspira, en cambio, que Alberto Fernández deje marcadas sus huellas digitales. El FMI también busca un consenso lo más explícito posible, condicionando el desembolso del nuevo tramo del préstamo previsto a la negociación de una agenda a implementar por el nuevo presidente. La reprogramación de la deuda irá atada a un nuevo ajuste y confiscación salarial, así como a las reformas laboral y jubilatoria. Una agenda que cuenta con el respaldo de la clase capitalista, que viene exhortando al oficialismo y la oposición a establecer y reforzar los compromisos entre ambos. 


Perspectivas y programa


El macrismo representó una tentativa de rescate de los capitalistas frente al derrumbe del régimen de emergencia montado por el kirchnerismo y fue una apuesta por abrirle un nuevo horizonte de expansión y negocios, augurando una “lluvia de inversiones”. 


La vuelta del cepo cuatro años después -habiendo llevado la deuda a más del 100% del PBI, evaporadas las reservas del país, en cesación de pagos y al borde de una hiperinflación- es una expresión de la impasse capitalista y de sus programas de salida.


La misma crisis capitalista mundial, que es la que explicó en su momento el derrumbe kirchnerista, es la misma que terminó arrastrando al macrismo. El “retorno a los mercados” se estrelló contra un mercado mundial dominado por la guerra comercial- y, ahora, una guerra de monedas- y las tendencias a la recesión global.


El cepo no detiene la fuga de capitales. Los grandes inversores y el gran capital, como ya ocurrió bajo la década kirchnerista, tienen sus propios canales, como el “contado con liqui” (compra de bonos y acciones en pesos en el mercado local que se comercializan en plazas del exterior en dólares o en otra moneda extranjera) o el llamado “dólar bolsa” (que se transa en el mercado bursátil ) y burlan las restricciones estatales. Guido Sandleris, presidente del Banco Central, acaba de ratificar que esta operatoria sigue vigente sin limitaciones. 


Las restricciones cambiarias terminan afectando a los pequeños ahorristas y trabajadores que buscan salvaguardar sus ahorros refugiándose en el dólar. El cepo, como ya ocurrió bajo el kirchnerismo, tiene como función cuidar las reservas para pagar a los acreedores. No olvidemos que los K fueron pagadores seriales de la deuda. 


Lo peor está por venir. Los nuevos sacrificios no van a evitar que el default se agrave. El verdadero cepo es el que se avecina sobre los salarios, las jubilaciones, sobre los planes sociales, la asistencia social, la educación, la salud. 


La situación pone al rojo vivo la necesidad de que la clase trabajadora irrumpa en la crisis. Chubut, que está protagonizando una verdadera pueblada, y el movimiento piquetero, que nuevamente ha ganado las calles, marcan el camino. En este contexto, el plenario nacional abierto convocado por el Plenario del Sindicalismo Combativo en el Sutna Pilar para impulsar un plan de lucha es un importante punto de apoyo hacia una respuesta colectiva de la clase obrera. Es un instrumento de delimitación con el kirchnerismo y la burocracia sindical, que reclaman no hacer olas para no afectar la campaña electoral. 


Al actual descalabro y a las alternativas capitalista en danza, debemos oponerle un programa para que la crisis la paguen los capitalistas y abrir paso a un salida propia de los trabajadores a la bancarrota nacional. Este programa incluye la reapertura de paritarias, el aumento de emergencia a los jubilados, la lucha contra los despidos y suspensiones mediante la ocupación de las fábricas que despiden masivamente, como parte de un plan económico de conjunto de la clase obrera, rechazando el pago de la deuda y por la nacionalización de la banca, el comercio exterior, la energía, la apertura de libros, impuestos progresivos a grandes rentas y fortunas, así como el control obrero general. La situación dramática que enfrentamos pone más en el orden del día la necesidad del paro activo nacional de la CGT y de todos los sindicatos, y de un Congreso de trabajadores ocupados y desocupados mandatado por asamblea, de modo que los trabajadores pasen a ser protagonistas. La campaña electoral del FIT-Unidad cobra redoblado valor en medio de esta transición de crisis y turbulencia para la agitación de este programa y de esta perspectiva.