Políticas

13/1/2005|884

El gran día


Ha llegado el gran día.


 


Argentina presenta, por fin, su oferta de canje de la deuda que se encuentra en cesación de pagos. Los diarios anuncian que tendrá una aceptación elevada. En este caso, el paso siguiente sería la reanudación de las negociaciones con el FMI. Las relaciones financieras internacionales del país se habrán normalizado. Con este cuadro, las reestructuraciones de contratos o tarifas con los servicios públicos privatizados no enfrentarán más obstáculos. Durante 2004, el 80% de la deuda externa de las empresas privadas ya había encontrado alguna solución. Así como la crisis política que creó el Argentinazo parece definitivamente superada con la kirchneriada que se inició a mediados de 2003, la bancarrota económica de 2001 habría quedado reducida al sueño, literal, de una noche de verano.


 


 


¿Aceptación?


 


La primera premisa del canje, su elevada aceptación, sigue siendo un deseo o, más precisamente, una maniobra política en el marco de las negociaciones con los acreedores.


 


El gobierno había dejado trascender que tenía asegurado un piso de acuerdo del 66% de los acreedores, pero Lavagna declaró el miércoles que se daba por satisfecho con una aceptación del 50%. Esta declaración pone en claro que el canje no cierra nada y que la partida sigue con otras características. El ‘piso’ de los dos tercios, y todavía más el ‘pisito’ reducido a la mitad, se obtiene a partir del acuerdo al que el gobierno llegó con las AFJPs y los bancos que las controlan. Ese acuerdo ha salvado la continuidad del gran negociado que es la jubilación privada. Además, esos mismos bancos, con filiales en el país, han sido los grandes beneficiarios de los bonos que les fueron entregados para ‘compensarlos’ por la pesificación. Estos títulos se valorizaron desde 2002 en un 80%. Este conjunto de grupos financieros será el primero en entrar en el canje con cerca del 40% de la deuda. Es que después de todo, cuanto menos se pague por la deuda que se canjea, más plata que para pagar la otra que no está defol, que se encuentra en poder de bancos y AFJPs.


 


Cualquier porcentaje de aceptación que sea inferior al 85% (ni qué decir si es del 50%) simplemente significará que se seguirá negociando, sea por medio de procesos judiciales que se inicien contra Argentina o por otras vías. En otros casos, los llamados ‘fondos buitres’, que acostumbran a comprar a precios de remate deudas impagas, ya han demostrado que tienen fuerza para ir a los tribunales y ganar.


 


Conclusión, la novela del canje de deuda tiene para rato. La bancarrota seguirá en la realidad como una pesadilla. Del mismo modo que el Argentinazo.


 


 


Peor que antes


 


Cuando la deuda pública fue declarada impaga, su monto nominal ascendía a 190.000 millones de dólares, con un Producto Bruto Interno de 280.000 millones de dólares. Representaba un poco menos del 70% de ese PBI. La deuda que quedaría en el caso que se complete el canje sería, a valor nominal, de 150.000 millones de dólares, pero contra un PBI de poco más de 140.000 millones de dólares, debido a la fenomenal desvalorización del peso. O sea que la hipoteca quedaría en un 105% del PBI. No hay que olvidar que los 40 a 50 mil millones de deuda que promete ‘ahorrar’ el canje se encuentran compensados por el incremento de la deuda, por 35 mil millones de dólares, como consecuencia de la ya señalada ‘compensación’ a los bancos. En términos de la carga que la deuda representa sobre el valor de la actividad económica, su peso se incrementa en un 50%!


 


La quita de deuda que plantea el canje no es, ya desde hace tiempo, el ‘famoso’ 75% de la propaganda oficial. Los 85 mil millones de dólares impagos se canjean por bonos cuyo valor nominal oscilará entre los 48 mil y los 51 mil millones de dólares. O sea que la quita nominal es del 40-45%, aproximadamente lo que cayó el PBI de Argentina en dólares. En términos reales, o sea de mercado, la cosa es un bocado de Papa para los capitalistas, esto porque en diciembre de 2001 la deuda argentina no valía nada; el ‘riesgo-país’ en aquel momento, de más de 5.000 puntos, significaba que el valor de mercado de un bono de deuda era del 2% (dos centavos de dólar). Ahora, incluso antes del canje, esos bonos se cotizan a 33 centavos. Los especialistas vaticinan que si, en los próximos meses, la tasa de interés internacional no subiera e incluso bajara, esa cotización de mercado podría llegar a los 50 centavos de dólar. Es decir que el canje que recorta el 40% del valor de la deuda, multiplica el capital de los que compran y venden en los mercados financieros –desde el 30 al 2.500%, según a qué precio hayan comprado. El canje consiste, esencialmente, en la promoción de este negociado.


