Políticas

14/10/1999|646

El delincuente es el Estado capitalista

Sea que se trató de un ‘negocio’ que salió mal, de una ‘emboscada’ para demostrar la efectividad de la ‘mano dura’ que habían reclamado Ruckauf y Lorenzo o de una ‘venganza’ de los comisarios desplazados por Duhalde, todas estas hipótesis ponen al descubierto la completa descomposición de los aparatos de seguridad, que son precisamente el verdadero corazón del Estado. Porque muestra que se trata de aparatos que persiguen sus objetivos ‘económicos’ y ‘políticos’ por medios mafiosos, criminales y conspirativos.


Pero la policía no hace más que aplicar los métodos que utilizan en la vida cotidiana los grandes capitalistas y banqueros y sus representantes políticos. ¿Por qué extrañarse de que robe un policía si roban los banqueros, los ministros y los jueces? ¿Qué tiene de raro que la policía esté metida en el narcotráfico si los banqueros lavan el dinero de los narcotraficantes, los ‘punteros’ distribuyen drogas y los grandes narcos obtienen asilo político en la Argentina? ¿Cómo sorprenderse de que los policías roben autos si los fabricantes de autos se dedican al contrabando? ¿O que roben bancos cuando los banqueros los vacían y despluman a los ahorristas? ¿Qué tiene de sorprendente que los policías se prostituyan si las redes de prostitución están armadas y protegidas desde el mismo aparato estatal? ¿Por qué asombrarse de que los policías conspiren para imponer sus ‘objetivos políticos’ si la política patronal es una constante conspiración contra el pueblo?


Un régimen que se ve obligado a recurrir sistemáticamente a la ilegalidad es un régimen que ha acumulado contradicciones que ya no puede zanjar por su magnitud y explosividad; la violencia, primero contra el pueblo y luego entre los propios explotadores, ha pasado a convertirse en el único medio de arbitrar estas contradicciones.


“El pez se pudre por la cabeza” dijimos hace más de un mes, cuando Ruckauf salió a reclamar ‘mano dura’. “La delincuencia se engendra en el aparato del Estado” (Prensa Obrera, N° 639): así se confirmó en Ramallo.