Políticas

13/5/1999|626

El desguace final de YPF

Con la compra de YPF, la española Repsol dominará el 65% de la venta de combustibles, el 75% de la producción de gas y el 60% de la producción de petróleo. Con esto, además, reforzará su dominio sobre la distribución del gas y la electricidad, a través de su participación en las empresas distribuidoras.


Repsol está especializada en la refinación de petróleo, la venta de combustibles y en la industria petroquímica. Recientemente, compró pozos en Africa del norte. YPF, al revés, tiene una importante cantidad de áreas de explotación petrolera. YPF, incluso, cuenta con pozos en Bolivia, Perú, Chile, Venezuela, en Indonesia, en los Estados Unidos y en Rusia. Con la compra de YPF, Repsol triplicará sus reservas petrolíferas y gasíferas (Financial Times, 4/5).


Hace un tiempo, una especialista especulaba que el socio ‘ideal’ para YPF sería una empresa especializada en la exploración y en la extracción (Clarín, 10/1), porque le permitiría utilizar a pleno su capacidad instalada de refinación, el segmento más lucrativo del negocio petrolero. Ahora será Repsol la que obtendrá esa ventaja: “YPF se convertirá en una sucursal de Repsol”, según la gráfica expresión de un anónimo empresario petrolero argentino (Clarín, 2/5). La misma Repsol informa que se concentrará en “las áreas más rentables” y “se dará prioridad a Africa del Norte y a América Latina”, es decir a los pozos que YPF y la propia Repsol tienen fuera de la Argentina (Clarín, 5/1).


La compra, en consecuencia, significará “el cierre de áreas petroleras” (Ambito Financiero, 3/5) y, también, el cierre de refinerías porque el anunciado “aumento del 50% de las estaciones de servicio en América Latina” no va a ser abastecida con petróleo refinado en Argentina. Repsol ya anunció que piensa desprenderse de la refinadora que YPF tiene en Plaza Huincul (Clarín, 8/5).


Un directivo de Repsol informa que “en el mercado brasileño vemos fuertes posibilidades de crecimiento en transporte y distribución de gas y en generación de la electricidad a partir del gas”. Es decir, que va a exportar aún el gas sin industrializar.


Todo esto viene a agudizar una tendencia al vaciamiento petrolero que se inició con la privatización de la petrolera. Las inversiones que destinó YPF a la exploración y extracción de petróleo en Argentina vienen cayendo sistemáticamente desde 1994. Sólo en este año, “las partidas para buscar reservas ya se achicaron entre 20 y 30%” (Clarín, 12/1).


Como, al mismo tiempo, la producción petrolera aumentó y las reservas de YPF cayeron en forma vertical: hoy equivalen a 10 años de su producción cuando la norma internacional es de 13 años (antes de la privatización, equivalían a 20 años de producción). Todo esto con el agravante de que una parte sustancial de las reservas de YPF está en el exterior. YPF no es el único caso: el 56% de las reservas de la mayor petrolera ‘nacional’, Pérez Companc, están también en el exterior (Buenos Aires Económico, 22/4).


La caída en picada de las reservas petrolíferas y gasíferas –la parte más riesgosa del negocio– tipifica a la privatización como un proceso de saqueo de las reservas descubiertas por la YPF estatal. Este saqueo se va a agudizar todavía más con la venta a Repsol.


Pero Repsol no compra YPF con fondos propios sino con un préstamo de 15.500 millones de dólares de un‘sindicato’ de bancos norteamericanos, suizos y españoles. La nueva empresa estará completamente hipotecada: su deuda equivale al 100% de la actual valuación bursátil de Repsol y al 70% de los activos de la nueva empresa unificada.


YPF-Repsol, en consecuencia, deberá generar de inmediato los fondos que le permitan pagar su deuda. Los nuevos dueños de YPF ya anunciaron que ‘harán caja’ vendiendo activos –áreas petroleras, refinerías y estaciones de servicio– por 2.500 millones de dólares; reduciendo los planes de inversión –la búsqueda de nuevas reservas–; en 2.000 millones, fusionando las operaciones de YPF y las subsidiarias argentinas de Repsol. Ambito Financiero (3/5) sostiene que el efecto inicial de la venta será el despido de 2.000 trabajadores.


Crisis mundial


La compra de YPF por Repsol sigue una característica mundial. Se prevé que “los gastos de exploración y producción se reducirán más de un 25% en 1999 para las 175 empresas que analiza en todo el mundo. Será la contracción más severa que hayamos visto en los últimos cuarenta años” (ídem). Esto ocurre porque “las grandes compañías están más ocupadas en acuerdos (de compras de otras empresas) que en perforar”(Business Week, 10/5). Esto significa que la compra de YPF forma parte de un proceso mundial de copamiento y destrucción de los competidores más débiles por los más fuertes. No es el único caso: existen fuertes rumores de que la Shell se apresta a comprar las inversiones petroleras del grupo Pérez Companc. Este cuadro internacional confirma cuál es el destino de YPF: ha sido comprada para ser desguazada y para ser explotada hasta el agotamiento de sus actuales reservas. Para los trabajadores petroleros y para los pueblos que dependen de la actividad petrolera, se trata de una perspectiva de despidos masivos, de destrucción económica y, a término, de desaparición.


Hay una salida: renacionalizar YPF


La venta de YPF plantea un horizonte de saqueo financiero, de destrucción industrial, de vaciamiento económico, de despidos en masa, de mayor flexibilidad, de quiebra y despoblamiento de regiones enteras del país y de mayor subordinación nacional al imperialismo.


Frente a esta barbarie, el Partido Obrero sostiene que hay una salida: la renacionalización sin pago de YPF y la expropiación de los pulpos petroleros. Hay que reincorporar a todos los despedidos y poner a YPF bajo el control y la dirección de los trabajadores para poner fin a la política de dilapidación de las reservas y para poner en marcha un plan de industrialización de los recursos nacionales.


Para que las riquezas nacionales beneficien al pueblo trabajador y al desarrollo nacional y no a los banqueros y chupasangres.