[Editorial] Enero caliente

El fracaso rotundo de su gira internacional llevó a Macri a reforzar la ofensiva contra los trabajadores. Las contradicciones explosivas de la política económica del gobierno quieren ser paliadas por medio de despidos masivos, reducción de los salarios y eliminación de conquistas históricas de la clase obrera -reforma laboral. A través de esta ofensiva, también pretende mantener el apoyo unificado de la clase capitalista, en momentos que ha comenzado una deliberación en sus filas sobre el rumbo económico considerado de conjunto. El cuadro general plantea condiciones más favorables para el triunfo de las luchas de los trabajadores. Las jornadas de diciembre han abierto un nuevo ciclo, que ahora tiene sus puntos más destacados en la ocupación de Inti, de las minas de Río Turbio o en puebladas como la de Fanazul. Estas acciones, que envuelven por el momento a una minoría de trabajadores, se traducen en el conjunto de la población en una caída de casi 15 puntos en el apoyo al gobierno.


Rescate empantanado



Muchos editorialistas escribieron que Macri armó su gira internacional con la expectativa de recoger en el exterior un apoyo que estaba perdiendo en su propio país. Pero no fue lo que ocurrió. La posibilidad de conquistar nuevos mercados para superar la bancarrota del comercio internacional del país, que se prevé puede llegar a un déficit de 10.000 millones de dólares, chocó con una guerra comercial en plena ebullición, que tiene como protagonistas a los principales Estados y a los monopolios asociados a éstos. Tampoco prosperaron los llamados a realizar inversiones directas en el país. Como lo describió crudamente Morales Solá en el oficialista La Nación, “El problema de Macri es que todos lo aplauden, pero nadie invierte un peso”. El acuerdo del Mercosur con la Unión Europea quedó otra vez empantanado, y sólo podrá prosperar si es en los términos fijados por el gran capital, en especial de Alemania y Francia.



Pero el fracaso de la gira presidencial no se debe sólo a factores externos. Mientras Macri prometía seguridad jurídica para las inversiones, la provincia de Chubut declaraba que no podía hacer frente al pago de su deuda pública. Las razones son simples: con una deuda dolarizada y una recaudación en pesos, la devaluación de las últimas semanas encareció significativamente el pago de los vencimientos de capital e intereses. La situación de Chubut dista mucho de ser una excepción. Lejos de ello, expresa que la política de rescate internacional vía un fenomenal endeudamiento no puede prorrogarse indefinidamente. Más cuando el pago de esa deuda ha agravado la crisis fiscal, mantiene la inflación en los niveles del gobierno kirchnerista y agudiza la crisis comercial e industrial al abaratar las importaciones, lo que, a su turno, es utilizado por las patronales para reforzar el chantaje contra los trabajadores para que acepten menores salarios y pérdida de conquistas.



Estas contradicciones podrían transformarse en explosivas si coinciden con dos cuestiones de fondo: una aceleración de la suba de la tasa de interés internacional y una devaluación del real brasilero. Un escenario así sería la ‘tormenta perfecta’ del macrismo.


Las luchas obreras



Para el gobierno, la ofensiva contra los trabajadores se ha transformado en una carta de sobrevivencia. Entiende como única salida al empantanamiento económico el reforzamiento de los despidos, la rebaja salarial y la destrucción de conquistas. Bien visto, sin embargo, el planteo tiene mucho de ilusión. El encarecimiento en pesos de la deuda pública como resultado de la devaluación supone una erogación mayor a lo que el Estado se ahorra con los despidos en la administración pública. Por otro lado, la tentativa de imponer un techo a las paritarias del 15% sin cláusula de actualización -cuando la proyección inflacionaria de este año no baja del 25%- representa un nuevo golpe al consumo popular.  Queda claro que detrás del discurso sobre el equilibrio fiscal se esconde la pretensión de una reorganización social que modifique las relaciones establecidas en el país entre el capital y el trabajo.



Ahora bien, lo que para el gobierno es una salida, puede terminar siendo lo contrario. Esto dependerá, claro, de la resistencia que los trabajadores sean capaces de desarrollar a los planes de ajuste en marcha. Las luchas libradas por los trabajadores del Estado contra los despidos, con la ocupación del Inti y de las minas de Río Turbio, y las luchas en los ingenios azucareros del norte del país como capítulos más destacados, muestra que el giro operado en diciembre en la disposición de lucha de un sector amplio de trabajadores sigue su curso.

En todas estas luchas, los trabajadores que las protagonizan han levantado el reclamo de un paro nacional inmediato para poder golpear de manera unificada al gobierno y a las patronales. Sin embargo, la burocracia sindical está muy lejos de ello. Esto vale no sólo para el ala más colaboracionista de la CGT, que ya ha anunciado su disposición a colaborar con la aprobación de la reforma laboral en su versión fraccionada. El moyanismo, con el respaldo de la Corriente Federal kirchnerista, se encamina a realizar una movilización para el 22 de febrero, que no tiene por propósito colaborar con el triunfo de las luchas en curso. ¿O Moyano y Palazzo piensan que los trabajadores que están ocupando el Inti o las minas del Turbio pueden esperar un mes? La parálisis de la burocracia incluye a su pata centroizquierdista, como lo prueba el peso muerto que es la dirección de ATE para los trabajadores del Estado que están en lucha.

La política de Moyano y Palazzo no está pensada para derrotar la ofensiva del gobierno, sino que coloca al movimiento obrero como furgón de cola de un planteo de unidad del peronismo y el kirchnerismo. Pero si esta unidad tiene futuro será sólo si canaliza una demanda de la clase capitalista por un cambio de la política económica, que en cualquier variante será sólo otra forma de avanzar en la confiscación de los trabajadores. Es lo que supondría, por ejemplo, una mayor devaluación monetaria, un planteo proteccionista que levanta una parte de la Unión Industrial, que de conjunto reclama el ajuste salarial y la reforma laboral para bajar ‘el costo argentino’.



En oposición a estos planteos, llamamos a desarrollar una campaña por el paro activo nacional ya y un plan de lucha, para apoyar las luchas en curso y llevarlas al triunfo. En oposición a la burocracia y su política entreguista, planteamos un Congreso de Bases de la CGT, la CTA y todos los sindicatos para que sean los trabajadores los que decidan los pasos a seguir y voten un plan de acción y un programa que dé salida a la crisis a partir de los intereses de los trabajadores.