Políticas

27/5/2004|852

El acuerdo por la deuda es un crimen anti-nacional

En las últimas horas se han hecho cada vez más firmes las versiones de un arreglo del gobierno y los acreedores acerca de la deuda externa impaga. La propuesta fue elaborada por el ‘famoso’ comité de bancos que designaron Kirchner y Lavagna, encabezado por Merill Lynch, el viejo ‘canjeador’ de Cavallo. En el nuevo enjuague han intervenido también los bancos ‘nacionales y populares’ como el Galicia y el Nación.


El acuerdo establecería una quita del 75% sobre el ‘valor presente’ de los bonos. Este ‘valor presente’ es la cotización que, se calcula, obtendría el bono en el mercado luego del arreglo. Pero lo que tendría que pagar el Estado al vencimiento de la deuda es el valor nominal al que se llegue como consecuencia del acuerdo; para que el ‘valor presente’ recoja una quita del 75%, el nominal debería tener una quita de entre el 50 y 60%, lo cual depende de otros factores, como el plazo de vencimiento, los intereses y las garantías que se acuerden. En síntesis, se reconocería el pago de unos 40-45 mil millones de dólares, más los intereses, naturalmente. Sumados a los de la deuda que se está pagando, llegaríamos a una nueva deuda pública de unos 130.000 millones de dólares. Con la del sector privado, que se paga con tarifazos y aumentos de precios, se llega a los 200.000 millones de dólares.


Pero el acuerdo no termina aquí, porque además hay intereses impagos sobre la deuda impaga, desde enero del 2002, por 20 mil millones de dólares. En el acuerdo que se da por cerrado, ese monto pasaría a integrar la deuda total y quedaría afectado por la quita nominal del 50-60%, o sea que se reconocerían entre 8 y 10 mil millones de dólares. El total se va, entonces, a 210.000 millones de dólares. El acuerdo no contempla para nada, sin embargo, un resarcimiento por la fuga de capitales de los bancos acreedores, en el 2001, que llevó a la bancarrota del final de ese año. La euforia de la banca acreedora ante estas versiones se ha manifestado en un crecimiento de la cotización de los bonos impagos, que ha superado los 35 centavos por dólar. Estos valores están demostrando que la quita en el ficticio ‘valor presente’ es de diez puntos menos que el 75%.


¿Qué significa todo esto? Antes que nada, que al cabo de dos años de un ‘ajuste’ económico sin precedentes contra los trabajadores, Argentina se encuentra con un hipotecamiento mayor al que había previo al ‘defol’: la deuda pasa del 60% del PBI al 150% del PBI. Precisamente por este motivo, tanto el gobierno nacional como los provinciales están decididos a acentuar el ‘ajuste’ para crear un fondo ‘anti-crisis’, que funcione como garantía del pago de la deuda. Cuanto más voluminoso sea ese fondo, mayor será el precio de mercado de los bonos, y cuanto mayor sea este precio, mayor será la ‘confianza’ del capital internacional en el gobierno de Kirchner. El ‘defol’ revela, en este punto, su verdadera naturaleza: un brutal descargue de la crisis del capital sobre los trabajadores, para poder retomar la senda del endeudamiento internacional y nacional (conocida, en círculos oficiales, como ‘recreación del crédito’).


Pero el acuerdo significaría, además, una ganancia extraordinaria para los bancos internacionales que compraron los bonos que quedaron impagos a precios de remate. Lo que en la negociación se presenta como una ‘quita’ constituye en realidad un sobreprecio, porque esos bonos fueron comprados a precios de entre 10 y 20 centavos de dólar. A partir del acuerdo ese precio ingresaría en un piso de 30 centavos, que luego oscilaría de acuerdo al juego de numerosos factores. Se trata de un beneficio del orden del 100 por 100 en el plazo de un año o dos. Algo similar ocurriría con los bonos que el gobierno entregó a los bancos para compensarlos por la pesificación, lo que podría aumentar su capital. Lo que emerge de todo esto, en un enfoque de conjunto, es lo siguiente: los capitalistas que vendieron los bonos hace un tiempo, aprovecharon la ‘recuperación’ que promovió la devaluación para invertir el dinero en nuevos negocios y resarcirse de este modo de la bancarrota; los capitalistas que compraron a precios de remate realizan ahora beneficios extraordinarios con el acuerdo. La ‘variable’ que paga todo este negociado es, naturalmente, la caída extraordinaria de los salarios, que se manifiesta, por otro lado, en el superávit fiscal y los grandes beneficios empresariales.


La decisión de pactar la reanudación del pago de la deuda externa en ‘defol’ tiene una consecuencia inmensa sobre el panorama y la conciencia sociales del país. Desenmascara al gobierno de la ‘causa nacional’, una vez más. En el marco de la crisis financiera internacional que está en curso, no incide en la posibilidad de que haya un ingreso de inversiones externas. Fuerza, en cambio, a mantener e incluso profundizar el ‘ajuste’ y, por lo tanto, plantea un aumento del descontento popular. Consagra una victoria fundamental del Citibank, que es quien está detrás de los ‘grupos de acreedores’ y, fundamentalmente, quien ha acaparado el mercado de deuda para evitar que los precios se desplomen por debajo del nivel que quieren imponer en el acuerdo. Lejos de desarmar otros frentes de conflicto del gobierno, como los que tiene con Duhalde, un sector de las fuerzas armadas y de la policía, con el clero, etc., refuerza la confianza de estos sectores en la posibilidad de prevalecer sobre el gobierno. En la reunión conspirativa realizada en el regimiento Patricios, que denunciara Verbitsky en Página/12, se encontraban los hombres de la ‘burguesía nacional’ de Kirchner, como el banquero Britos, que está a punto de quedarse con el banco Suquía gracias a un subsidio del Banco Central. Tanto Britos como Pagani, el dueño de Arcor, que además integra el elenco de los industriales de Kirchner, pidieron en los últimos días un arreglo de la deuda externa como el que se estaría a punto de concretar.


Lo de la deuda no viene solo. Va de la mano del envío de tropas a Haití para sostener a un gobierno impuesto por Estados Unidos que está integrado por funcionarios del Banco Mundial. La intervención argentina, con Brasil y Chile, está disimulada políticamente con el retiro de las tropas yanquis, como si la sustitución del dueño por el gerente cambiara la propiedad o los intereses del circo. En el marco de la guerra en Irak, Afganistán y los Balcanes, este reemplazo distiende la presión política y militar que está sufriendo el Pentágono.


Aceptar el acuerdo de la deuda es aceptar la continuación de la política de hambre del FMI. Ese acuerdo lo firmaría Kirchner, no solamente Lavagna, como insiste en diferenciar De Gennaro arbitrariamente. Llamamos a una lucha contra este acuerdo, contra el pago de un peso más de deuda a costa del pueblo, contra el FMI –por un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar.


Llamamos a luchar para que ningún soldado vaya a Haití y por el contrario para que se respete la independencia nacional haitiana.