Políticas

26/10/2017|1479

[Editorial] Las elecciones del 22 de octubre

Extractos de una resolución del Comité Nacional del PO (24/10)

Comité Nacional del Partido Obrero


La victoria electoral del macrismo ha puesto de manifiesto, por un lado, el férreo respaldo de la clase capitalista al proceso económico y político puesto en marcha en diciembre de 2015 y, del otro, un aval al mismo por parte de un sector importante del electorado. El gobierno se alzó con la victoria en trece provincias, incluidas en ellas a los cinco distritos cruciales de Buenos Aires, Capital, Mendoza, Santa Fe y Córdoba. En Salta, el macrismo venció a Urtubey, un aliado al gobierno y aspirante presidencial de una renovación pejotista. En la Rioja derrotó al propio Menem. En los dos distritos donde aspiraba a una victoria, Buenos Aires y Santa Fe, el kirchnerismo fue derrotado. Al voto al gobierno, que supera el 40% del padrón nacional, hay que sumarle los que recibieron las opciones pejotistas filomacristas, por lo que la victoria del campo del ajuste es contundente. La burguesía saludó con una suba en la bolsa este aval a un proceso de rescate capitalista de la mano del capital internacional, que ha sumado casi 100.000 millones de dólares de deuda en dos años y enormes ganancias al capital financiero.


 


Semanas atrás, en el Coloquio de Idea, los voceros del gran capital saludaron el rumbo económico y, sobre todo, la agenda de “reformas” antiobreras planteada de aquí en adelante. Es necesario, sin embargo, caracterizar el apoyo que cosechó esta salida en una vasta porción del electorado. El gobierno presentó a su planteamiento económico como el único plan de salida a la crisis que dejó el kirchnerismo, incluso con los agravios que conlleva contra los trabajadores y la población explotada. La salida del cepo y el retorno del financiamiento internacional ha dado lugar a un reendeudamiento potencialmente explosivo, que en lo sustancial recicla la deuda anterior, por un lado, y, por el otro, financia un déficit fiscal que es resultado de un régimen acentuado de incentivos al capital -reducción de impuestos a las exportaciones, exenciones a grupos capitalistas, subsidios a la ‘nueva’ producción gasífera.


 


En una porción menor, sin embargo, el endeudamiento ha reactivado parcialmente la obra pública y también el crédito privado, incluyendo en esto a un sector de los trabajadores. Este endeudamiento también se produce en condiciones usurarias y potencialmente confiscatorias, como ocurre con el crédito de consumo, donde los trabajadores compensan con deudas la caída de sus salarios, o con las nuevas líneas hipotecarias -UVA, cuyo repago se indexa sin tener en cuenta la evolución de los ingresos del deudor. En otro orden, el macrismo redobló la explotación política de la corrupción kirchnerista, de cuyas causas se pretende valer para envolver en una pátina “moral” la escalada de medidas ajustadoras. Del mismo modo, tomó el eje de las “mafias sindicales” y encarceló al “Pata” Medina, pero sólo para forzar a los otros mafiosos a sentarse a discutir -y entregar- la reforma laboral.


 


Crisis de dirección


 


Pero ninguna determinación puramente económica explica esta aceptación electoral. La cuestión central pasa por la crisis de dirección del movimiento obrero. En estos casi dos años de macrismo, la clase obrera desplegó enormes esfuerzos para rechazar la política de cierres fabriles, despidos y paritarias con cepo. En ese derrotero se encuentra la lucha de AGR, de Pepsico y de un importante conjunto de fábricas. Estas luchas, o fueron aisladas por las burocracias de sus gremios en el propio conflicto -como Banghó- o soportaron luego el bloqueo de las centrales obreras. Después del paro del 6 de abril, la CGT no sólo dejó librados a su suerte a los conflictos sino que terminó sumándose abiertamente a la negociación de la reforma laboral con el gobierno. El kirchnerismo jugó un papel crucial en ese proceso: la Corriente Federal de los K no levantó nunca los pies del plato respecto del pacto entre Macri y la CGT. La propia Cristina, incluso, desalentó cualquier tentativa siquiera de movilización de los gremios kirchneristas -ello, en nombre de que “había que asestarle al gobierno un golpe en las urnas” que, finalmente, tampoco pudo concretar. Lo mismo puede decirse de la gran huelga docente, que el yaskismo nunca preparó en la perspectiva de infligirle una derrota al gobierno.