 


 


Ajuste y nuevo defol


 


Para cumplir con una deuda que supera el ciento por ciento del PBI habrá que amasar, durante muchísimos años, un superávit fiscal sustancial. Esto significa deterioro de salarios y de gasto social, privatización de la atención pública, mayores impuestos. Aunque el pago de la deuda se extiende a unos 40 años, promedio, para los distintos bonos, ya en el 2005 el superávit previsto no alcanzará para pagar los vencimientos del año. A los acreedores del canje se les deberán pagar los intereses de 2004; también habrá que cancelar los vencimientos de la deuda corriente; por último, están los infaltables FMI, Banco Mundial y BID. El gobierno ya tiene previsto recurrir a un mayor endeudamiento con las AFJPs para hacer frente a las obligaciones.


 


El propio Lavagna ha reconocido, por otra parte, que sólo con ajustes no se llega a los excedentes fiscales que se necesitan. Dijo que hará falta “crecimiento económico”. ¿Por cuarenta años, de corrido? Mejor haría con no contar con esta alternativa ni para los diez o los cinco años próximos –quizá tampoco para el 2006. El hombre ya nos advierte de un nuevo defol. Quizá tampoco haya que esperar tanto, porque lo ocurrido con Brasil en la primera semana de este año promete turbulencias en poco tiempo. En efecto, la deuda brasileña fue la que acusó la desvalorización más alta, luego que Estados Unidos advirtiera que podría acelerar su programa de suba de tasas de interés. Y si Brasil llegara a estornudar, acá tendremos un tsunami.


 


Los luchadores y los obreros activos deben tener claro que las crisis repetidas y cada vez más violentas no son un problema de números, y menos del manejo que hacen los ministros de Economía con ellos, sino de las contradicciones insuperables del régimen social presente, el capitalismo.


 


 


Si bien, también mal


 


Algunos presentan al canje como el ‘despegue’ económico y social del kirchnerismo. Con el defol atrás, ingresarán capitales que harán crecer a la Argentina a paso chino. El gobierno nacional y popular, lejos de ser una tentativa agotada, es puro futuro. También los oficialistas piensan, a veces, que los números no importan, porque lo decisivo es la pujanza del capital cuando encuentra un terreno abonado.


 


La cuestión es, claro, la caracterización que tengamos del período histórico en curso, que se ha distinguido en las últimas décadas por crisis violentas y un retroceso social de las masas sin precedentes.


 


Pero en términos más prosaicos, un ‘buen’ canje de deuda reintroduciría a la Argentina en los mercados de capitales –de los cuales tampoco se alejó del todo incluso en lo más profundo de la bancarrota. Si los capitales ‘vuelven’, como espera el relato oficial, retornará la especulación financiera y con ella de nuevo el endeudamiento, la dependencia de las crisis en otros países y el fin de la devaluación del peso. El mercado interno protegido y el negocio exportador subsidiado, ambos por la devaluación del peso, enfrentarán crisis y bancarrotas, algo que ya ocurre en el caso del comercio con Brasil. El defol sirvió para que Argentina se moviera con un margen de autonomía al que la ‘normalidad’ le va a poner un fin. Incluso si se admite que un cese del defol (lo que no es el caso) significa una etapa última de la salida de la crisis precedente, el resultado es que creará y acelerará el ingreso a la crisis que se prepara.


 


 


El gran tapado, las AFJPs


 


Es claro que el canje no cancela el defol y que aún hay para recorrer un gran trecho de choques internacionales. Estos choques o contradicciones forman parte de la ‘recuperación’ capitalista de la bancarrota. Los negociadores saben que la ‘normalización’ es puro cuento, que de lo que se trata es de seguir con los negocios en medio de la bancarrota. Todo consiste en saber apostar, moverse con rapidez y tener del lado de uno al poder político.


 


Por eso, el núcleo de la operación de canje no es ‘cumplir con los compromisos’. Es salvar el principal negocio nacional –la jubilación privada, a la que el defol llevó a la bancarrota.


