Políticas

17/1/2019|1535

[Editorial] Los primeros movimientos de 2019

“Empujar para el mismo lado”. Macri se reunió con Alicia Kirchner en Santa Cruz

Los primeros movimientos políticos de 2019 han mostrado a todos los bloques capitalistas velando sus armas, de cara a la crisis de régimen que sacude a la Argentina en todos los planos. El macrismo salió a rescatar el apoyo del gran capital a su gobierno, el cual quedó severamente golpeado después del derrumbe económico y sus consecuencias. Un pope de la Unión Industrial de Santa Fe había llegado a afirmar, semanas atrás, que “votar a Macri sería un suicidio”. Para aventar un viraje de la clase patronal hacia la oposición, el gobierno Cambiemos resolvió desempolvar la reforma laboral, que el ministro Dante Sica amenaza con aplicar hasta por decreto. Las privatizadas de la energía y el transporte, por su parte, recibieron el generoso tarifazo de fin de año. En el plano de la agenda represiva, el gobierno volvió a la carga con la promesa de bajar la edad de imputabilidad, la persecución a los inmigrantes y el uso de las brutales pistolas Taser. La traducción electoral de esa escalada ha sido la posible postulación de Patricia Bullrich como vice de Mauricio Macri, lo que colocaría a los servicios y agencias militares del imperialismo y del sionismo en la fórmula presidencial oficial. En las vísperas de la feria judicial, por su parte, la “justicia” se abocó a un operativo dirigido a indultar a los principales capos capitalistas involucrados en la causa de los cuadernos. En el plano financiero, el gobierno está buscando resarcir a los fondos especulativos de las cuantiosas pérdidas incurridas después del primer rescate del FMI, cuando los convenció de volver a la Argentina a realizar colocaciones en pesos que, finalmente, terminaron pulverizadas con el fracaso de aquel rescate y una nueva ronda devaluatoria. Ahora, los recursos del FMI están solventando una nueva bicicleta financiera: el dólar “planchado” en 38 pesos, con una tasa de interés del 60% anual, le ha asegurado a los especuladores un rendimiento del 5% en dólares en tan sólo un mes. A semejante “regalo” al capital financiero, cosechado a costa de un mayor derrumbe industrial y paralización económica, nadie le augura una duración mayor que la del propio verano. El gobierno quiere volver a arrancarle sonrisas a los capitalistas, pero sus medidas conducirán a nuevos choques y contradicciones económicas. La “tablita” cambiaria, combinada con el tarifazo, ha vuelto a instalar el reclamo del “atraso cambiario” por parte de la patronal industrial. Si ello se acentúa, la famosa “liquidación de la cosecha” -por la cual el gobierno desespera- se convertirá en una nueva retención de silos y divisas por parte del capital sojero. Los reaccionarios anuncios oficiales, en suma, no despejan los nubarrones de la bancarrota económica y política.


Unidos y desdoblados


Pero la seducción a la clase capitalista no es un atributo exclusivo de los personeros del gobierno. En las dos primeras elecciones desdobladas de los distritos -Neuquén y San Juan-, el kirchnerismo ha decidido cerrar filas con el Pejota, intercalando a sus candidatos con los gobernadores, intendentes o senadores que han co-gestionado el ajuste en estos tres años de macrismo. En Santa Fe, otra filo-kirchnerista, María Eugenia Bielsa, anuncia su candidatura en el marco de la interna peronista y espera arrastrar detrás de sí a los más conspicuos centroizquierdistas de la provincia. En el caso de Neuquén, es conocida la intervención activa de CFK en el alineamiento del FpV local junto al Pejota. Es que estos movimientos tienen su traducción en los preparativos electorales de conjunto: Alberto Fernández, ex jefe de gabinete de Cristina, trabaja activamente por unir al kirchnerismo con Massa y la mayor parte del Pejota. Reporteado por La Nación, Fernández ha señalado que Cristina será “candidata o la gran electora”, o sea que ese armado contempla incluso el “paso al costado” que le reclama a la ex presidenta el ala más derechista de los gobernadores, con Urtubey a la cabeza. El programa de esta unidad peronista -que sus partidarios presentan con el mentiroso tilde de “antimacrista”- ha sido formulado por el ex ministro Axel Kicillof, cuando planteó la “renegociación” del acuerdo con el FMI. Detrás de un planteo de reestructuración de la deuda y supuesta reactivación económica, el pejota-kirchnerismo aspira a conquistar el favor de una parte de la gran burguesía, golpeada por la bancarrota del régimen económico macrista. Con este mismo programa, y varios de sus promotores, se ha puesto en marcha un operativo para poner en pie la candidatura de Roberto Lavagna -o sea, el gran “reestructurador” del defol de 2001/2002. Los que salieron a buscar al ex ministro fantasean con otro megacanje y un nuevo régimen de emergencia que rescate al capital. Las condiciones, sin embargo, no son las mismas que entonces: una nueva convocatoria de acreedores de la Argentina tendría lugar en medio de un agravamiento de la crisis mundial y sus tendencias revulsivas sobre los llamados países “emergentes”. En cualquier caso, la “renegociación” de la deuda -la gran bandera de esta unidad antimacrista- planteará brutales exigencias antiobreras y antinacionales por parte de los acreedores. En el plano represivo, los pretendidos opositores no se quedaron atrás en relación con Macri-Bullrich: mientras Angel Pichetto competía con el gobierno en su hostilidad a los trabajadores migrantes, el kirchnerista Sergio Berni era largado al ruedo por su jefa para plantear la ‘razonabilidad’ de un nuevo régimen penal juvenil. Los partidarios del modelo “alternativo” -y su desfile de candidatos- no tiene ninguna salida progresiva que ofrecer a la bancarrota de Argentina.


