EL Congreso de las Fieras

El recurso del Congreso Nacional no sirvió para darle “más democracia a la democracia”.    Después de una primera semana, en la que desfiló medio mundo e hizo uso de la palabra otro tanto, el empantanamiento es mayor que antes.

El gobierno prometió devolver la suba de retenciones que recaude a unos 80.000 productores y en un abrir y cerrar de ojos mandó al archivo su cacareada intención de redistribuir ingresos.

Los pulpos de siembra no quedarían afuera de esta ventaja si se las ingenian para registrar una segmentación de sus propiedades en unidades equivalentes a una producción de mil toneladas de granos.

Con este régimen de devoluciones de impuestos para el campo, el gobierno se convertiría en una máquina de subsidios, pues ya paga a otros sectores 30.000 millones de pesos al año, y los capitalistas se transformarían en su clientela.

“Ni soñando”, le respondió la patronal sojera, en primer lugar, porque no quiere que le devuelvan lo que considera suyo y, en segundo lugar, porque considera al Estado su cliente y no al revés.

Para los capitalistas del campo, la suba de la tonelada de soja en el mercado internacional de 440 a 600 dólares desde marzo – un 40% en cien días-  es toda de ella.

Cualquier otra cosa la considera confiscatoria, pero no el 21 por ciento de IVA que pagan los consumidores aunque el poder adquisitivo del salario caiga por la inflación..

Ante semejante panorama, el gobernador de las petroleras, Das Neves, se largó a reclamar libertad de precios para los combustibles.

El gobierno pierde su base social: salieron 6.000 millones de dólares, la inflación crece, las tasas de interés suben, la producción baja, aumenta la morosidad de los deudores con los bancos.

El matrimonio presidencial retrocede ante la presión sojera pero no satisface sus aspiraciones.

Se ha abierto una crisis política definitoria.

Cualquiera de los bandos capitalistas que gane le pasará la factura de la crisis al pueblo.

Los obreros tenemos que organizarnos con un programa propio para arrebatar el timón a estos desorganizadores de la vida nacional, que vienen perpetrando confiscación tras confiscación contra el pueblo en forma regular desde hace más de medio siglo.

Por la nacionalización de los pulpos agrarios y de exportación, y de sus puertos privados.

Por arrendamientos para chacareros y campesinos en función de un plan público de desarrollo agrario.

Por un salario agrario mínimo igual al costo de la canasta familiar y la libre organización sindical en cada finca o explotación. Fuera la burocracia de Uatre.

Basta de pagar la deuda externa usuraria, por la nacionalización de la banca.–