 


El canje, en el caso de las AFJPs, representa, en primer lugar, una nueva confiscación para los que aportan (obligatoriamente) al sistema, más allá del latrocinio de las comisiones que se les cobran. Es que cualquiera de los bonos que se les entregará en canje representa una pérdida, sea por la quita o por la reducción en las tasas de interés. Si antes del defol un ‘contribuyente’ a las AFJPs tenía la expectativa de jubilarse con el equivalente al 40% del salario, en el nuevo esquema cae al 25-30%.


 


Para los banqueros que manejan las AFJPs, el canje es, por el contrario, un negocio. El patrimonio apenas se verá afectado porque podrán contabilizar los nuevos títulos a valor nominal, no el de mercado, que es muy inferior. Esta acumulación de papeles que no podrán vender representará un capital ficticio que, sin embargo, les permite jurídicamente seguir recibiendo los aportes obligatorios de sus afiliados y hacer negocios con ellos.


 


Gracias a estos nuevos aportes para Fondos de Pensión que no tienen, sin embargo, el capital que registran sus libros, los dueños podrán repartirse beneficios ficticios en dinero contante. Los libros registrarán ganancias que sólo serán contables, pero los banqueros las harán líquidas con la plata que va ingresando. De la misma manera pagarán las jubilaciones. Los fondos acumulados por los beneficiarios han dejado de existir fuera de los libros, porque sus aportes quedaron congelados en bonos que no se pueden vender, o sea que no se pueden convertir en dinero. Lo que registre el fondo acumulado será pagado con el nuevo dinero que depositan todos los meses los afiliados. El dinero de la jubilación no viene de la ‘capitalización’ (fondo acumulado) sino del ‘reparto’ de los aportes que van entrando. Es decir que se ha vuelto al viejo régimen estatal pero con beneficio para los banqueros. Un régimen provisional privado que no capitaliza, o que lo hace en forma ficticia, en los libros, representa un derecho para el capitalista privado a hacer tributar a una parte de la población. Como ya no se trata de poner capital ni de obtener beneficios operando en el mercado, los dueños de las AFJPs aparecen gozando de un privilegio absolutamente excepcional.


 


Kirchner y Lavagna han socorrido a las AFJPs porque pretenden que los próximos aportes vayan a parar al Tesoro para pagar la deuda externa que el superávit fiscal no alcanza a cubrir. Pero si los aportes futuros deberán servir para pagar los beneficios capitalistas, las jubilaciones que vayan produciendo y una parte de la deuda pública: ¿quién puede dudar que estamos ante un negociado que prefigura una nueva bancarrota y, con ella, la completa confiscación de los que siguen aportando?


 


El acuerdo con las AFJPs, es decir sus banqueros, es la madre de todo el canje.


 


Nacional y Popular


 


Para los funcionarios y sus alcahuetes la palabra quita resume el carácter nacional y popular del canje. En 1990, dicen, en la renegociación de la deuda del defol anterior no hubo quitas. Menem y Cavallo (y Kirchner y sus actuales funcionarios, habría que agregar) alargaron plazos de pago pero no recortaron la deuda. El planteo revela la mentalidad de medio pelo de los nacionales, porque lo que importa para el capital, en definitiva, es el valor de mercado que tendrá la nueva deuda –no las ‘rebajas’, como ocurre con un tendero. Es ese valor de mercado el que se discutió antes y se discute ahora y es por eso que la novela del canje no ha terminado, ni tampoco, por lo tanto, las concesiones que todavía hará el gobierno en el futuro.


 


Lo que, sin embargo, distingue a este canje del de los ‘90 es que la deuda de los ‘90 era con los bancos y la actual es, en gran parte, con bonistas individuales (o con ‘instituciones’, como las AFJPs, que pueden descargar las pérdidas sobre los individuos que aportan). Los bancos han ‘diversificado’ sus ‘riesgos’ en la última década, en especial cuando avizoran la bancarrota de los mercados de capitales. El ‘capitalismo popular’ ha mostrado su naturaleza esencialmente expropiatoria de las clases medias y de los trabajadores.


 


Es por esto que la bancarrota argentina no representó, considerada en sí misma, una amenaza para los bancos. Los nacionales y populares entendieron esto y se aliaron a los banqueros contra la fracción más débil del negocio. Pero, claro, ahora aparecieron los gestores de los bonistas que pretenden hacer un nuevo negocio con la misma plata.


 


La puja sigue y, cada vez más, tiende a entrelazarse con la aparición de una nueva etapa de crisis financieras, como lo anuncia el derrumbe internacional del dólar.