 


En este balance ocupa un capítulo especial el caso Maldonado y su desenlace sólo provisorio -la aparición e identificación del cuerpo del joven, en las vísperas mismas de las elecciones. Esta desaparición, ocurrida en medio de una represión ordenada desde el mismo Ministerio de Seguridad, provocó una fuerte conmoción popular, que dio lugar a movilizaciones masivas. Esa intervención popular terminó colocando en crisis a las maniobras de encubrimiento del gobierno, que sembró versiones falsas sobre el paradero de Maldonado para proteger a la Gendarmería. La crisis se coló directamente en la campaña electoral, incluso con una directa intervención nuestra: ello ocurrió en el debate de Capital, cuando Ramal emplazó a Carrió a pronunciarse sobre el tema, desatando un desbarranque de provocaciones verbales que obligaron al gobierno a retirarla de la campaña. En un diario oficialista como La Nación, varios columnistas expresaron preocupación sobre una posible caída importante de votos de la candidata oficial. Pero en las horas decisivas, cuando el cuerpo de Maldonado aparece y es identificado, el gobierno logra retomar la iniciativa en base a una furiosa campaña mediática que busca desacreditar al movimiento que luchó por la aparición de Santiago. Cuando el juez de la causa se apresura a anunciar que el cuerpo de Maldonado “no tiene heridas”, apuntando así a una muerte accidental, se imponía una fuerte respuesta popular para rechazar esta operación política y sostener la responsabilidad de fondo del Estado y el gobierno en la desaparición forzada. El kirchnerismo boicoteó la movilización popular y facilitó las manipulaciones oficiales.


 


Para que una parte del voto popular fuera capturado por el macrismo, debió mediar previamente este trabajo implacable, de la burocracia y de la oposición patronal, contra las reservas de lucha de la clase obrera y, en general, del movimiento popular.


 


Vuelta de tuerca en el ajuste


 


El gobierno se valdrá del aval electoral para tentar una vuelta de tuerca drástica en el ajuste, lo cual había sido planteado claramente por los voceros del capital financiero -Morgan Stanley- en el curso de la campaña. El ajustazo es, en primer lugar, una exigencia de los usureros para que la deuda -que ya supera las dos terceras partes del producto- cuente con una garantía de repago. El Coloquio de Idea, en este sentido, operó como un apoyo y, a la vez, como un emplazamiento al gobierno, en la línea de las reformas “en serio”. Este viraje, que fue disimulado durante la campaña electoral, fue el corazón de los anuncios de Macri en la conferencia de prensa de este lunes. La agenda plantea, en primer lugar, la reforma impositiva, que es el corazón del ‘nuevo’ pacto federal con los gobernadores. Se trata de una reducción de los impuestos que gravan a los capitalistas y, como contraparte de ello, un progresivo plan de ajustes en los gastos de las administraciones provinciales, con despidos incluidos y con la modificación de sus regímenes previsionales. En torno de este acuerdo deberá articularse la “gobernabilidad” entre el macrismo y los senadores o gobernadores del Pejota. La agenda oficial incluye, por supuesto, a la reforma laboral, que avanza en los acuerdos gremio por gremio, pero que exigirá también medidas legales de alcance general, a ser debatidas en el Congreso. Es el caso de la nueva reducción de aportes patronales que se discute como contrapartida de un blanqueo laboral. A su turno, esa caída de los ingresos previsionales empujará a la reforma del régimen jubilatorio, con el aumento de la edad para el retiro. El paquete oficial se completa con una reforma educativa que subordine definitivamente a la enseñanza media a las necesidades del capital (en la línea de lo que se implementa en Ciudad de Buenos Aires), con un régimen de “cobertura única de salud”, que comporta un principio de privatización del hospital público y una nueva escalada de tarifazos.


 


Esta declaración de guerra será fuente de choques y luchas en todos los terrenos del movimiento de las masas, que tendrán que ser preparadas a través de una intensa tarea de propaganda, agitación y organización. Por otra parte, el plan oficial enfrenta los límites más generales que plantea la marcha de la crisis capitalista. La sobreabundancia de liquidez internacional -que ha facilitado la financiación de la bicicleta “macrista”- podría continuar durante todo un período y darle aliento al plan de endeudamiento oficial. Pero no puede excluirse una reversión brusca en el flujo de capitales, como consecuencia de un agravamiento de la crisis mundial. Ello podría conducir a una brusca eclosión del planteamiento económico del gobierno.


