[Editorial] Unidad nacional… con el FMI

Los movimientos para salvar a Macri y evitar su salida anticipada del gobierno chocan con la bronca popular. Foto: Fede Imas

A esta altura no caben dudas que el único sentido de las medidas económicas pactadas con el FMI es ganar tiempo para llegar a la fecha del 22 de junio, cuando deben inscribirse las candidaturas para las elecciones de agosto-octubre. Aunque se trate sólo de algunas semanas, equivalen a siglos si se tiene en cuenta que la bancarrota financiera del país amenaza con desatar una nueva megadevaluación que, a diferencia de las anteriores, podría combinarse con una corrida bancaria y una hiperinflación que dejaría a Macri no ya fuera de su candidatura sino también de la Casa Rosada.


Al segundo día de la puesta en marcha de las nuevas medidas anunciadas por el gobierno, el Banco Central debió subir la tasa de Leliq a un 74% para evitar una mayor compra de dólares. El Banco Central debió vender reservas, valiéndose de la autorización dada por el FMI. En la variante más positiva, nadie ubica las reservas netas por encima de los 25.000 millones de dólares. Se trata de una cifra muy modesta, si se la compara con la masa de plazos fijos y otros activos en pesos que pueden dolarizarse en un plazo más que breve.


El otro dato que anticipa el fracaso de este entuerto pactado con el FMI es la suba del riesgo país, que sigue cerca de los 1.000 puntos. Salta a la vista que el éxito del nuevo emparche pactado con el FMI, armado para salvar a Macri, está más que cuestionado. La variante más probable sigue siendo que en las próximas semanas asistamos a una crisis de mayor envergadura.


Peregrinando a Estados Unidos


La presión del capital financiero opera sobre el conjunto de las fuerzas políticas patronales. Dentro del elenco oficialista se han redoblado los pronunciamientos en defensa de la candidatura de Macri. Muchos medios los han interpretado como un rechazo al llamado ‘plan V’ -o sea, su relevo por María Eugenia Vidal, como lo reclaman muchos sectores de la clase capitalista. Pero se trata de una interpretación prematura. La candidatura de Macri sigue estando cuestionada, ya que no podría soportar una nueva corrida cambiaria o bancaria. El problema radica en otro punto: una renuncia a la misma puede agravar la crisis y conducir a una salida anticipada de la Casa Rosada. Si esto ocurriese se llevaría puesto el ‘plan M’ y el ‘plan V’.


La crisis envuelve a toda la coalición de Cambiemos. En el macrismo prenden una vela para que la Convención de la UCR no decida abandonar su alianza con el PRO. Una decisión rupturista podría ganar adeptos si, como parece, la UCR pierde la intendencia de Córdoba y ahora también la de Santa Fe capital. El ala que auspicia la candidatura de Martín Lousteau condiciona un acuerdo con el PRO a un cambio de fondo en el gobierno, que involucre a sectores del radicalismo y del peronismo. Sería una especie de unidad nacional, que difícilmente pueda ejecutarse preservando la candidatura de Macri.


La precariedad en la que se encuentra el gobierno ha colocado la defensa de la gobernabilidad en manos de la oposición. Pichetto actuó casi como un funcionario macrista en su gira por Estados Unidos, donde se entrevistó con los principales fondos de inversión que manejan los títulos de deuda de la Argentina. No sólo aseguró que Macri será candidato, sino que se comprometió a que un eventual gobierno peronista cumplirá con los compromisos de deuda asumidos por el macrismo. En el mismo sentido se pronunció Marco Lavagna, quien también viajó a Estados Unidos para brindar garantías de pago de la deuda.


Con todo, el derrumbe del macrismo no logra aún hacer despegar a una alternativa del peronismo diferenciada de Cristina Kirchner. A tal punto es así, que Massa acaba de proponer un acuerdo entre Macri y Cristina Kirchner para garantizar la gobernabilidad. El kirchnerismo ha tomado nota de que el peso específico se traslada hacia su fuerza política y ha decidido actuar en consecuencia. Kicillof se ha sumado también a la peregrinación hacia el norte, para asegurar que un eventual gobierno de Cristina Kirchner no piensa defoltear la deuda.


En el kirchnerismo creen que por esta vía lograrán disipar el rechazo que la candidatura de la ex presidenta levanta entre los principales capitalistas. Seguramente han tomado con entusiasmo las recientes declaraciones del ex titular de la UIA, Héctor Méndez, en favor de la candidatura de Cristina Kirchner. Difícilmente un pronunciamiento de este tipo sea un hecho aislado. El regreso del kirchnerismo al gobierno depende de que la candidatura de Macri se mantenga y de que no se produzca un frente de unidad nacional que lo excluya.


Que la crisis la paguen los capitalistas


Estos movimientos políticos para salvar a Macri y evitar su salida anticipada del gobierno chocan con la bronca popular, resultado del ajuste brutal que están sufriendo los trabajadores y los sectores populares. Esta bronca no pudo expresarse en toda su dimensión en el paro convocado por la burocracia moyanista y de la CTA, ya que éstos hicieron lo imposible para evitar que se transforme en un verdadero canal de lucha. Dilataron la convocatoria a la movilización hasta el final, en un claro intento de limitarla al aparato de la propia burocracia. Los convocantes al paro pretenden atar a los trabajadores al recambio político en marcha, que se está procurando articular desde el campo de la oposición patronal. Los discursos apuntaron a colocar “la calle” al servicio del retorno del peronismo, ya sea bajo el liderazgo de Cristina u otro candidato de consenso. No se sintieron obligados a explicar cómo sería posible conciliar sus invocaciones a poner fin al ajuste y las penurias actuales, con su respaldo a variantes políticas que se rinden ante el FMI y manifiestan su compromiso de pagar la deuda.


Aún en estas condiciones, el paro fue más allá de lo que los convocantes pretendían. La quiebra de la burocracia de la UTA se entrecruza con una tendencia a la rebelión en su base, así como el paro masivo en las plantas del Neumático, en las escuelas y universidades, son datos significativos que marcan una tendencia a la intervención de los trabajadores.


Las elecciones provinciales realizadas hasta el momento, sin embargo, arrojan que el hundimiento del macrismo es contenido en las fuerzas patronales que controlan los Estados provinciales y en particular por el peronismo. Pero éste es el punto de partida de la crisis, de ningún modo su punto final. Una combinación de la bancarrota económica con una acción más decidida de las masas puede modificar drásticamente esta situación.


En este contexto, debe ser valorado el masivo acto convocado por el FIT en Plaza de Mayo. El Frente de Izquierda levantó una tribuna obrera e internacionalista en favor de una perspectiva de lucha, en defensa de la independencia política de los trabajadores y de una salida obrera frente a la crisis excepcional que enfrentamos. Un contraste político marcado con respecto a la perspectiva que presidió el acto protagonizado por la burocracia unas horas antes.


La clave para la izquierda revolucionaria es darse una política adecuada para intervenir en esta transición. Esta consiste en impulsar la acción de lucha contra el gobierno ahora, denunciando las trabas y la contención de la burocracia y del kirchnerismo-justicialismo y, al mismo tiempo, denunciar el programa reaccionario de todas las fuerzas que se disputan el relevo del macrismo. El planteo de que la crisis la paguen los capitalistas, la ruptura con el FMI y una salida de los trabajadores y la izquierda, debe ir acompañado de un programa de transición que apunte a la intervención de los trabajadores en la crisis. La cuestión del poder se juega en separar a las masas del nacionalismo burgués y dotarlo de un programa y una organización independiente.