Políticas

26/3/2015|1356

El 31, a luchar por un paro activo nacional


 


Es difícil recordar un paro que haya sido convocado con tanta antelación como el del próximo martes 31.


 


Naturalmente, cuando la burocracia sindical -en este caso del transporte, de bancarios y algunos otros gremios- “programa” una medida de ese modo, no lo hace con el propósito de prepararla intensamente junto a las bases obreras. Su intención, por el contrario, era ofrecerle al gobierno un generoso espacio de contemporización, incluso a cambio de alguna oferta lejana a las aspiraciones de los trabajadores.


 


 


Trabajadores y capitalistas


 


Este enrarecimiento de las paritarias ha llevado a los círculos capitalistas a declararse ellos también víctimas de esta confiscación, en la medida que deberían compensar con mayores aumentos la carga del impuesto. Este punto de vista omite que la gran patronal traslada esos mayores costos al precio de sus productos y, por lo tanto, a los consumidores. Pero principalmente, encubre que la política fiscal entraña una gigantesca transferencia de riqueza social de los trabajadores a los capitalistas. En los últimos cuatro años, la recaudación de “ganancias” sobre el salario se duplicó, mientras que el mismo impuesto sobre las empresas sólo creció un 25%. Cuando se computan todos los impuestos, se tiene que terminan absorbiendo la mitad del salario. La suma recaudada por el impuesto al salario en el año 2014 -110.000 millones de pesos- se acercará este año a los 143 mil millones de exenciones impositivas al capital incluidos en el presupuesto 2015 en el rubro “gastos tributarios”.


 


Esta tentativa fracasó: el gobierno no abrió mano del impuesto a las ganancias, y su ministro Kicillof volvió a defenderlo cerradamente en las últimas horas. El empecinamiento es toda una confesión: el “modelo” se sostiene sobre el saqueo al salario.


 


Para un trabajador casado con un salario bruto de 21.000 (y un neto apenas por encima de la actual canasta familiar) el impuesto se lleva dos sueldos anuales. La carga del impuesto coloca un campo minado sobre las próximas paritarias, en algunas de las cuales han comenzado a discutirse porcentuales de aumentos “libres del impuesto”. Un informe privado señala que, para un aumento efectivo del 30%, el sueldo bruto de un jefe de familia afectado por el impuesto debería subir un 46%. Algunas patronales debieron resarcir a sus trabajadores todo o parte del impuesto, como ocurrió en el Banco Ciudad, Banco Provincia, en Tiempo Argentino o en Fate a partir de un reclamo firme de su organización obrera. El cuerpo de delegados del subte votó en su pliego paritario el reclamo de un bono compensatorio por el 100% del descuento de ganancias.


 


El gobierno contrapone la recaudación de “ganancias” con el pago de la asignación por hijo: reconoce así que las políticas asistenciales -que apenas mitigan la desocupación creciente- la sostienen los propios trabajadores. La incautación al salario financia otro jolgorio, el de las colocaciones financieras y de la deuda pública, que contribuyen a “planchar” la cotización del dólar y que, por esa misma vía, aseguran a sus beneficiarios rendimientos fantásticos en moneda dura. Mientras el salario de los trabajadores está sometido al rasero de una canasta de 15.000 pesos, los intereses de los activos financieros… no pagan ganancias. El festival de la deuda pública, que enriquece a los bancos y que el gobierno financia con emisión creciente, también lo pagan los trabajadores, con inflación creciente. Mientras los fondos bancarios se concentran en la deuda pública usuraria, el crédito se encarece y se paraliza, agravando la recesión y los despidos.


 


 


Oposición


 


La oposición coquetea con una “derogación” del impuesto al salario que ya ha demostrado, en sus iniciativas parlamentarias, no estar dispuesta a llevar adelante. Los Macri o Massa sólo atenuarían la carga del impuesto si la pueden compensar con un ajuste del gasto contra trabajadores y consumidores, a través de tarifazos por un lado, y de una devaluación, por el otro. De todos modos, las promesas electorales sirven de excusa para que la burocracia sindical opositora estreche lazos con esos candidatos. Los Macri, Massa o Scioli quieren que el trabajo sucio de la demolición del salario sea cargado, en todo lo que sea posible, al tándem Cristina -Kicillof. Por eso mismo, el paro del 31 ha sido acotado en su programa, su alcance y su perspectiva.


 


En oposición a esa política paralizante, un gran plenario obrero en el Sutna San Fernando estableció un programa y una caracterización ante la jornada del 31, llamando a luchar por un paro general y activo por la anulación del impuesto confiscatorio, la prohibición de despidos, por paritarias sin techo y pase a planta de todos los precarizados. Junto a este programa, se resolvieron piquetes y movilizaciones.


 


El paro del 31 pone a la orden del día su continuidad. Se impone la necesidad de un plan de lucha. Una derrota del gobierno K sería un golpe también a quienes pretenden sucederlo y preparan un ajuste en regla. Ello refuerza la necesidad de una campaña del Frente de Izquierda a la escala de todo el país, por la victoria de la lucha planteada, por una alternativa y un programa de los trabajadores frente a la crisis.