 


Peronismo y kirchnerismo


 


La elección ha marcado un punto muy alto en la desintegración del peronismo, y, como parte de él, del kirchnerismo. Apenas pasados los comicios, parte de los intendentes que apoyaron a Cristina ya han comenzado a desfilar por el despacho de Vidal, como antes lo habían hecho con Pichetto. En la propia campaña electoral, el kirchnerismo reveló su impotencia para actuar como referencia opositora al macrismo. CFK cuestionó genéricamente al ajuste y al endeudamiento, pero nunca planteó el repudio de la hipoteca usuraria que su propio gobierno contribuyó a consolidar. Después de las Paso, Cristina acentuó un perfil pejotista, en la expectativa de blindar el apoyo de los intendentes del conurbano. Un capítulo especial del desbarranque K han sido las críticas al régimen venezolano, como señal indudable de un alineamiento continental estratégico en torno de una salida de recolonización económica y política de la mano del imperialismo. La decadencia del kirchnerismo plantea el fracaso de una tentativa tardía de rescate del nacionalismo burgués en la Argentina, y le plantea al Partido Obrero una enorme batalla política en el movimiento obrero y la juventud.


 


El Frente de Izquierda


 


El Frente de Izquierda obtuvo 1.150.000 votos, lo que implica un crecimiento del 25% respecto de la votación en las Paso y un registro similar al que alcanzamos en 2013. En Buenos Aires, la tentativa de polarización entre las candidaturas de Bullrich y Cristina, que golpearon fuertemente al massismo y al PJ de Randazzo, no afectaron al FIT, que logró 500.000 votos en una votación homogénea entre las candidaturas de senador y diputado. En este cuadro, estamos consiguiendo el ingreso de dos diputados y un legislador provincial. En la Ciudad de Buenos Aires hicimos nuestra mayor votación, quedando a pocas décimas del ingreso del diputado pero conquistando por primera vez dos legisladores. Este progreso en Ciudad y Buenos Aires debe confrontarse con retrocesos en otros distritos donde el FIT había alcanzado grandes votaciones en 2013 y ahora retrocedimos. Es el caso de Salta, Mendoza y Córdoba. Estamos peleando el legislador provincial en Catamarca y, un poco más lejos, en Santiago del Estero, en tanto conquistamos la concejalía de la capital neuquina. La enorme votación alcanzada en Jujuy, con el ingreso de cinco legisladores y una votación a diputado nacional que supera al Pejota en la capital de la provincia, ha tenido lugar en medio de una aguda crisis del PJ. Hemos obtenido casi el 10% en Santa Cruz y crecimos fuertemente en Tucumán, pasando del 3% en elecciones anteriores a casi el 5%.


 


La campaña electoral ha demostrado, de un modo todavía más agudo que en el pasado, que el Frente de Izquierda, siendo una indudable referencia electoral, está lejos de constituir un polo político capaz de vertebrar cotidianamente a la clase obrera en la lucha contra el Estado y los partidos capitalistas. Pasadas las Paso, el Partido Obrero le propuso al FIT un plan de acción, dirigido principalmente a una acción resuelta para la conquista del voto en la clase obrera y sus sectores más activos. Este planteo, y otras iniciativas de frente único -comenzando por los elementales spots comunes-, fueron rechazados por el PTS. Sin perjuicio de ello, organizamos con IS el plenario obrero en apoyo al FIT en la cancha de Lanús, que agrupó y atrajo a un importante abanico de activistas y dirigentes obreros en torno de la lucha electoral planteada y de iniciativas de lucha contra el ajuste y la reforma laboral. Nuestra campaña levantó con fuerza la denuncia del pacto Macri-CGT, golpeando a todas las alas del PJ que sostienen a la burocracia y al sector de la izquierda que mantiene ilusiones en el moyanismo o en la Corriente Federal.


 


Nos esforzamos en asociar la campaña del PO a los grandes episodios de la crisis política y de la lucha de las masas, al punto que fuimos acusados de ello en varias oportunidades por los voceros mediáticos de la burguesía. Los voceros del Partido Obrero asumieron un lugar protagónico en la lucha electoral, como resultado de una orientación definida de delimitación y lucha contra el gobierno ajustador y la impotente oposición patronal.


 


Lo que viene


 


Para el Partido Obrero, la votación alcanzada es una importante plataforma para el desarrollo de una oposición política al macrismo sobre bases obreras y socialistas, que deberá concentrarse ahora en los sindicatos y en todas los terrenos donde tendrá lugar la deliberación y las luchas respecto de las iniciativas reaccionarias del gobierno. La agenda que el gobierno anunciará en su “gran acuerdo” con los gobernadores, la burocracia sindical y las centrales empresarias debe ser enfrentada con un programa y un plan de acción, que debe desenvolverse en las organizaciones obreras, en la juventud y también en los parlamentos -ese debe ser el contenido de una política de frente único. El balance y las conclusiones de la gigantesca batalla política que dimos en estos meses es la premisa ineludible para conquistar y agrupar a los centenares de compañeros que hemos sumado.