Intervenir


La mayor señal de este afán común por rescatar a los capitalistas tuvo lugar en el Sur, con la reunión entre Macri y Alicia Kirchner. El llamado a “empujar para el mismo lado”, formulado por el Presidente, tiene sus antecedentes claros. La “cuñada” ha protagonizado el ajuste más brutal que haya tenido lugar en el conjunto de los provincias durante la administración nacional de Cambiemos. Es la versión agravada de lo ocurrido en la mayoría de los distritos, donde en 2018 la megadevaluación e inflación permitieron reducir los quebrantos fiscales a costa de la pulverización de los salarios estatales y los gastos sociales. Los personeros sindicales de todos ellos, en la CGT y la CTA, tomaron en sus manos la tarea de asegurarle a Macri un fin de año “tranquilo”, a pesar de las monumentales tensiones que acumula la crisis social. Moyanistas y kirchneristas han querido disimular esta pasividad con una tibia marcha de antorchas, la cual, a pesar de sus convocantes, terminó arrastrando a muchos que buscaban un canal para movilizarse. Pero la tarea de los aparatos choca todo el tiempo con la envergadura de la crisis: en pleno enero, una escalada de despidos fabriles ha desatado un curso de movilizaciones, acampes y ocupaciones de fábrica, como ha ocurrido en Interpack, la ex Nidera, Pilkington, los ingenios tucumanos, los trabajadores de Radio Nacional y de los medios públicos, entre otros. Es necesaria una gran campaña en la clase obrera por la defensa de estas luchas y contra todos los despidos, en la perspectiva de un congreso de bases de todos los sindicatos y centrales, y de la lucha por un paro activo nacional de 36 horas. Los mismos que le han otorgado al macrismo una tregua indefinida -para abonar el trabajo sucio del ajuste durante todo 2019- son los que preparan, en el plano político, el rescate inviable de la bancarrota nacional a costa de los trabajadores. A esa tentativa continuista le oponemos la lucha por terminar con el régimen de Macri, el FMI y los gobernadores, y la convocatoria a una Asamblea Constituyente soberana y con poder, que debe resolver la ruptura con el FMI y el repudio de la deuda pública usuraria, la nacionalización de la banca, el comercio exterior y la industria energética, sin resarcimiento a sus vaciadores, el control obrero de la industria, la prohibición de los despidos, el salario igual a la canasta familiar y el 82% móvil; ello, junto a la disolución de los actuales aparatos de “seguridad” y Justicia, la elección de los jueces por el voto popular y la separación de la Iglesia del Estado, para terminar con el Estado confesional que es un enemigo jurado de las reivindicaciones de la mujer trabajadora.


Con esta política de intervención de la clase obrera en la crisis, con este planteo de poder político y con este programa de confrontación ante la tentativa de relevo del derrumbe macrista por parte del nacionalismo, el Frente de Izquierda tiene que intervenir como polo político en la lucha de clases con una campaña y una propuesta política integral en las elecciones que ya se suceden sin solución de continuidad hasta la Paso nacionales de agosto. La intervención de la izquierda obrera y socialista no puede estar atada al carro de las maniobras electorales de sobrevivencia de un régimen que busca hacer pasar por esa vía la ofensiva contra los explotados, el sometimiento al FMI y el alineamiento internacional con el imperialismo en ese mismo rumbo.