Políticas

18/6/2009|1088

El cine nacional revisa el Rosariazo

Los días del peligro


Tres decenas de días bastaron en mayo de 1969 para dar vuelta a la Argentina. El punto más alto de aquellas jornadas históricas se produjo el 29, cuando los obreros cordobeses derrotaron a la represión policial, convirtieron a su ciudad en una zona liberada y marcaron el comienzo del fin de la dictadura de Onganía. Días antes, Rosario había marcado un camino.

El clima de época estaba contaminado por acontecimientos mundiales que planteaban otra perspectiva política. El Mayo francés, la rebelión checoslovaca contra la burocracia rusa, la resistencia vietnamita al imperialismo guerrero y un estado de rebelión generalizada a nivel mundial permitían pensar que ese mundo podía cambiarse. La Argentina no se hallaba excluida de aquella ola revolucionaria. Los derroteros de la izquierda (enceguecidos unos con la guerrilla rural y el foquismo -como los grupos proto ERP y Montoneros- y sumidos en un estado de derrota los otros -como la CGT de los Argentinos, que a fines de 1968 planteaba un oscurísimo panorama para la clase obrera en el editorial de su periódico), sumados a un proceso de ruptura con la burocracia vandorista, permitieron cierta evolución de una tendencia que se aloja naturalmente en el instinto de los trabajadores: el clasismo.

El 17 de mayo, una manifestación universitaria contra la política del onganiato -cuya consigna mayoritaria es "acción, acción para la liberación"- culmina con la muerte del estudiante Adolfo Bello a manos de la policía. La indignación se apodera de todo el mundo. La CGT decide un paro general para el 21 y lo organiza activamente junto a los estudiantes. Comienza a perfilarse la unidad obrero estudiantil.


Días de mayo es la última película del rosarino Gustavo Postiglione, director de El asadito y El cumple, entre otras, films en los que prima un registro íntimo de la cotidianidad rosarina. Esta película, por el contrario, toma como escenario los sucesos que iniciaron uno de los periodos de rebelión obrera más profundos de nuestra historia. El film narra la historia de amor entre dos jóvenes, uno reportero gráfico y actriz con tendencias jotapetistas la otra, que se inicia en medio del Rosariazo. Se conocen durante una manifestación, aquella en la que Bello sería asesinado, en medio de un episodio violento contra la policía en el que intervendrá el tercer protagonista de la película, un joven obrero de la carne. Su romance será revisado a lo largo del mes histórico y se desarrollará en medio de un clima muy bien captado por el realizador: la puesta en escena y la reconstrucción de época son impecables, y las actuaciones, fruto del trabajo de actores ignotos, es notable. La represión del onganiato a toda manifestación sindical o cultural que se le opusiera es captada con sutileza y elegancia y la película logra su objetivo.


El día del Rosariazo las calles fueron ganadas por las masas, que derrotaron a la policía. Se tomaron radios e incluso se estuvo a punto de tomar la sede de la policía. Durante los enfrentamientos, murió el obrero y estudiante Luis Blanco, símbolo vivo de la unidad forjada durante esa jornada. Onganía instaló unos Consejos de Justicia militar y puso la ciudad bajo el control del Ejército. De conjunto, el Rosariazo marcó la efectividad de la unidad obrero estudiantil, de la lucha de calles bajo la dirección obrera y planteó que era posible derrotar a las fuerzas de la dictadura. Todos estos elementos se potenciarían durante el Cordobazo, que se produjo días después. A cuarenta años de esos acontecimientos, que el cine nacional los recupere en el marco de una historia ficcional, es saludable. Sin embargo, todavía no está realizada la película que dé cuenta de aquellos días en que "ellos" vivieron en peligro.


Judas